viernes, 28 de diciembre de 2012

La última salida


La última entrada del año  pensaba dedicarla a las navidades.  Ni de niña me gustaban. Mis intenciones para estas fechas eran contundentes: apagar  la televisión en cuanto apareciera  la imagen encartonada del rey ante su  protocolario discurso del rey;  aprovechar para ir al baño  al ver salir en pantalla  presidente por aquí, presidente por allá...  ahorrarme  belenes y canciones de viejas glorias enchufadas. Incluso tenía planeando escusas tipo cefalea, vómitos o diarrea   para eludir alguno de  los eventos familiares. Simplemente, sin ánimos,  cansada.  Y, de repente, tras dos noches sin dormir espiando su respiración, tras dos noches esperando lo inevitable, se apagó  la luz que a su manera  tanto había luchado por mantener  encendida.   

Exitus; así se cierra la historia clínica de un paciente al fallecer. Del latín, exitus letalis. Salida hacia la muerte. Qué algo se va, se nota, se siente  en el mismísimo instante de apagarse esa vida previamente sana o enferma, en coma o agonizando, sufriendo o durmiendo, aún presente. El caso es que, en esta ocasión - ya fuera por la cercanía,  la intensidad del momento, la necesidad de él -  esta  salida no la he sentido tan evidente.  Ahí seguía, sin irse, descansaba, como envuelto, velado, tan presente horas después de su certificada salida.

Salida hacia la muerte. De acuerdo. Pero, me pregunto. Si la muerte es la nada, sentirla como una salida, sentirla como tal, no me parece sea la manera lógica de sentirla, puesto que si se siente que algo se va, se va hacia algún sitio y la nada no me parece un sitio en sí mismo. ¿O sí?  Quizá sí, sostendrán los pensadores de un tema que los médicos ni estudiamos ni solemos detenernos a analizar. Terminada la vida, termina nuestra labor, pasamos a otras vidas, otros enfermos, otros diagnósticos y tratamientos.

En fin, el cansancio acumulado durante estos últimos meses se ha convertido en una especie de sueño  colgante,  un peso más que un vacío,  una cierta serenidad envuelta en el abrigo de los que quedamos, una extraña mezcla entre soledad y compañía, apoyos, llamadas y mensajes que devuelves  agradecida,  fundida en esa salida.  Feliz año nuevo a todos.  
 
Foto:Hrair Sarkissian
Entrada F. Rafael Alomar
                                          


sábado, 15 de diciembre de 2012

Paseando por las Ramblas


Vengo de comprarme ropa. Las ofertas son tentadoras, aunque  la prenda escogida para probar  tiene que cumplir unos requisitos que rara vez cumple. El caso es que hoy he sustituido un abrigo por otro. Calidad, buena caída, buen precio. Mientras paseaba  por las Ramblas con las solapas elevadas y las manos en los bolsillos de mi estupendo  abrigo nuevo, me he sentido con las fuerzas algo recuperadas. Sin venir a cuento, se me ha ocurrido  una entrada para mi blog.

Durante estos meses,   conviviendo con la enfermedad desde el asiento del acompañante, he tenido la oportunidad de  constatar un hecho  entre curioso e interesante;  incluso me he dedicado a mi misma  una tenue sonrisa  sin dejar de pasear Rambla abajo. En realidad, nada nuevo, ya lo había intuido desde el otro lado del escritorio,  si bien, hasta ahora, no lo había racionalizado o reflexionado en su justa medida; pura casualidad, nada relevante,  eso pensaba.

“El mareo es prácticamente constante, floto al caminar desde hace meses” “Diario, sí, sí, diario, el dolor de cabeza  no me abandona  desde hace más de un año”   “Las palabras no me salen, me quedo bloqueado en plena conversación” me cuenta un paciente manteniendo  un lenguaje fluido envidiable. Simples ejemplos de lo que suele ocurrir en la consulta del médico: ese mareo, esa cefalea  persistente, justo en ese momento,  oh, casualidad, justo en ese momento, ha  desaparecido… cómo si el hecho de acudir al médico provocara en sí mismo un efecto curativo (por desgracia, un espejismo que dura lo que dura la visita y poco más) Hechizo temporal. Frente al médico; asintomáticos.

Ante estas situaciones aprovecho para tranquilizar al paciente.  Los procesos o enfermedades neurológicas preocupantes habitualmente se constatan con una simple exploración clínica.  Eso no quiere decir que los síntomas no existan, por supuesto existen pero, tras la anamnesis y la exploración, en la gran mayoría de casos,  el neurólogo  estará en disposición de emitir  una impresión diagnóstica acertada.  

Pues bien,  no es que mi papel de acompañante de enfermo me haya hecho cambiar de criterio, sin embargo, me ha hecho reflexionar.  Quizá por su carácter, quizá por el esfuerzo extra que supone acudir a visitarse, determinados pacientes encuentran fuerzas para presentarse ante el médico en el mejor de su inestable  estado de salud. Ese día, se levantan del asiento, caminan aceptablemente bien, no se bloquean al hablar, no sangran, el  dolor es tolerable,  ese día que deberían mostrarse los síntomas en todo su esplendor para que el médico pudiera valorar el problema con la mayor exactitud posible, ese día los síntomas, los síntomas, qué síntomas. Ah, y en los procesos graves aparentemente estacionados, las desgracias que están a punto de aparecer, aparecerán mañana.

Así estamos.  Paseando por las Ramblas, un Shawarma, me apetece un Shawarma, pasar por el video club y escoger una película. Suena el movil.
 
