lunes, 20 de mayo de 2013

El futuro sobre ruedas


Sobró lluvia, faltó  sol,  la lavanda aún sin flor. Fantásticas  las viñas, las ostras, la compañía, el jaguar, algunos vinos y pueblos deliciosos. Estupendo viaje.  !Cómo cunden cinco días en ruta sin más fastidio que cumplir los horarios de los restaurantes franceses!  Vivir el momento lo eterniza, te refresca.  

¿Cómo os imagináis el futuro?  Pregunta al viento, como tantas otras, relajados mientras cenamos;  obsesionados con el trabajo y el otro día leí un  interesante artículo   que lo ponía en tela de juicio como concepto  incuestionable.  Van saltando temas, puntos de vista, opiniones; de la natalidad a la alimentación, la salud; puestos a imaginar,  imagino un hospital donde se entre   por  un tubo a modo de cinta corredera y se salga  con el diagnóstico y tratamiento oportuno.   

El futuro de la medicina. Tantos filos por pulir; de la longevidad excesiva donde se sobrevive en condiciones demasiado extremas sin que encontremos respuestas a cómo intervenir con acierto,  a la genética capaz de clonar seres humanos; padres que  regresan al mundo a modo de bebes nacidos  de uno de sus pelos, ciencia cada vez menos ficción, avances que bien encaminados pueden ser de enorme utilidad para la humanidad… o no, mejor regresar a las cavernas, como sugerí en una reciente entrada. Sin embargo,  a nivel colectivo, sólo soy capaz de visualizar naves industriales llenas de personas centenarias a cargo de  máquinas tipo  robots,  jóvenes  a la suya más que amables hijos dedicados a sus padres. Así pues,  más que imaginar, prefiero  planear  viajes donde desconectar.  Por cierto,  de regreso,  el campo del Empurdà estaba esplendoroso; bañarme en el mar, sol y paseos,  deseando comience el buen tiempo, aunque,  antes, renovadas las pilas,  me espera una semana donde resolver problemas médicos  con la historia clínica como principal arma diagnóstica.  Y es que, por muchos avances que podamos llegar a imaginar,  las bases sentadas por Hipócrates - el gran médico de la antigua Grecia, el gran  Hipócrates de Cos, 460a. C.-  son y seguirán siendo indispensables tanto para el diagnóstico como para el tratamiento.  Hasta otro día, amigos, ahora toca colgarme al teléfono, la Provenza da para muchos elogios. 
 
Jaguar R.C
La Provenza Mayo 2013
 
 
                                           

                                                                       

 

martes, 14 de mayo de 2013

Prepararse para la carrera


Echándole de menos, casi cinco meses, cinco extraños meses durante los cuales me  ha reconfortado el  convencimiento de que  mi presencia a lo largo de todo el proceso de su enfermedad  le sirvió de  apoyo  tanto práctico  como anímico. En otras palabras, su calidad de vida, su etapa  final  fue  mejor  gracias a tener un médico en casa.

Múltiples son los problemas que van surgiendo a lo largo de determinados procesos médicos; elección de especialistas, pruebas, ingresos, intervenciones quirurgicas, tratamientos, complicaciones, toma de decisiones.  Y es que la medicina no es blanco  o negro, el camino está lleno de desvíos, curvas y rectas que pueden conducirse con mayor o menor habilidad. El médico de familia es una pieza esencial en el proceso de seguimiento y  coordinación,  si bien, recae sobre el propio paciente  demasiado peso como para estar llamándole todo el día. Meses de conformarse o no con dolores, molestias, beneficios y efectos secundarios de distintos tratamientos... vivir el día a día con la tranquilidad de saber que mañana  tal vez  se encontrará mejor o quizá no, pero si no, pues se buscará la mejor solución dentro de las distintas alternativas en función de lo que él, como paciente, escoja vivir. Unos decididos a luchar cueste lo que cueste, otros más serenos,  resignándose a lo más aconsejable desde el punto de vista médico, otros tirando la toalla; cada cual con su personalidad, sus deseos y miedos, su criterio dentro de las dificultades de entender la medicina en sí misma, la enfermedad, lo que le ocurre y lo que  le  puede ocurrir ante  tal o cual tratamiento.  Imposible no equivocarse en alguna  de las múltiples decisiones. Más que errores, decisiones que quizás hubiera sido mejor  no tomar cuando ya se han tomado. Asumirlas y seguir conduciendo con la tranquilidad de saber que al lado te acompaña alguien que te conoce y que -dado sus conocimientos médicos- el camino inevitable será el mejor de los posibles. Así vivimos esos meses. Así se vive la enfermedad. Todo muy complicado. La mayor de las aventuras vitales.

