miércoles, 27 de junio de 2012

El cerebro de Europa


Abstraída, paseaba  por la orilla.  Era mi primer día de playa de este año complicado. Menos mal que nos queda el verano, pensé, desde aquí, un abrazo para los griegos: exportarán o no exportarán lo suficiente  pero no cabe duda de que disponen del mejor de los tesoros:  islas  y un mar intenso, nuestro mar  si  Europa fuera algo más que una  calculadora de euros en manos de los mercados. Como neuróloga -tratando de aportar mi granito de arena  en la construcción de un edificio que a pesar de los pesares  continua seduciendome-  me pregunto  ¿Qué cerebros necesita el proyecto Europa? La respuesta me surge de inmediato: Además de lo que llaman tecnócratas  de máximo nivel,  un líder apropiado. Pero, ¿qué cualidades debe tener ese cerebro capaz de  embaucar en la misma dirección a más de 700  millones de personas que ni siquiera comparten idioma?  

Líderes e inteligencia emocional. Daniel Goleman, pionero y máximo divulgador del tema, lo resume en una brillante  exposición  de apenas tres minutos. La aconsejo vivamente.  Desde que en 1983 Howard Gardner  introdujo  el concepto de inteligencias múltiples -desmarcándose del estricto registro del coeficiente  de inteligencia  tradicional  que se limita a medir   las distintas  capacidades cognitivas de la persona- mucho se ha escrito sobre la inteligencia emocional y, sin embargo, por desgracia,   escasea de modo llamativo,   ámbito político en particular.      

Hablar de inteligencia emocional es hablar de reconocer emociones   propias y ajenas; manejarlas, gestionarlas. En cualquier empresa  -concluye Goleman- una vez se tiene un plan estratégico (para cuya elaboración cuantas más habilidades cognitivas mejor) una vez queda definido hacia dónde se desea ir, sólo se puede llegar a través de las personas. Y, por ello, para ejecutar ese plan, esa estrategia,  se necesita  persuadir, escuchar, comunicar, motivar… en otras palabras se necesita inteligencia emocional; algo esencial  en cualquier líder; vital para Europa y su proyecto. Por cierto, ¿Qué proyecto? Porque de la  estrategia mejor ni hablar y aprovechar el verano para zambullirnos en el mar.   

Daniel Goleman
La inteligencia emocional


                  

domingo, 24 de junio de 2012

Paseando por Brooklyn


Invisible; de nuevo el placer de leer a Paul Auster.  Siempre elegante, fluido, sin sorpresas te sorprende. Desde las primeras páginas, natural, te atrapa en el espiral del protagonista, te adentra  en sus  principales  temas de reflexión: la identidad,  el azar, ese azar extraño, sospechoso, demasiada casualidad, coincidencias que determinan nuestras vidas, el destino a la vuelta de la esquina,  inquietud que personalmente  comparto, me intriga de modo especial.  Por ejemplo,  una pareja  cualquiera   ¿Cómo se conocieron?  ese momento de cruce, una fiesta a la que uno de los dos estuvo  a punto de no asistir y una llamada  le animó finalmente a ir… destino, casualidad, azar… qué gran juego para un escritor. Y me pregunto ¿Vivirá Paul Auster pendiente de sus obsesiones o las limitará  a sus libros? Con mis conocimientos sobre la mente y su funcionamiento, me lanzo a responder.

Al escribir: te descubres, avanzas, profundizas. Cuando piensas:  reflexionas, analizas. Mientras vives:  en ocasiones, te emocionas... te enfadas, ríes, lloras... pero la mayor parte del tiempo nuestra mente se encuentra en un estado de conciencia peculiar: despierta, aunque  sin  pensamientos concretos ni   emociones;  un estado que el prestigioso neurocientífico Antonio R. Damasio define como sentimiento de fondo: una especie de  consciencia sutil, relajada, mientras metemos la ropa en la lavadora, vamos a  la compra o entramos en un café...  así me gusta imaginarme a Paul Auster; inmortal cuando escribe;  como cualquiera de nosotros cuando vive: enfadado o alegre, con ese sentimiento de fondo libre de obsesiones  paseando  por Brooklyn.     


Foto entrada F. Alicia Nuñez


                 

martes, 19 de junio de 2012

Redes funcionales

Siempre aportando, siempre positiva; como a tantas personas, me gusta   la contra de la Vanguardia. Algo reiterativa en su línea de contenido, disfruto especialmente cuando contribuye a reforzar mis puntos de vista y opiniones.  Mientras las ciudades existen desde que existe  la civilización, los estados nación sólo tienen 350 años. "El siglo próximo habrá ciudades- seguro- pero no sé todavía si habrá estados. Creo que la ONU acabará siendo una red mundial de ciudades" reflexión expuesta por  un joven llamado Parag Kahanna presentado como geostratega de economías emergentes.  ¿Sólo 350 años? Tomo nota, viniendo de donde viene.
Estados y  ciudades.  Como el entrevistado, me decanto plenamente por las ciudades. Mientras el concepto estado desata banderas, pasiones...  las ciudades son  mucho más neutras, abiertas, de todos, de nadie, lugares de convivencia, en esencia, prácticas.  Concentrada releyendo  determinados párrafos de dicha  entrevista, de repente,  me vino a la mente el cerebro y su funcionamiento. Curiosa coincidencia. Ciudades y cerebros. Redes funcionales.