 
Imagenes en Google
Sin referencia del autor
 
 
                                    

 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Calidad de muerte


Menudo tema. Lo siento, amigos, la asignatura ni se estudia, ni se nombra, pero toca. Como médico formado y dedicado a la calidad de vida del paciente, ha sido necesario la cercanía afectiva con la enfermedad  para que focalice esfuerzos, consultas y estrategias  orientadas a conseguir que  la situación  sea lo menos traumática posible una vez llegado a ese punto sin retorno.  Me explico y resalto.

Los mórficos son una excelente solución para aliviar  muchos procesos terminales que cursan con dolor, sin embargo, no  todo el sufrimiento que comporta el final de un elevado número de  enfermedades se resuelve con dichos fármacos. La sedación mediante otras medicaciones se presenta como necesaria en  muchas ocasiones planteandose a menudo  el dilema  entre  sedar  o sufrir -no sólo a nivel  físico sino también emocional- evitando en lo posible  terminar de modo activo con la vida del paciente. Curar y no matar es la misión del médico, señores; calidad de muerte; menuda asignatura suspendida en tantos casos.   

La eutanasia pasiva y activa. No me adentraré en un fondo sobre el cual no me he dedicado a lo largo de mi vida profesional. Solo pretendo apuntar  en la dirección en que tarde o temprano la sociedad  se verá destinada a afrontar de frente.  Cuántas aristas me vienen a la mente de bote pronto. El cansancio ante la prolongada enfermedad no ya por parte del paciente sino por parte de su entorno,  por ejemplo. Al paciente  le corresponde decidir sobre su final, por supuesto; pero el asunto no es tan sencillo como parece. Ni las fuerzas, ni la mente, ni los medios, ni el conocimiento adecuado…  hasta cuando si,  hasta cuando  no;  un tema realmente  complicado.
 
La sociedad envejece. Las residencias se llenan de casos que viven sin vivir en sí, pero  terminar con estas vidas porque ya no viven como nos gustaría que vivieran ni es de recibo ni debe plantearse así. Testamento vital; buen camino,  pero me temo que ni mucho menos suficiente. Cada caso con sus particularidades, sus límites. Sólo se me ocurre una solución: debate y debate,  cada paciente es un mundo, una historia, una vida, una muerte, afrontemos el tema desde  la reflexión; calidad de muerte; buen comienzo para arrancar  el debate, pero, sobretodo, un gran respiro para vivir  mejor lo que nos queda del día.   

Foto entrada F. Alicia Nuñez
 
 
 

 

 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Materia y espíritu


Ante el frio, piscina climatizada como actividad saludable. La pereza es tremenda, más o menos equiparable a la sensación placentera posterior. Así que, cada tarde, terminadas las visitas, la misma duda, la misma pereza. Si me animo, al agua patos. Sobre un precioso fondo plateado, los primeros largos me distraen sin apenas necesidad de distraerme; el simple movimiento rítmico, la energía concentrada. Si supero un momento crítico -entre el aburrimiento y el cansancio-a punto de dejarlo, entro en un estado extraño; ni piensas, avanzas, te pierdes. Hasta veinte largos como objetivo. Luego la recompensa. Ligera, tan cansada como energética, a medio camino de casa; un clásico de Barcelona: Taktika Berri. Pinchos recién hechos: merluza, bacalao, tortilla de patatas jugosa; absolutamente deliciosos.

Agua bendita. El agua te limpia, te da vida; en cuerpo y alma. El alma o mente inmaterial. Diseccionando cadáveres, Descartes (1596) se fijó en una estructura del tamaño de un guisante en el interior del cerebro. Ahí está, pensó el pensador de "pienso luego existo"; el alma y el cuerpo interconectadas a través de esta pequeña estructura llamada glándula pineal. Fracaso tras fracaso, una historia de fracasos constructivos en busca de una explicación convincente a la mágica relación entre la mente y el cuerpo.

Me emociona -por sencillo y clarividente- como resume John Locke (1632) el enigma de nuestra existencia “Una de dos; o somos objetos materiales que piensan y tienen emociones o hay algo inmaterial en nosotros que piensa y tiene emociones y se relaciona exclusivamente con el objeto material que es nuestro cuerpo. Las dos alternativas resultan incomprensibles; sin embargo, una de las dos ha de ser cierta”

El hecho es que, hoy en día, la inmensa mayoría de científicos sostiene que la conducta racional puede explicarse en su totalidad por el funcionamiento del cerebro en conexión con el resto del sistema nervioso de nuestro organismo, sin necesidad de una mente inmaterial que la controle. No obstante, brazadas, sensaciones y creencias al margen, tengamos muy presente que la ciencia cierra alguna ventana, pero, sobretodo, abre puertas, así pues, amigos, al agua patos, buenas noches o buenos pinchos.

Foto entrada F. Alicia Nuñez
Benezech


                                                      


                                                   

domingo, 2 de diciembre de 2012

Facebook y la realidad


De este año asfixiante me quedo con Facebook. Quizá sea un poco  exagerado, en todo caso, no es un decir oportunista.  Además de servirme de lanzadera universal de mi blog, ha sido un placer descubrir la mente brillante e ingeniosa  de mi sobrino M., reencontrar amistades desde Texas a Australia, disfrutar de la acertadísima selección de frases de  D.M  al que no tengo el gusto de conocer,  adjuntar a mi archivo de imágenes  fotos magnificas introducidas por unos y por otros, descubrir música, contribuir a difundir proyectos de amigos...   Y, de momento, ningún disgusto. Algún contacto con el que no sintonizas se elimina  con la facilidad de apretar una tecla y santas pascuas.  Qué diferencia con la vida real donde cuando alguna relación te desengaña ya  las sueles  tener  metida en tu vida hasta en la sopa.