Se suele afirmar que para tomar decisiones médicas es preferible una cierta distancia con el paciente. Cierto. Pero, especialmente  para el médico.  Encontrar el equilibrio; apoyarse en especialistas, médico de familia;  así lo hicimos.  Por supuesto,  básicos e indispensables  -mi gratitud eterna a todos ellos-  pero el camino, el día a día, los sustos y problemas, sin un médico en casa… me imagino al  familiar escritor,   peluquero,  abogado o ingeniero… todos reconvertidos en médicos al final del camino. Los que hallan pasado por este trance saben de lo que hablo,  a los que ni se lo imaginan; va por vosotros, amigos, prepararos para la carrera.  Marcho unos días  a la Provenza, me esperan viñedos,  lavandas y quesos franceses, hasta la vuelta.



Noches estrelladas de la Provenza
Van Gogh


                                  



                                       

sábado, 11 de mayo de 2013

¿Qué memoria me está fallando?


Desde hace un par de semanas tengo una mancha de barro en la mampara de mi moto. Está esquinada y no me quita visibilidad por lo que el asunto no es urgente, pero, cuanto antes la limpie, mejor. Pues bien, cada vez que me subo a la moto, veo  la mancha y me acuerdo  que no recordé  limpiarla  y, en ese momento, pues no es momento de regresar a casa en busca de una bayeta o trapo mojado. Así llevo un par de semanas. ¿Qué clase de memoria es la encargada de avisarme que debo limpiar la mancha en el momento oportuno y no cuando la veo y ya no es el momento oportuno para limpiarla?   ¿Qué tipo de memoria me está fallando?
 
Si queremos entender en qué consiste la memoria, por qué nos falla y que podemos hacer para mejorarla, lo primero que tenemos que  entender es que no existe una única memoria como función cerebral, sino que se trata de una actividad mental compleja compuesta por distintos estadios o fases y, a su vez, existen distintos tipos de memoria. Distintas fases y distintos tipos. La primera y esencial división: dos grandes bloques; la memoria consciente y la memoria inconsciente; cada uno de ellos con sus particulares circuitos neuronales  de alguna manera  interrelacionados. En otras entradas  hablaremos de todo ello. Hoy toca hablar de la memoria que me está fallando. La memoria de trabajo.
Cada día nos enfrentamos a multitud de tareas. Hacer esto, hacer lo otro. Parece sencillo, pero, mientras hacemos algo y nos acordamos de una tarea que deberíamos hacer después, eso que dejamos para más tarde debe de quedar en reserva en alguna parte de nuestro cerebro,  de lo contrario ¿cómo nos acordaríamos de hacerlo? Es decir, de alguna manera, el cerebro nos avisa que mantiene esa tarea guardada en los entramados de la memoria y que ha llegado el momento oportuno de realizarla.  ¿ De qué memoria estamos hablando? Estamos hablando de un tipo especial de  memoria llamada de trabajo.  Constantemente estamos programando actividades para realizar después de… vas al baño, ves unas pastillas, recuerdas que antes de cenar debes tomarlas… ves un libro en el suelo y optas por recogerlo después. Ves una mancha en la mampara de tu moto y queda la tarea pendiente a realizar. Te propones  parar en  una gasolinera y limpiar la manchita que ya está bien de ir con manchitas por la vida. De hoy no pasa. Así llevas dos semanas. El lunes, al subirme en la moto, volveré a ver la manchita, volveré a maldecir  mi memoria de trabajo. ¡Con cuánta frecuencia olvidamos la tarea que pensamos hacer si no actuamos de modo inmediato! Y es que la memoria de trabajo -función ejecutiva localizada en los lóbulos prefrontales-  es la más humana de las memorias y la que se ve más afectada a medida que envejecemos. Tranquiliza, pero ya está bien con la manchita.  El lunes  me prometo a mi misma limpiarla. Ahora mismo me levanto, cojo un spontex y lo dejo en el suelo frente a la puerta de salida.  No tengo previsto invitados para el domingo - menos mal-  estaré todo el día fuera, me espera  una comida en casa de una íntima amiga   con sobremesas tan entretenidas como largas.  El lunes, al verlo en el suelo, me acordaré. Cómo salga distraída y me suba a  la moto y vea la manchita y me acuerde del spontex olvidado  en la puerta de salida,  me pego un tiro.


Foto  entrada F por Alicia Nuñez

 

martes, 7 de mayo de 2013

Regresar a las cavernas


Me he quedado sin gas. Sin gas en el sentido práctico y no tan práctico.  En lo que respecta a lo práctico; rápida solución, caliento el agua en la vitrocerámica  de la cocina  y  utilizo un jarrón de barro -más pequeño de lo que me gustaría- para ducharme. Un placer que me recuerda a una estancia en Tanger  hace unos cuantos años  donde una gran tinaja de agua fría  nos revitalizaba de buena mañana. Cuando dentro de unos días me arreglen el calentador, incluso creo que echaré de menos este rudimentario modo de ducharme; un placer especial, quizá por la novedad,  el caso es que estoy  pensando en comprarme una tinaja grande y pasar  del gas,  hasta que llegue el invierno, al menos.

