domingo, 17 de noviembre de 2013

El mundo de hoy



He viajado a Viena con el libro de Stefan Zweig (1881-1942) “El mundo de ayer, memorias de un europeo” más que una autobiografía, el destino de toda una generación que le tocó vivir  dos guerras mundiales, puntualiza en el prologo  el autor. Cómo vienés, judío, escritor, humanista y pacifista… toda una referencia que me apetecía releer aprovechado las dos horas y media de vuelo a una ciudad a la que me hacía especial ilusión visitar recordando un viaje familiar hace un montón de años. Y de nuevo mi padre en una nube. Ya me lo adelantó una prima mía en el funeral.  A partir de ahora lo tendrás  mucho más presente. Razón y corazón, nostalgia de fondo, un punzonazo en cada esquina,  cariño eterno. Entusiasta de este esplendido escritor, devorador de sus libros publicados en la editorial  Acantilado… sigamos con Viena.

Señorial, uniforme quizás en exceso, bella y serena, pasear por el centro de esta ciudad  te traslada de inmediato  a la Viena de principios del siglo XX que tan magníficamente describe Zweig;  vida interior,  amor por la cultura, conservadora pero, a su manera, respetuosa y receptiva, crítica y exigente comenzando con ella misma. “El arte siempre alcanza la cima allá donde se convierte en motivo vital para todo un pueblo” La ciudad de Strauss, Haydn, Beethoven, Mozart… de Freud... de Stefan Zweig entre otros grandes poetas y escritores nacidos o acogidos en esta ciudad de cafés y tertulias, teatros, librerías, museos…  cuesta  imaginarla inmersa en el foco de las dos grandes guerras mundiales que devastaron Europa, bestial jaula de atrocidades,  cuesta  tanto que,  simplemente, paseas,  te sientas en sus cafés, como a comienzos del siglo XX,  la misma sensación de  bienestar y seguridad, mirando  a las guerras y hambrunas de épocas anteriores como si se tratara de un tiempo superado en que la humanidad era menor de edad y no lo bastante ilustrada… sucedido lo sucedido... evidente comentario:  abiertos o incluso cerrando los ojos,  no olvidemos la historia.  Por cierto, el paraguas en la maleta hasta aterrizar en Barcelona, lo siento por los austriacos del vuelo, me alegro por nuestra ciudad y el poco verde que tenemos.


Foto:  Isabel Güell
Opera viena                                    
                                    




domingo, 10 de noviembre de 2013

Henry y Cato


Este verano pasé un par de semanas deliciosas  absorbida por la historia de “Henry y Cato” de Iris Murdoch. Dos personajes frágiles e  inmaduros   ante su destino;  de esas novelas que entre paseo y paseo, baños, cenas con amigos.. te complementan el día, te aportan y entretienen,  te hacen sentir, casi  vivir  la vida de sus protagonistas; perfectas para el verano. Con “el mar el mar”  descubrí a esta gran escritora irlandesa; su manera de captarte, trazar personajes y enfrentarlos a la vida y sus decisiones, con “Henry y Cato”, definitivamente, a sus pies, su pluma, ligera y  natural,  novelesca, certera y absorbente; un placer, el placer de la lectura.
 
Como neuróloga especializada en el adulto son muchos los problemas del lenguaje que acuden a mi consulta: dificultad para  encontrar la palabra adecuada o anomia, pérdida brusca o progresiva de la capacidad para hablar o entender. Lenguaje motor y sensitivo; hablar y escribir versus entender y leer. Desde hace años, se conocen las distintas áreas cerebrales implicadas en cada una de estas funciones relacionadas con el lenguaje. Nos manejamos con la seguridad de quien sabe donde se encuentra el fallo  y sus causas. Pero, en concreto, sobre la dislexia  o dificultad en el aprendizaje de la lectura y escritura  que aparece de forma inesperada en un niño con coeficiente  de inteligencia normal, poco sabemos o sabemos mucho más por lecturas que por experiencia dado que corresponde al neuropediatra  dicha consulta.

En mi caso, cuando escribí el capítulo sobre el lenguaje de mi libro divulgativo “el cerebro al descubierto”, me sumergí en este tema  a base de lecturas especializadas; aprendí sobre lo que se sabe y lo que aún no se sabe pero se está camino de saber, sobre lo que se desconoce y sería vital conocer para enfrentarse a este frecuente problema del niño cuyo diagnóstico no siempre es sencillo debido a las amplias variaciones dentro de la normalidad. Me remito a mi libro donde trato de resumir lo que aprendí y que puede servir de línea de partida para ampliar conocimientos sobre el tema a los padres que ven como sus hijos más listos que el rayo se ven abocados al fracaso escolar si no se les ayuda con programas individualizados en manos expertas que  recurren a los conocimientos actuales de cómo se organiza el procesamiento normal de la lectura y escritura en el cerebro para tratar de corregir este grave déficit de aprendizaje,  conocimientos que distan mucho de ser suficientes, pero, se avanza, se avanza… Paciencia y resignación a medias, qué remedio, me dirían los padres de estos niños más listos que el rayo. Clases individualizadas, esfuerzos extra… lo que no aprenda un niño… pienso, cerebros como esponjas frente a los cerebros del adulto que poco tienen de esponja y  muchas capacidades limitadas por no haberlas desarrollado a tiempo. Ventanas de oportunidad, otro día, para otro día, “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” los refranes son mi debilidad, lo reconozco.
 