La vida real. Reflexionar sobre la realidad nos conduce de inmediato  a darnos cuenta de su subjetividad. “La edad no tiene remedio, la realidad sí”,  escribo en mi último libro recién publicado  La pierna olvidada. Captamos el mundo exterior a través de los sentidos, pero… ¿qué mundo captamos? ¿El mundo que vemos es el mundo que existe? ¿Conocemos la realidad o solo pensamos en ella? se pregunta la ciencia. Tengamos presente el siguiente ejemplo: si tuviéramos los receptores visuales de las abejas veríamos las radiaciones ultravioletas, dado que el ojo humano tiene sus limitaciones como órgano receptor,  nos perdemos la visión de dichos rayos. Y lo mismo ocurre con el resto de sentidos. Por otra parte, nuestro cerebro procesa la información que recibe a través de  estos receptores de una determinada manera. Un procesamiento neuronal que si fuera diferente percibiriamos  otro mundo, otra  realidad.  Así pues, receptores y procesadores cerebrales. Limitados. Extraordinarios. Los cinco sentidos. Cinco joyas a potenciar puesto que dichos procesadores cerebrales   están abiertos a la imaginación, a la creatividad, a un mundo propio potencialmente  mucho más rico que el recibido del exterior. La realidad está en nuestro interior; buena apreciación.

Resumiendo; nada más incierto que la realidad que vemos, nada más capaz de interiorizarse, desarrollarse, crecer, hacerse propia y de todos, y en ese aspecto, bienvenidas sean las redes sociales,  altenativas  que amplien  horizontes a nuestra  propia  realidad   no sobran  y menos en estos tiempos cargados de realidades   indignantes, vergonzosas...  de carne y hueso, sangrantes,  a combatir desde dentro y desde fuera, desde donde sea.  

Picasso

  
                                        

 

 

 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Sentirse de un lugar


Me llama un amigo  y me pregunta  mi opinión sobre  el  resultado  de las elecciones. Inmersa en la intensidad de mis cosas, el tema  me distrae y aburre al mismo tiempo (curioso).  Respondo: tan sorprendentes como lógicas (curioso).  Lo que creo o no creo, lo que siento o no siento, buen tema para reflexionar,  trato de  escaparme  de las elecciones, mi  amigo insiste. Plurales, no es tiempo de aventuras colectivas sino individuales, comento, de fondo  la intensidad de mis cosas.

Sentirse de un lugar. Barcelona es mi casa, el verde del cantábrico mi tierra, si se empeñan en que me moje. Así como el tema de las emociones está bien estudiado y definido por las neurociencias, los sentimientos quedan mucho más en el aire hasta el punto de que la mayoría de  autores los incluyen  dentro de  las  emociones cuando en realidad deberíamos ser capaces de diferenciarlos si queremos ahondar en este campo tan apasionante. Muy claro lo expresa el eminente neurocientífico  Antonio R. Damasio en  El error de Descartes –ejemplar libro divulgativo- “ Aunque algunos sentimientos están relacionados con las emociones, muchos no lo están: toda emoción genera un sentimiento si uno está despierto y alerta, pero no todos los sentimientos se originan en las emociones” La palabra emoción: del latín moverse, moverse hacia fuera, comunicar necesidades y estados internos, mientras la percepción, o experimentación de todos estos cambios que constituyen la respuesta emocional, corresponde más propiamente a lo que llamamos sentimiento. Limitado y algo enrevesado de entender, lo siento, así está el tema.

Emociones básicas: ira, miedo, alegría tristeza. Y emociones secundarias producto de su combinación  y matices en cuanto intensidad. De una apenas perceptible melancolía al llanto desesperado: tristeza. De una preocupación lógica a la ansiedad descontrolada: miedo. Emociones resultantes de comportamientos repetidos de generación en generación. ¿Y los sentimientos? Sentirse de un lugar.  ¿Es un sentimiento de los relacionados u originados en las emociones ¿ Es una emoción heredada? ¿O pertenece a ese grupo de  sentimientos  que no se originan en las emociones? Me pregunto y dudo la respuesta.  En mi caso, poca emoción, muy poca... ahora que pienso...  el gol de Iniesta, menuda emoción, pantalla gigante en el Empurdà...  otro  gol de Iniesta, otros colores, fuera del área, último suspiro, el bueno de Iniesta, vaya fenomeno despierta emociones.  
 
 
                                        
  

 

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

La enfermedad a través de la escritura


La conocía únicamente via  facebook.  Me sonó su nombre, del colegio, pensé, y solicité su amistad  virtual que aceptó enseguida.  Y enseguida comencé a leer sus escritos, sutiles, elegantes, relatos que parecían nubes sobre su delicado estado de salud hasta el punto de imaginármela en su particular montaña mágica; reponiéndose, esperando su curación. La noticia de esta mañana me ha despertado a la realidad,  extraño, sincero sentimiento de pérdida, intuyendo el enorme vacío que dejará en los suyos.