Regresar a las cavernas. De hecho, ya de niña disfrutaba  descubriendo   cuevas   por las montañas cántabras;  capitaneaba grupos, recuerdo un momento especialmente brillante; un día me perdí, grupo incluido, serena, aparenté controlar la situación, al fin, encontré la salida.

Regresar a las cavernas; velas y un ordenador -a ver cuando  inventan baterías  de larga duración-; olvidarme de facturas, seguros, goteras, electrodomésticos que se estropean. No dilapidar fortunas en gastos miles prescindibles y,  con ese dinero, por ejemplo,  organizar una ONG para ayudar  a personas de edad avanzada con sus estupendas pensiones que ni les cubre  lo mínimo de lo mínimo. Pero, pasa el tiempo, se nos va la vida, la  energía, el dinero en gas.   

Regresar a las cavernas. Allí dónde se gestaron los primeros besos, amores,  palabras, dibujos.  Revisar el tema de la evolución de la humanidad para un capítulo de mi libro el cerebro al descubierto me hizo reflexionar. Las pinturas de las cuevas de Altamira en Santillana del Mar (Santander) -esas cuevas que de niña visitaba con mi familia incomparablemente más aburridas que mis cuevas escondidas por las montañas de  Comillas-, se estima son de hace unos  14.000 años. Hay grabados en Bilzingsleben, Alemania, con una antigüedad de 450.000 años. Pinturas que nos acercan a los primeros pasos de nuestro cerebro creativo; la belleza de las formas; capacidad contemplativa. Tema  de enorme interés,  si bien,  lo que realmente me impresiona es que hace tan sólo 14.000 años viviéramos en cavernas. ¡Qué rápido han sucedido los cambios en nuestro modo de vida!  Regresar a las cavernas, regresar  a la esencia y resurgir;  un cerebro creativo  ya en marcha,  no le vendría mal,  nada mal,  pienso, ¿ Qué pensáis vosotros? buenas noches.   
 
 
Pinturas cuevas de Altamira
 
           



 
 
                                    

 

viernes, 3 de mayo de 2013

De sorpresa en sorpresa


De sorpresa en sorpresa, la última me ha recordado a una película de hace un montón de años. Lunas de papel. Ryan O’Neal y su hija -una niña rubia con aspecto angelical- llamando a la puerta de las casas de personas recién fallecidas  previamente seleccionadas por la correspondiente revisión de esquelas. La biblia; creo recordar era el libro encargado por el difunto antes de morir y que ahora sus familiares debían abonar. Realmente, entre la vida y la muerte queda un vacio tremendo, demasiada distancia, vértigo y desconcierto, además de oportunistas y ladrones más o menos rubios.

Durante la enfermedad se sufre, se muere  por dentro y por fuera, sanos y enfermos, pero mientras el corazón late, su mera presencia te ayuda a vivir, reír, desconectar, incluso dormir. Luego llega el vacío, la vida pasa a ser otra cosa.  Y nuestro cerebro se muestra desconcertado. Supongo que es un cúmulo de vivencias y sensaciones que se resumen con la palabra llamada duelo.

Adaptación al medio. En eso estamos. Y hablando de duelos, se me ocurre hablar de esta maldita crisis. O no, mejor otro tema, la primavera, el buen tiempo, el viaje a la Provenza en  Jaguar programado para dentro de un par de semanas, cuatro en la carretera, lo siento, pero hoy no logro encontrar el tema docente habitual en cada una de mis entradas. La palabra duelo no me inspira más que vacio, un nudo a desenredar... ya lo tengo, - el tema, no la solución a lo que solo soluciona el tiempo- una joya del pensamiento: George Steiner y su libro errata que se adentra  -entre otros campos- en  su gran pasión por la literatura y la música con la maestría de esas personas únicas e imprescindibles.  En relación al  enigma de  si se  originó primero  la palabra o la música, aporta una reflexión para enmarcar;  la música está constituida por una inhumanidad elemental en el sentido de que es ajena a la verdad y falsedad. Mientras que la música no miente, no puede mentir, la falsedad de la vida es una función irrecusable del lenguaje. Así pues, además de leer a Steiner, más música y menos palabras, amigos, en especial para los que nos encontramos en plenos trances o duelos, o como la música se nos ofrezca a acompañarnos, buen fin de semana.


Foto entrada F. por A. Nuñez
Photo Katarina