miércoles, 28 de noviembre de 2012

Sentirse de un lugar


Me llama un amigo  y me pregunta  mi opinión sobre  el  resultado  de las elecciones. Inmersa en la intensidad de mis cosas, el tema  me distrae y aburre al mismo tiempo (curioso).  Respondo: tan sorprendentes como lógicas (curioso).  Lo que creo o no creo, lo que siento o no siento, buen tema para reflexionar,  trato de  escaparme  de las elecciones, mi  amigo insiste. Plurales, no es tiempo de aventuras colectivas sino individuales, comento, de fondo  la intensidad de mis cosas.

Sentirse de un lugar. Barcelona es mi casa, el verde del cantábrico mi tierra, si se empeñan en que me moje. Así como el tema de las emociones está bien estudiado y definido por las neurociencias, los sentimientos quedan mucho más en el aire hasta el punto de que la mayoría de  autores los incluyen  dentro de  las  emociones cuando en realidad deberíamos ser capaces de diferenciarlos si queremos ahondar en este campo tan apasionante. Muy claro lo expresa el eminente neurocientífico  Antonio R. Damasio en  El error de Descartes –ejemplar libro divulgativo- “ Aunque algunos sentimientos están relacionados con las emociones, muchos no lo están: toda emoción genera un sentimiento si uno está despierto y alerta, pero no todos los sentimientos se originan en las emociones” La palabra emoción: del latín moverse, moverse hacia fuera, comunicar necesidades y estados internos, mientras la percepción, o experimentación de todos estos cambios que constituyen la respuesta emocional, corresponde más propiamente a lo que llamamos sentimiento. Limitado y algo enrevesado de entender, lo siento, así está el tema.

Emociones básicas: ira, miedo, alegría tristeza. Y emociones secundarias producto de su combinación  y matices en cuanto intensidad. De una apenas perceptible melancolía al llanto desesperado: tristeza. De una preocupación lógica a la ansiedad descontrolada: miedo. Emociones resultantes de comportamientos repetidos de generación en generación. ¿Y los sentimientos? Sentirse de un lugar.  ¿Es un sentimiento de los relacionados u originados en las emociones ¿ Es una emoción heredada? ¿O pertenece a ese grupo de  sentimientos  que no se originan en las emociones? Me pregunto y dudo la respuesta.  En mi caso, poca emoción, muy poca... ahora que pienso...  el gol de Iniesta, menuda emoción, pantalla gigante en el Empurdà...  otro  gol de Iniesta, otros colores, fuera del área, último suspiro, el bueno de Iniesta, vaya fenomeno despierta emociones.  
 
 
                                        
  

 

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

La enfermedad a través de la escritura


La conocía únicamente via  facebook.  Me sonó su nombre, del colegio, pensé, y solicité su amistad  virtual que aceptó enseguida.  Y enseguida comencé a leer sus escritos, sutiles, elegantes, relatos que parecían nubes sobre su delicado estado de salud hasta el punto de imaginármela en su particular montaña mágica; reponiéndose, esperando su curación. La noticia de esta mañana me ha despertado a la realidad,  extraño, sincero sentimiento de pérdida, intuyendo el enorme vacío que dejará en los suyos.

Escribir sobre la enfermedad mientras la estás padeciendo. "Toda narración, incluso aquella que pretende imitar la vida, es una ficción," así comienza la contraportada de Tiempo de vida, el libro escrito por Marcos Giralt Torrente sobre la relación con su padre; verdades escritas de tal manera que se trasforman en experiencia de todos; un gran libro; el reencuentro ante la enfermedad. No me cabe duda de que el sufrimiento de acompañar a un ser querido durante el proceso de una enfermedad de mal pronóstico es tan duro  como enriquecedor; te cambia como persona. Y me pregunto. ¿Vivimos los médicos la enfermedad de un ser querido como cualquier común de los mortales?  Supongo que sí, tal vez no, en todo caso, diferente.  El conocimiento de  lo  posible, probable, inevitable...¿ayuda o te obliga  a distanciarte?  El desconocimiento como esperanza,  o ese escudo protector del que carecemos los profesionales de la salud.  Por otro lado,  los médicos estamos entrenados a  la teoría de intentar vivir el proceso centrándonos en el día a día; resolver dolores, síntomas, programar pruebas, esperar los resultados, no adelantarnos a  lo peor, acompañar y desconectar, vivir y sufrir sin que apenas se nos note, ser médicos. “Pues hoy la encuentro mejor, camina usted algo mejor, pasos cortos, giros muy torpes, pero parece que algo responde a la medicación, al menos, no empeora, la tolera bien  así que la subiremos un poco y  en un par de meses nos volvemos a ver” Y la paciente se marcha a su casa con sus pasitos cortos, un poco más tranquila, esperanzada o no con su pequeña mejoría.  Así es la consulta de un neurólogo;  unas veces más agradecida que otras;  siempre tratando de mejorar la calidad de vida del paciente en la medida de lo posible; hasta el final, hasta que el paciente no vuelve a la consulta o  la vida se apaga definitivamente. Adiós, Isabel, por cierto, hoy es nuestro santo, no dudes que te echaré de menos, hasta siempre.  