Escribir sobre la enfermedad mientras la estás padeciendo. "Toda narración, incluso aquella que pretende imitar la vida, es una ficción," así comienza la contraportada de Tiempo de vida, el libro escrito por Marcos Giralt Torrente sobre la relación con su padre; verdades escritas de tal manera que se trasforman en experiencia de todos; un gran libro; el reencuentro ante la enfermedad. No me cabe duda de que el sufrimiento de acompañar a un ser querido durante el proceso de una enfermedad de mal pronóstico es tan duro  como enriquecedor; te cambia como persona. Y me pregunto. ¿Vivimos los médicos la enfermedad de un ser querido como cualquier común de los mortales?  Supongo que sí, tal vez no, en todo caso, diferente.  El conocimiento de  lo  posible, probable, inevitable...¿ayuda o te obliga  a distanciarte?  El desconocimiento como esperanza,  o ese escudo protector del que carecemos los profesionales de la salud.  Por otro lado,  los médicos estamos entrenados a  la teoría de intentar vivir el proceso centrándonos en el día a día; resolver dolores, síntomas, programar pruebas, esperar los resultados, no adelantarnos a  lo peor, acompañar y desconectar, vivir y sufrir sin que apenas se nos note, ser médicos. “Pues hoy la encuentro mejor, camina usted algo mejor, pasos cortos, giros muy torpes, pero parece que algo responde a la medicación, al menos, no empeora, la tolera bien  así que la subiremos un poco y  en un par de meses nos volvemos a ver” Y la paciente se marcha a su casa con sus pasitos cortos, un poco más tranquila, esperanzada o no con su pequeña mejoría.  Así es la consulta de un neurólogo;  unas veces más agradecida que otras;  siempre tratando de mejorar la calidad de vida del paciente en la medida de lo posible; hasta el final, hasta que el paciente no vuelve a la consulta o  la vida se apaga definitivamente. Adiós, Isabel, por cierto, hoy es nuestro santo, no dudes que te echaré de menos, hasta siempre.  

 
 Isabel Nuñez



                                                     



                            

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Buena pregunta


Vuelvo a caminar. Menos moto y una novedad añadida; un par de días a   la semana  me autorregalo  un paseo de los considerados realmente saludables. Mar o montaña, según el tiempo, mi estado de ánimo, la música que me apetece escuchar, lo decido en el último momento. El litoral del Maresme a tres paradas, la carretera de les aigües a menos de veinte mintutos, funicular incluido. Camino a paso acelerado para notar el ejercicio puesto que ambos terrenos son exquisitamente planos. Treinta minutos adelante  y vuelta a atrás.  Esta mañana he escogido la montaña. Una neblina baja envolvía la ciudad  enbelleciéndola.  Los lieder de Malher me han acompañado durante todo el paseo;  ligera,  más en el cielo que en la tierra, y  vuelta a casa. El zumo de naranja recién exprimido y la baguette crujiente con  pan con tomate y jamón;  otro placer -este más visceral- acompañado de la ojeada rápida del periódico. Elecciones por aquí, elecciones por allá... verdaderamente  la democracia será el mejor de los sistemas, pero anda enredada entre políticos que la enredan  más.

Puntual, llego a mi despacho. Esta mañana me esperaba una de esas interconsultas preocupantes que luego ha resultado  agradecida.  De madrugada había ingresado un paciente de cuarenta años de edad con pérdida repentina de fuerza en la extremidad superior derecha. Un probable accidente isquémico cerebral a la espera de mi valoración como especialista. De inmediato he ido a visitarle.   El TAC craneal había salido normal y estaba pendiente de realizarse  una resonancia. Tras explorarle con detenimiento,  le he podido tranquilizar. Una mano caída;  capaz de cerrarla, incapaz de extenderla, dicha exploración junto con los reflejos miotáticos normales diagnosticaba el caso de parálisis del nervio radial por compresión probablemente a nivel del hombro. Un electromiograma lo confirmaría. La causa; haber dormido demasiado rato en una mala postura apoyándose contra el brazo después de salir a celebrar el cumpleaños de un amigo con exceso de vino y copas. Tardaría unas semanas, pero era de esperar  una recuperación completa. Nada que ver con la gravedad de una lesión isquémica cerebral.

Con cierto retraso he comenzado mis visitas programadas. Mis disculpas aceptadas por los pacientes que han ido entrando. El próximo día  me levantaré un poco antes en previsión de posibles casos urgentes como el de hoy. Buenas noches y recordar no dormir apoyados sobre el mismo lado toda la noche. Aunque durmiendo… ¿cómo recordar lo que no se debe hacer? Buena pregunta.
 

Carretera de les aigües
Barcelona
 
                                        

martes, 6 de noviembre de 2012

Las neuronas de Cajal

 
Al  fin salió.  Entre caracoles, pero salió. Espontaneo, actual, sobre la marcha, de acuerdo, no obstante, más de sesenta  entradas sin nombrarle... Mis disculpas, don Santiago. En cualquier intento de divulgar los conocimientos actuales sobre el funcionamiento del cerebro, usted  merece un altar. Aunque con retraso, ahí va el mío.
 
Con mil dudas y tres amigos de la carrera me trasladé a Madrid  para  escoger plaza de residente. La sala magna del hospital Ramón y Cajal abarrotada. Llegaba uno de esos momentos que determinan toda una vida. Me había pasado tres años como asistente en un servicio de Medicina Interna  y lo único que tenía claro es que me decantaba por las áreas médicas. Y llegó mi turno. Y escogí una de las  especialidades que más me motivaba  en  un hospital cuyo nombre  le obligaba a ser puntero  en el campo de las neurociencias. Nueva ciudad, nuevas puertas, experiencias, una mezcla, un impulso, un nombre: Ramón y Cajal. Luego llegaron los encantos y desencantos, cinco años entre pasillos, batas y enfermos, pero esa es mi historia y hoy quería dedicar la entrada a este extraordinario  científico.  
 