Tan de moda el asunto de las redes y resulta que la organización del cerebro funciona exactamente así.  No ha sido sencillo el camino para descubrirlo. Y apasionante la historia de las distintas teorías al respecto.  La corteza o zona superficial del cerebro ha sido objeto de debate y hallazgos sorprendentes. El neurocirujano canadiense Penfield,  estimulándola con  electrodos, descubrió que el cuerpo entero está representado en la superficie de nuestro cerebro. Estimulaba un punto  y se movía una mano, un brazo, un pie dependiendo de la zona escogida. Luego vinieron descubrimientos asombrosos; por ejemplo, estimulando determinadas zonas se desencadenaban ataques de risa, estimulando otras aparecían sensaciones de trascendencia espiritual… increíble… ¿Se encuentra en la superficie cerebral el concepto de Dios representado? Sí y no. Y es que hoy sabemos que la corteza cerebral no es más que la punta del iceberg. Sabemos que las distintas partes del cerebro cumplen una misión específica, lo que no significa que cada función se localice en una sola área, sino que en la gran mayoría de funciones cerebrales van a participar varias áreas interconectadas entre sí. De las profundidades a la superficie. De las alcantarillas al tejado. Redes funcionales.  Así de práctico, así de genial. Ciudades y cerebro.  



                                              

                                       
                                                            


                                              

miércoles, 13 de junio de 2012

El ordenador en la consulta

Últimamente me está tocando el papel de acompañante de paciente. Magnífica experiencia para reflexionar sobre aspectos de mi profesión desde el otro lado de la barrera. Todo cambia y todo queda, pero, después de lo observado en directo, mi conclusión es que debería replantearse la utilización de los ordenadores en las consultas médicas. Reconociendo que se trata de una herramienta practicamente obligada por sus indudables  beneficios, visto lo visto, hoy por hoy, con ordenador de por medio, la relación médico-paciente sale bastante rebotada. Así lo he vivido y así lo trascribo; que las excepciones no se sientan cuestionadas. El asunto es que, si se teclea durante la visita, ésta se convierte en una especie de entrevista parcheada de silencios fríos e  inevitables  a no ser que el médico pudiera ser capaz de mirar al paciente mientras teclea como cuando lo hacía al escribir bolígrafo en mano. Y,  de momento, falta habilidad al respecto, mucha habilidad.  La película es la siguiente:  el médico  teclea mirando la pantalla; el paciente aguarda observando al médico teclear mirando  la pantalla.  El médico, consciente de que no puede  pasarse toda la visita de cara al ordenador, escribe lo justo tratando de sintetizar al máximo; en resumen, queda registrado lo mínimo imprescindible, tan lejos de esas historias clínicas llenas de matices donde se encontraban las claves para el diagnóstico clínico.  Por ejemplo, de un  simple  dolor de cabeza interesan mil aspectos: duración, intensidad, síntomas acompañantes, años de evolución... en fin, qué difícil resulta  escribir en el ordenador sin mirar al teclado. Mis sobrinos pequeños aseguran  que  son capaces de hacerlo (un día de estos, les pediré una demostración)  si bien, por desgracia, entre las generaciones que nacimos sin ordenador, dicha  habilidad escasea por no decir que brilla por su ausencia. No dudo que con tenacidad casi  todo se aprenda, así pues  toca  practicar y practicar, sin embargo, en absoluto  me convence ponerme a practicar en  plena consulta, por lo que, de momento, continuo con mi mont blanc granate, papel, sobre, y un archivador que crece hasta hacerme replantear la imperiosa necesidad de informatizar mi consulta. Por cierto, ¿cómo anda el asunto de los ordenadores que trascriban la voz hablada en palabra escrita?  quizá pudiera ser la solución para despejar estos sutiles pero importantisimos  inconvenientes o muros tecnológicos.

Foto: Cristina Güell



                                                            



                                                     
                                                      


                                            


miércoles, 6 de junio de 2012

El milagro de la vida


Entre mis brazos, mi nuevo sobrino. La  planta medio  vacía -de las ayudas a la natalidad hemos pasado a emitir dinero, o deuda o rescate o como se llame, sólo para los bancos- tu a lo tuyo,  adelante, mi valiente, nacerán gorriones, rosales, cervatillos, elefantes, el milagro de la vida.