 
 Isabel Nuñez



                                                     



                            

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Buena pregunta


Vuelvo a caminar. Menos moto y una novedad añadida; un par de días a   la semana  me autorregalo  un paseo de los considerados realmente saludables. Mar o montaña, según el tiempo, mi estado de ánimo, la música que me apetece escuchar, lo decido en el último momento. El litoral del Maresme a tres paradas, la carretera de les aigües a menos de veinte mintutos, funicular incluido. Camino a paso acelerado para notar el ejercicio puesto que ambos terrenos son exquisitamente planos. Treinta minutos adelante  y vuelta a atrás.  Esta mañana he escogido la montaña. Una neblina baja envolvía la ciudad  enbelleciéndola.  Los lieder de Malher me han acompañado durante todo el paseo;  ligera,  más en el cielo que en la tierra, y  vuelta a casa. El zumo de naranja recién exprimido y la baguette crujiente con  pan con tomate y jamón;  otro placer -este más visceral- acompañado de la ojeada rápida del periódico. Elecciones por aquí, elecciones por allá... verdaderamente  la democracia será el mejor de los sistemas, pero anda enredada entre políticos que la enredan  más.

Puntual, llego a mi despacho. Esta mañana me esperaba una de esas interconsultas preocupantes que luego ha resultado  agradecida.  De madrugada había ingresado un paciente de cuarenta años de edad con pérdida repentina de fuerza en la extremidad superior derecha. Un probable accidente isquémico cerebral a la espera de mi valoración como especialista. De inmediato he ido a visitarle.   El TAC craneal había salido normal y estaba pendiente de realizarse  una resonancia. Tras explorarle con detenimiento,  le he podido tranquilizar. Una mano caída;  capaz de cerrarla, incapaz de extenderla, dicha exploración junto con los reflejos miotáticos normales diagnosticaba el caso de parálisis del nervio radial por compresión probablemente a nivel del hombro. Un electromiograma lo confirmaría. La causa; haber dormido demasiado rato en una mala postura apoyándose contra el brazo después de salir a celebrar el cumpleaños de un amigo con exceso de vino y copas. Tardaría unas semanas, pero era de esperar  una recuperación completa. Nada que ver con la gravedad de una lesión isquémica cerebral.

Con cierto retraso he comenzado mis visitas programadas. Mis disculpas aceptadas por los pacientes que han ido entrando. El próximo día  me levantaré un poco antes en previsión de posibles casos urgentes como el de hoy. Buenas noches y recordar no dormir apoyados sobre el mismo lado toda la noche. Aunque durmiendo… ¿cómo recordar lo que no se debe hacer? Buena pregunta.
 

Carretera de les aigües
Barcelona
 
                                        

martes, 6 de noviembre de 2012

Las neuronas de Cajal

 
Al  fin salió.  Entre caracoles, pero salió. Espontaneo, actual, sobre la marcha, de acuerdo, no obstante, más de sesenta  entradas sin nombrarle... Mis disculpas, don Santiago. En cualquier intento de divulgar los conocimientos actuales sobre el funcionamiento del cerebro, usted  merece un altar. Aunque con retraso, ahí va el mío.
 
Con mil dudas y tres amigos de la carrera me trasladé a Madrid  para  escoger plaza de residente. La sala magna del hospital Ramón y Cajal abarrotada. Llegaba uno de esos momentos que determinan toda una vida. Me había pasado tres años como asistente en un servicio de Medicina Interna  y lo único que tenía claro es que me decantaba por las áreas médicas. Y llegó mi turno. Y escogí una de las  especialidades que más me motivaba  en  un hospital cuyo nombre  le obligaba a ser puntero  en el campo de las neurociencias. Nueva ciudad, nuevas puertas, experiencias, una mezcla, un impulso, un nombre: Ramón y Cajal. Luego llegaron los encantos y desencantos, cinco años entre pasillos, batas y enfermos, pero esa es mi historia y hoy quería dedicar la entrada a este extraordinario  científico.  
 
Dicen que Santiago Ramón y Cajal había heredado el carácter  recio y tenaz de su madre y la paciencia de su padre. Aún así, inmerso en una sociedad miope y sin apenas medios, cuesta creer que se adelantara en tantos descubrimientos a otros científicos de sociedades mucho más avanzadas. Talento  e imaginación; Pasión y esfuerzo; una mente increíblemente dotada para la investigación;  sus milagrosas armas.
 