Dicen que Santiago Ramón y Cajal había heredado el carácter  recio y tenaz de su madre y la paciencia de su padre. Aún así, inmerso en una sociedad miope y sin apenas medios, cuesta creer que se adelantara en tantos descubrimientos a otros científicos de sociedades mucho más avanzadas. Talento  e imaginación; Pasión y esfuerzo; una mente increíblemente dotada para la investigación;  sus milagrosas armas.
 
Talento e Imaginación. Con las técnicas de tinción y microscopios de esos tiempos, el tejido cerebral parecía una red de fibras interconectadas. A  Cajal  se le ocurrió estudiar el tejido nervioso de embriones de pollo. Así identificó la neurona;   la unidad celular del sistema nervioso. Más de 100.000 millones de neuronas interconectadas entre sí para hacer posible el milagro de pensar, amar, soñar, hablar. Unidades celulares, como otros órganos. Merecido premio nobel, maestro.
 
Pasión y esfuerzo. Trabajando hasta el final de sus días a los 82 años…  por cierto, mientras escribía  el capítulo sobre el envejecimiento cerebral  de mi libro “el cerebro al descubierto” anduve de librería en librería buscando uno suyo  el mundo visto a los ochenta años” y no hubo manera de  encontrarlo, al parecer, descatalogado. Con mi libro ya publicado, hace dos veranos,  aluciné al verlo entre las manos de mi padre, rescatado de sus estanterías, le apetecía releerlo ahora que se aproximaba  a esos años. Te lo dejaré en herencia, me dijo. Fantástico legado, padre, no el libro -aunque también- sino  este tipo de detalles,  tan tuyos.  
  
 
 
                                              
 
 
 
 
 
 



jueves, 1 de noviembre de 2012

La memoria del caracol

 
De niña tenía mis particulares entretenimientos. Ni camiones ni muñecas, recuerdo lo que me divertía coger saltamontes; acercar mi mano sigilosamente y de un movimiento rápido agarrarlos antes de que emprendieran su espectacular salto. Lo mismo con los cangrejos agazapados entre las rocas;  en silencio y sin mover ni un músculo, esperaba  a que aparecieran y... zash…  los cogía manteniendo firme mis dedos entre sus pinzas delanteras. Coleccionaba mariposas, metía en potes las arañas encontradas mientras recogíamos moras. También recuerdo lo  que disfrutaba tratando de aprisionar ranas. Ya adolescente, tuve un perro. Yuma. Y montaba a caballo. Aficiones todas ellas esfumadas, como la  bajada en bicicleta sin manos por un camino de tierra bastante empinado  que me llevaba desde la casa donde nos reuniamos el grupillo del verano  hasta el pueblo.

Así es la vida, las aficiones cambian, “lo que antes era gozo se vuelve fatiga,  eso es envejecer”  escribió Hermann Hesse. Pero  mi intención de hoy no era añorar etapas vitales ni  aficiones entre perdidas y olvidadas,  mi intención era  hablar de  caracoles y,  en concreto, de la Aphysia:  un caracol marino sin concha sobre el que  Eric Kandel  y su equipo de investigadores realizaron innumerables estudios para comenzar a entender los mecanismos cerebrales que hacen posible el aprendizaje y la memoria.

Santiago Ramón y Cajal fue el primero en sugerirlo: el  proceso de aprendizaje podía estar relacionado  con cambios morfológicos duraderos en las SINAPSIS o ese diminuto espacio de comunicación entre neuronas. Pero, ¿cómo demostrarlo? Se calcula que una sola  neurona puede llegar a recibir más de 10.000 conexiones sinápticas. ¿Cómo encontrar esos cambios? La busqueda de un recuerdo específico, puestos a buscar imposibles.

En neurociencias, la elección de animales con sistemas neuronales muy elementales ha sido clave. Eric Kandel escogió a la Aplysia.   Ahí va una pequeña sintesis de sus experimentos y conclusiones. Se  somete a estos caracoles al aprendizaje entre la asociación de una descarga eléctrica y una señal que indica la aparición de ese estimulo eléctrico nocivo.  Acaban aprendiendo a retirar la cola antes de la descarga.  Mediante las inevitables disecciones, se  comparan las neuronas  antes y después del aprendizaje. Descubren  cambios significativos en las SINAPSIS. Y así hasta elaborar  la explicación más convincente de cómo se codifican los recuerdos; el proceso de potenciación a largo plazo. Tranquilos, si se resume con gracia, hasta se puede llegar a entender, aunque lo dejo para otro día. Hoy  solo adelanto que  cada vez que dos neuronas se disparan juntas se fortalece su enlace y con el tiempo quedan permanentemente unidas formándose una determinada memoria. Una memoria. Dos neuronas unidas para siempre. Un recuerdo. Por cierto, no recuerdo que hacía con mis caracoles recolectados; ni probarlos, cangrejos si comíamos, vivos, los hervíamos, me temo que así se continuen cocinando.       
 