Si tuviera que elegir un  libro de divulgación  relacionado con  el campo de las neurociencias, de entre los muchos que he leído,  sin duda, ADN, el secreto de la vida, sería el escogido. Y es que Watson  describe con  maestría y autoridad  de premio nobel  el complicado mundo de la genética hasta convertirlo en  una apasionante aventura.

Y eso es la vida, querido sobrino; entre el azar y el orden, el esfuerzo  y  la suerte: una apasionante  aventura.  Sin despertarte, embelesada ante  la magia de ese aura celestial  exclusiva del   recién nacido,  me gustaría  susurrarte  que lo que serás o no serás  lo llevas y no lo llevas escrito en tu interior. Ni blanco, ni negro, así suelen ser las cosas, ya tendrás tiempo para descubrirlo.  

Al igual que el resto de seres vivos, en el núcleo de las células de tu organismo  se encuentra el material genético heredado  de tus padres,  una especie de mosaico aleatorio de tus cuatro abuelos: el libro de instrucciones que todos  llevamos dentro; cada cual el suyo. Ha sido necesario el esfuerzo de multitud de investigadores para que hoy conozcamos tantos y tantos  secretos del  campo de   la genética, los cuales, ya se puede afirmar,  están revolucionando el mundo, visión y pensamiento,   ciencia y medicina; abriendo puertas, saltando barreras, diagnosticando enfermedades, aumentado las posibilidades de vencerlas.   

Por hoy, querido sobrino,  sólo una cosa más,   una  pequeña confesión personal relacionada con lo que te comentaba sobre lo que llevas y no llevas dentro: como neuróloga clínica dedicada  fundamentalmente  a la labor asistencial,  el campo de la genética me resulta un tanto árido y complejo, sin embargo,  el día que realmente entendí como los genes controlan el funcionamiento de nuestro organismo a través de la producción de proteínas - un gen: una proteína-  me sentí motor, código genético,  fábrica de proteínas, pero, al mismo tiempo me intuí - como nunca antes me había intuido-  al volante de mi destino  hasta donde los estímulos, el entorno, la motivación, la osadía   y el esfuerzo alcancen  a llevarme;  a llevarte,  querido sobrino, otro día trataré de explicártelo con más detenimiento que hoy prefiero el privilegio de contemplarte.  

Foto entrada en F. Alicia Nuñez


                                              
                         


                                                          

lunes, 4 de junio de 2012

Estrategias de memoria


Al fin me he decidido; otra moto. Utilización parcial, según el día, para no perder el saludable hábito recién adquirido de andar, ese era mi plan.

La otra noche salía de casa, casco en mano, directa hacia mi flamante moto. No estaba. Apenas una semana y ya me la habían robado. No me lo podía creer. En otros robos, al menos, la había podido amortizar durante unos cuantos meses. Llegué a la cena en taxi y apenas me atreví a llorar mi suerte, demasiada mala suerte para ser contada, alguien tan robado, tan gafe, ni hablar.

El caso es que regresé a casa de madrugada. Antes de entrar, volví a buscar la moto: nada. Entre tanta moto, la mía. Tengo cierta tendencia a pensar en clave estadística, una especie de estadística intuitiva dado mi escasa destreza con los números. Algo  no cuadraba, simplemente, no podía ser. Así que, ahí mismo, en plena calle, me puse a repasar mentalmente lo que había hecho las horas anteriores al supuesto robo.     Un problema con el cable del ordenador me había mantenido entretenida toda la tarde; de un lado para otro, compras y devoluciones. Cada paso, cada movimiento,reproducido en mi mente, moto por aquí, moto por allá, un café en tal sitio, lo último. No recordaba haber vuelto a casa andando, pero tampoco en moto. En cambio, si veía en mi mente el sitio exacto donde la había dejado aparcada frente al FNAC. Pasadas las tres de la madrugada, más por curiosidad que por otra cosa, me puse a andar. Y ahí estaba. Estadísticamente aparcada. Me sonreí a mí misma. Sí señora, por desgracia no tardarán en robármela, pero, tan pronto, tanta mala suerte,no podía ser. Y no había sido. Bien por la estadística. Bien por mi mente retrospectiva.

Dentro de la neurología  mantengo una especial dedicación al campo de la memoria. Despistes y perdidas personales al margen, se como potenciar la memoria, me dedico a dar consejos sobre ello y colaboro con una experta en rehabilitación cognitiva cuando el caso lo requiere. En mi nuevo libro divulgativo “La pierna olvidada” entender la memoria para mejorarla, lo explico en formato novelado -por cierto, ya editado y a punto de su presentación- Registro, retención y recuerdo; los tres pasos de la memoria. Cada fase con sus específicas estrategias de potenciación. Y, en relación al recuerdo o capacidad de recuperar la información almacenada en nuestro cerebro, la representación mental visuoespacial es un recurso tan conocido como sencillo y excelente para localizar la información dentro de nuestro cerebro. Buenas noches, amigos,  otro día, otras estrategias.

Foto entrada en F. David Marti