Talento e Imaginación. Con las técnicas de tinción y microscopios de esos tiempos, el tejido cerebral parecía una red de fibras interconectadas. A  Cajal  se le ocurrió estudiar el tejido nervioso de embriones de pollo. Así identificó la neurona;   la unidad celular del sistema nervioso. Más de 100.000 millones de neuronas interconectadas entre sí para hacer posible el milagro de pensar, amar, soñar, hablar. Unidades celulares, como otros órganos. Merecido premio nobel, maestro.
 
Pasión y esfuerzo. Trabajando hasta el final de sus días a los 82 años…  por cierto, mientras escribía  el capítulo sobre el envejecimiento cerebral  de mi libro “el cerebro al descubierto” anduve de librería en librería buscando uno suyo  el mundo visto a los ochenta años” y no hubo manera de  encontrarlo, al parecer, descatalogado. Con mi libro ya publicado, hace dos veranos,  aluciné al verlo entre las manos de mi padre, rescatado de sus estanterías, le apetecía releerlo ahora que se aproximaba  a esos años. Te lo dejaré en herencia, me dijo. Fantástico legado, padre, no el libro -aunque también- sino  este tipo de detalles,  tan tuyos.  
  
 
 
                                              
 
 
 
 
 
 



jueves, 1 de noviembre de 2012

La memoria del caracol

 
De niña tenía mis particulares entretenimientos. Ni camiones ni muñecas, recuerdo lo que me divertía coger saltamontes; acercar mi mano sigilosamente y de un movimiento rápido agarrarlos antes de que emprendieran su espectacular salto. Lo mismo con los cangrejos agazapados entre las rocas;  en silencio y sin mover ni un músculo, esperaba  a que aparecieran y... zash…  los cogía manteniendo firme mis dedos entre sus pinzas delanteras. Coleccionaba mariposas, metía en potes las arañas encontradas mientras recogíamos moras. También recuerdo lo  que disfrutaba tratando de aprisionar ranas. Ya adolescente, tuve un perro. Yuma. Y montaba a caballo. Aficiones todas ellas esfumadas, como la  bajada en bicicleta sin manos por un camino de tierra bastante empinado  que me llevaba desde la casa donde nos reuniamos el grupillo del verano  hasta el pueblo.

Así es la vida, las aficiones cambian, “lo que antes era gozo se vuelve fatiga,  eso es envejecer”  escribió Hermann Hesse. Pero  mi intención de hoy no era añorar etapas vitales ni  aficiones entre perdidas y olvidadas,  mi intención era  hablar de  caracoles y,  en concreto, de la Aphysia:  un caracol marino sin concha sobre el que  Eric Kandel  y su equipo de investigadores realizaron innumerables estudios para comenzar a entender los mecanismos cerebrales que hacen posible el aprendizaje y la memoria.

Santiago Ramón y Cajal fue el primero en sugerirlo: el  proceso de aprendizaje podía estar relacionado  con cambios morfológicos duraderos en las SINAPSIS o ese diminuto espacio de comunicación entre neuronas. Pero, ¿cómo demostrarlo? Se calcula que una sola  neurona puede llegar a recibir más de 10.000 conexiones sinápticas. ¿Cómo encontrar esos cambios? La busqueda de un recuerdo específico, puestos a buscar imposibles.

En neurociencias, la elección de animales con sistemas neuronales muy elementales ha sido clave. Eric Kandel escogió a la Aplysia.   Ahí va una pequeña sintesis de sus experimentos y conclusiones. Se  somete a estos caracoles al aprendizaje entre la asociación de una descarga eléctrica y una señal que indica la aparición de ese estimulo eléctrico nocivo.  Acaban aprendiendo a retirar la cola antes de la descarga.  Mediante las inevitables disecciones, se  comparan las neuronas  antes y después del aprendizaje. Descubren  cambios significativos en las SINAPSIS. Y así hasta elaborar  la explicación más convincente de cómo se codifican los recuerdos; el proceso de potenciación a largo plazo. Tranquilos, si se resume con gracia, hasta se puede llegar a entender, aunque lo dejo para otro día. Hoy  solo adelanto que  cada vez que dos neuronas se disparan juntas se fortalece su enlace y con el tiempo quedan permanentemente unidas formándose una determinada memoria. Una memoria. Dos neuronas unidas para siempre. Un recuerdo. Por cierto, no recuerdo que hacía con mis caracoles recolectados; ni probarlos, cangrejos si comíamos, vivos, los hervíamos, me temo que así se continuen cocinando.       
 
Imágenes Google
Sin nombre