Imágenes Google
Sin nombre
 



                                                  

sábado, 27 de octubre de 2012

Estados de ánimo y paisajes


Aunque hace años cambié la Cerdanya por el  Empurdà, este otoño muy en especial añoro  amanecer entre las  montañas de ese fantástico  valle por desgracia mucho más costruido de lo que la naturaleza hubiera admitido,  su luz y colores, perderme en sus bosques,  caminar escuchando el sonido del  río  mientras vas pisando un húmedo manto de hojas caducas ;  te envuelve, te limpia el alma. El Empurdà es otra historia; su belleza más pausada, plana,  la  serenidad de sus campos,  el  verde que renace   al caer la tarde;  te relaja más que limpia, te acompaña más que envuelve.

El tipo de  trabajo y vida  de una buena amiga y su pareja  les  permite un lujo  envidiable. Por temporadas, escogen  el lugar ideal para instalarse  en función del clima, gustos y descubrimientos.  Paisajes urbanos llenos de  actividad  después de un tiempo en poblaciones más pequeñas, perdidas, distintas culturas, amigos, regresan, se marchan, regresan,  raíces que no atan, el mundo como frontera.  

Nuestro cerebro anda revuelto. Por un lado, universal;  las redes virtuales nos permiten relacionarnos al instante con la otra punta del planeta.  Por otro, encerrado, controlado; imposible perderse, desconectar. Lo local y lo global  se confunden. Lo pequeño se piensa grande. Lo grande se plantea  accesible.
 
Cuando pienso en los  increibles y rápidos  avances en el campo de la informática y las telecomunicaciones y  su contribución al desarrollo de nuestro cerebro, me invade un pensamiento ambivalente. Por un lado, me  emociono al pensar en las personas que por diferentes motivos y discapacidades no pueden moverse de su casa;  no pueden andar, pero pueden navegar, conocer gente, hablar, amar, emparejarse, la biblioteca universal en el móvil, estudiar carreras, aprender, crear y darse a conocer.  Por otro lado, me preocupo al pensar en esos jóvenes frente al ordenador, encerrados  en  sus cuartos en comunicación con medio mundo ignorando al vecino de al lado, obteniendo información inmediata de lo que desean sin esfuerzo ni necesidad de memorizarla. Pienso en ambos casos y me quedo con los enormes beneficios que estas tecnologías aportan a las personas que no pueden moverse; que los jóvenes, -con dos piernas saludables y el mundo por montera-  espabilen, controlados y más libres que nunca; relacionados y solos, como antes, como siempre… A ver cuando puedo escaparme a la Cerdanya que de momento nuestros cerebros necesitan algo más que fotos para viajar.


 Graham Gercker


                                                  





                                              


miércoles, 24 de octubre de 2012

Woody Allen en mi consulta


Woody  Allen entrando en mi consulta. Imagino mi   sonrisa contenida  entre la sorpresa y  la emoción mientras le invito a sentarse. Imagino su expresión de agobio, susto, convencido de tener  un tumor en la cabeza;  sus mareos no van a venir del pie, me explica sin aparente interés por mi opinión,  el caso es que  dentro  de la  resonancia magnética no ha aguantado ni un minuto, el aparato más abierto del mercado... con una máscara oprimiéndote el cráneo… qué  listos.  Tras sus gafas de toda la vida, me mira fijamente, cruza las piernas, ladea la silla, apoya los brazos sobre el respaldo, curiosa manera de sentarse. Habla y habla. Le  escucho y le observo encantada. Según comenta, los propios radiólogos le han aconsejado que consulte a un neurólogo dado que la posibilidad de anestesiarle  debe venir avalada por un especialista. Quizá con un scanner cerebral sea suficiente, pero la alergia al contraste yodado no puede descartarse de antemano.    

Manhattan, creo que fue en Manhattan;  el mismo temor, recuerdo sus saltos de entusiasmo al salir de la prueba. A buen seguro, no habrá olvidado la escena, sus funciones superiores parecen intactas,  el lenguaje fluido,  ágil de movimientos,  un calco de  sus  cuadros hipocondriacos que retrata con tanta precisión y gracia en sus películas. Le pido me describa el tipo de mareo que presenta y confirmo mis sospechas. No me cuenta ningún síntoma indicativo de un tumor cerebral, tampoco se acompaña de datos que sugieran un problema circulatorio, de hecho sus mareos son de los que etiquetamos como inespecíficos; ni vértigos, ni bajadas de tensión arterial; mareos  de probable origen psicosomático. En estos casos siempre explico  lo mismo  al paciente: no es que usted se los esté inventando. Si se marea, pues se marea. Lo que ocurre es que no existe ninguna enfermedad ni causa orgánica objetivable, así  que lo más práctico es valorar el componente de stress, los factores psicológicos subyacentes y, en función de ello,  iniciar una medicación, o bien  acudir a un psiquiatra para que valore el caso. Ni caso. Como la mayoría de  pacientes, Woody Allen lo que desea es  una prueba para descartar lo que tú como especialista  ya has descartado después de la anamnesis y una exploración con un simple martillo y un oftalmoscopio como únicas herramientas. Por cierto, a su edad, mantiene un equilibrio envidiable, ni un acróbata. Podría tratar de convencerle; explicarle que  las pruebas de imagen realizadas hoy  pueden  salir completamente  normales, pero no descartan  que mañana  surja  el supuesto tumor...  no se va a pasar la vida dentro del aparato de resonancia. Lo que no estoy dispuesta a solicitar  es una anestesia general para realizarse una prueba que no necesita, así que opto por  hacerle la petición para un scanner cerebral sin contraste y en caso de que saliera algún hallazgo no concluyente,  ya valorariamos que hacer; quizás un ansiolítico media hora antes de meterse en el aparato de resonancia pudiera ser suficiente para controlar su claustrofobia,  quizás, no lo creo.

 Durante toda la visita he tratado de distanciarme del personaje y escuchar al  paciente. Confieso que no lo he conseguido del todo, incluso me han venido a la mente escenas de “A Roma con amor” su última película.  Grata sorpresa verle actuar; sus gestos, sus frases y "neuras", otro divertimento delicioso, ágil,  enlazado con  su habitual  ingenio y naturalidad,  historias de relaciones, vida, sucesos entre cotidianos y rocambolescos, Woody, señores, el gran Woody Allen en mi consulta, no se preocupen ustedes, en buenas manos.  

 


                                   

domingo, 21 de octubre de 2012

Mentiras o verdades inventadas


Aunque me gustaría, no  sigo de cerca la batalla por la presidencia de los EEUU que al parecer está siendo más igualada de lo esperable.  Los telediarios nos informan diariamente pero con excesiva brevedad. Lástima porque -según me cuenta una muy querida e informada amiga- el espectáculo es una muestra de la demagogia más pragmática y aplastante. Interpreto que el ejemplo  comentado no es exactamente un hecho fidedigno sino  un supuesto representativo: el candidato republicano en una sala repleta de de diabéticos  Si tuviera una enfermedad me gustaría ser diabético“ les suelta tan contento. De risa. De pena. Realmente la democracia está viviendo unos momentos explosivos. La caza del voto es tremenda. Y, oh esperanza, contra las cuerdas, sonriendo, lejos de esa sonrisa seductora que le alzó a la presidencia  y que ojalá  recupere, pero, por desgracia, la osadía y espontaneidad del primerizo se pierde, las dificultades y ataduras del poder desgastan   y   la confianza en uno mismo tiene sus límites.

"Se miente por falta de fantasía, también la verdad se inventa" frase de Antonio Machado extraída de la libreta de  reflexiones de mi padre. La intuyo, me gusta, se me escapa. Sinceramente, sobre verdades y mentiras los neurólogos navegamos -como la inmensa mayoría- entre el engaño y la incredulidad, si bien  determinados casos clínicos nos invitan a participar en el debate.  La enfermedad de Korsakoff es una muestra de  hasta qué  punto nuestro cerebro es una caja de sorpresas al respecto.  Descrita en 1880 por el médico ruso que lleva su nombre, se trata de un daño  cerebral  provocado por un déficit de vitamina B1  mayoritariamente secundario a la ingesta crónica de alcohol. El paciente presenta de modo más o menos súbito una severa pérdida de memoria tanto de lo ocurrido o aprendido en  el pasado  (amnesia  retrógrada) como desde el comienzo del cuadro clínico (amnesia anterógrada) además de un tercer e intrigante síntoma: la tendencia a fabular o contar historias falsas relativamente normales o verosímiles sin ánimo expreso de mentir. Como si el paciente rellenara sus vacíos de memoria con falsos recuerdos creados por su cerebro dañado. Una  falsificación creativa de la memoria atribuida a la lesión de los lóbulos frontales cuyas neuronas son las encargadas de organizar los recuerdos para que la historia salga  lógica y con sentido. ¿Historias creadas por el cerebro dañado para llenar huecos de información perdida? Recuerdos falsos o verdaderos. La memoria o esa colosal herramienta mucho más subjetiva de lo que creíamos. En todo caso, no parece el caso de los políticos y sus mentiras o verdades inventadas.  Aunque de tanto apaluso  se las acaben creyendo, aunque el champagne no falte en las campañas.
    
Richard Serra
 

                                            
 

                                                    


 

jueves, 18 de octubre de 2012

El don de la palabra


Estamos asistiendo a un cúmulo de disparates y preocupaciones locales de tal calibre que mi mente no es capaz de abstraerse y centrarse en otros bosques más universales. Algo incrédula, compruebo que  las entradas de mi blog abarcan  cuatro de los cinco continentes, así que lo aconsejable es  reconducir y ampliar mis puntos de mira. Prometo intentarlo, me costará su tiempo, conociéndome, desacierto tras desacierto ante mis narices. Ser político, diplomático, don de gentes, expresarse con sutileza hasta  el punto de decir lo que se piensa sin herir sentimientos ni exaltar opiniones divergentes. Buena lección de lo contrario, señor ministro de cultura. Qué torpeza. Por Dios. Ustedes lo que tienen que hacer es gestionar bien los recursos de todos, optimizarlos, tantas cosas por hacer, todo menos adoctrinar a nadie por mucho que otros lleven tiempo haciéndolo y sepan venderse mejor por estos mares. Así estamos. Qué tristeza.

Significado de las palabras por los aires y estados de ánimo  al margen; de todos los avances en neurociencias sobre el lenguaje,  uno destaca por enigmatico y al mismo tiempo  esclarecedor: el don de la palabra. Porque no cabe duda de que   la palabra es un verdadero  don;  un don no divino como adelanté en la entrada de hace pocos meses  “La palabra adecuada”  Basta ver crecer a un niño para darse cuenta de algo tan extraordinario  y esencial. Sin esfuerzo, con sólo escuchar las palabras de su entorno, sobre el año de vida el niño comienza a decir palabras, a los 18 meses ya las combina y a los tres años posee una amplia capacidad lingüística; un verdadero milagro de la evolución. Nuestros antepasados fueron moldeando el lenguaje simbólico e inventaron la sintaxis.  Lo que a la especie humana les debió costar miles y miles de años, en poco más de tres años, el niño lo adquiere sin necesidad de aprendizaje directo. ¿Qué conclusión se extrae de ello? Pues que de alguna manera nuestro cerebro dispone de una especie de programa biológico neuronal predeterminado que le confiere la facultad de cazar al vuelo las gramáticas del entorno durante los primeros años de vida. Una  base genética para adquirir cualquier idioma  durante un periodo de tiempo limitado llamado ventana de oportunidad. CUALQUIER IDIOMA; lo  que  nos lleva a toda una revolución conceptual introducida por   el eminente lingüista y pensador Noan Chomsky: la gramática universal. Muchas más similitudes que diferencias entre todas las lenguas humanas; tomen nota,  señores políticos;  unos empeñados en unirnos, otros en  separarnos... si lo que pretenden es continuar por la senda de sus torpezas, desconocimiento e intereses, al menos  dejen a nuestros cerebros desarrollarse en paz.  
 
 


                                                   

domingo, 7 de octubre de 2012

Derecho a decidir

 
Derecho a decidir; por supuesto. Primer obstáculo a superar consensuadamente. "En democracia cuando una ley no nos gusta, lo que debemos hacer es cambiarla democráticamente” coincido  con las líneas expresadas por el candidato del PSC  a la presidencia de la Generalitat. Del blanco al negro, distintas posiciones todas ellas representadas en unas elecciones: básico, esencial. Y que  cada parte se defina con claridad sin esa pretensión perversa de arañar votos manipulando el discurso para ganar las elecciones. Distintas posiciones. Discursos honestos.  Con esta doble condición, el órdago lanzado por el actual president de la Generalitat  no solo me parece aceptable sino  oportuno a pesar de la monumental crisis económica en la que andamos inmersos sin aire ni atisbos de solución ni siquiera a medio plazo.  Basta ya de abrir brechas en plan hormiguita hasta que la brecha sea lo suficientemente grande como para que una mayoría comparta la misma opinión. Tras  treinta años de democracia, ha llegado la hora de la verdad. 
 
Vivir en sociedad. Comunidades de vecinos. Las padecemos y las disfrutamos. Cerebros sociales. De la inteligencia emocional a la inteligencia social. Distintos acercamientos de enorme interés para comprendernos como personas. Del sistema límbico o cerebro emocional  a las áreas prefrontales o cerebro social; El cerebro de  la civilización o esas zonas anteriores de los lóbulos frontales especialmente desarrolladas en los seres humanos;  la parte de nuestro cerebro más misteriosa y apasionante; región responsable de la percepción consciente de las emociones,  del pensamiento abstracto, probablemente el lugar donde se genera la conciencia de uno mismo, la razón de ser personas.  Una zona indispensable  como   seres sociales y  al mismo tiempo en interrelación constante con   el resto del cerebro. Una sociedad en permanente equilibrio, interrelacionada, dependiente; democrática. Se acepta el reto, caballero.


Foto: Carlos Güell



                                         



 

 

 

 

 

miércoles, 3 de octubre de 2012

El inconsciente colectivo


Si tuviera que quedarme con una sola de las películas vistas a lo largo de mi vida; CABARET sería la escogida (En eso y en otras muchas cosas coincido con mi queridísima  prima escritora).  El papelón de Liza Minnelli es para enmarcar. Sus ansias de vida, disfrutar, triunfar, querer y ser querida  son a la vez  su  fuerza y su debilidad: El trío de la película; colosal. Una historia con  el imparable crecimiento del  fascismo de fondo. La escena del joven soldado nazi enarbolando una canción que enciende la llama  de los presentes es de piel de gallina.  "El mañana me pertenece", cantan en comunión mientras se van levantando y elevan su brazo al frente. De miedo. No es mi intención comentar  la película como alusión  al fascismo.  Aún siendo tan obvias, las críticas nunca sobran, pero sobran cada uno de sus  horrores. La comento porque acabo de verla por enésima vez; magistral. El inconsciente colectivo; ese es el tema sobre el que me gustaría detenerme y reflexionar brevemente.  No es tema  para un neurólogo clínico enfrascado en patologías y enfermedades, si bien, durante mi etapa de residente tuve el privilegio de  compartir guardias y muchas horas de charla con uno de los adjuntos del servicio  gran conocedor de Jung y su teoría del inconsciente colectivo. Y, el incosnciente colectivo, sin duda, se encuentra en cada uno de nuestros cerebros; particular, único; compartido; universal.

El hombre y sus símbolos -escrito por  este discípulo de Freud que terminó por separarse de su maestro  por sus desavenencias de fondo- me abrió la mente al mundo de los arquetipos, del arte; los símbolos como representación; todo un paraíso para  aquel que desee adentrarse en su propio  universo vital. Carl Jung y su camino lleno de aportaciones al campo del comportamiento humano. El inscosciente colectivo.  Lo que parecía interpretaciones personales de un visionario, con el tiempo, las neurociencias, en cierta manera, apuntan en dicha dirección cuando se refieren a vías neuronales predeterminadas.  De la memoria inconsciente a la memoria consciente. Dos circuitos neuronales con las estructuras cerebrales implicadas en gran parte ya desveladas. Dos circuitos de alguna manera interrelacionados. Y el inconsciente colectivo tan real como misterioso flotando en nuestro cerebro.   El hombre y sus símbolos;  una joya   de indiscutible  interés para todos los  públicos. Palabra de médico.  Liza Minelli, la gran Liza Minelli  cantando  en un maravilloso final;  la vida es un cabaret, amigos, sólo un caaaaabaret... chin, chin... qué  buena!