Foto entrada en Facebook
 
 
 

 

viernes, 8 de noviembre de 2013

El último concierto


El último concierto; esplendida; actores, guión… y  Beethoven.  En una entrada de este blog comenté mi pasión o más propiamente  sintonía   infinita hacia sus sonatas de piano; desde hace muchos años, mientras escribo,  baño,  leo… me acompañan, envuelven, llenan de algo así como una serena  profundidad.  Pues bien, el último concierto me ha aportado otro compañero de viaje; otro flechazo de por vida; el cuarteto para cuerda Opus 131 de B. Escuchas música y no basta,  de repente, la descubres, te empapa,  eso me ha ocurrido, deseando llegar a casa para seguir escuchandola.

La escena en que la que el violonchelista del cuarteto acude a una neuróloga preocupado por su incipiente torpeza con los movimientos finos de su mano  y, ésta, solo verle entrar arrastrando un poco la pierna y con el brazo algo pegando al cuerpo sin el balanceo habitual,  ya intuye, ya sabe, explora con habilidad lo que debe explorar para confirmar su impresión diagnóstica: enfermedad de Parkinson, me ha trasladado a mi consulta.  

Día tras día, visita tras visita, el médico, como quien se pasea por su casa,  diagnostica enfermedades sobre las que disponemos de tratamientos  para aminorar los síntomas y enlentecer su curso evolutivo, pero poco más. La esperanza de un presente más o menos aceptable;  clavo no ardiente al que hay que aferrase. Si de momento  puede tocar el violonchelo, pues fantástico, muy probablemente, en unos cuantos meses,  lo tocará con más dificultad, imposible en concierto... pero, por lo demás,  usted siga su vida, tome esta medicación y  procure  moverse, andar...  ah.. y no deje de tocar el violonchelo,  aunque lo toque peor, magnifico ejercicio para su  agilidad manual. Ánimo y vuelva dentro de tres meses. Más o menos, así. Luego entra otro paciente; con suerte, un paciente que se encuentra mucho mejor desde que toma la medicación que le indicaste  por sus frecuentes migrañas. Y te alegras. Te olvidas del otro paciente hasta que al cabo de tres meses vuelve más o menos con las mismas quejas; quizás un poco mejor desde que inició la medicación; sigue tocando  el violonchelo aunque sus dedos no responden al nivel  exigible; el ultimo concierto; te invita.

Mientras escribo esta entrada, alguna pausa, pausas donde respiro y cierro los ojos y escucho la música de fondo; cuarteto para cuerda  opus 131. Suena un movimiento lento, como en casa, pasión y sin apenas luz, esperanza.  El último concierto, ya me contareis.


Foto: Xavier Miserachs
El  Born 1964



viernes, 1 de noviembre de 2013

Aturdimiento o mareo cefálico

Llego de dar un paseo  matutino por  el Raval  y he entrado en el CCCB para ver  la recién  estrenada exposición sobre Espriu.  De nuevo el lenguaje y su excepcional trascendencia, no obstante, en esta ocasión, no voy adentrarme entre sus lineas.  Sencillamente, hoy tengo un día espeso. Aturdimiento, un no sé  qué dentro de mi cabeza  que podría llamarse pereza mental, acompañado  de  una muy leve sensación  de flotación, como me comentan muchos  pacientes que acuden a mi consulta. Sensación o malestar que con frecuencia  llevan semanas o meses notando. Algún día, o momentos, no la notan, sin embargo, dicha sensación -que cuesta deficir por imprecisa-  vuelve a aparecer, día  tras día, no les  impide seguir  su ritmo de vida, pero casi; preocupados.   

De médico en médico, otorrinos, cardiólogos, traumatólogos...  el paciente suele tardar en acudir al neurologo. Nada más sentarse  y referir este tipo de mareo tan característico como subjetivo e inespecífico, sé perfectamente  que su exploración neurológica será normal. No obstante, la exploración neurológica es sagrada;  así que paso a realizarla.  Eso si, dirigida al problema en cuestión, cómo en cualquier oficio, la experiencia  evita perderse  por las ramas.  Comienzo pidiéndole que  se mantenga de pie con las piernas juntas y los ojos cerrados; prueba llamada  de Romberg. Durante unos segundos,  observo si se mantiene firme o se tambalea. Por sorpresa, en la espalda, un pequeño empujón  para  ver si  aguanta la posición.  Luego le indico que camine lo más natural posible de lado a lado de la consulta, y posteriormente con un pie delante del otro. Sentado en la camilla, con un pequeño y característico martillo de neurólogo, le exploro los reflejos. A continuación le pido estire  los brazos al frente  y los mantenga en dicha posición con los ojos cerrados. Paso a valorar la coordinación motora. Los brazos en cruz, bien extendidos, con la punta del dedo indice debe tocarse la punta de la nariz.  Confirmado mis sospechas iniciales; ante un mareo tan inespecifico, la exploración neurologica suele ser normal. Cómo único hallazgo, en ocasiones,  un mínimo tambaleo en la prueba de Romberg; demasiado mínimo como para darle valor patológico.

Ahora toca lo más dificil. El paciente busca una explicación a su mareo y ningún especialista se la ha dado, como si se lavaran las manos, y él continua con su mareo, como no va a tener nada. Algo debe de tener. Explicarle que  tampoco presenta a nivel neurológico una causa que jutifique el cuadro sin que salga más desesperado de lo que ha entrado, no es tarea de principiante.  Nada que haga sospechar en un proceso intracraneal, ni tumores ni nada  significativo. Mejor, mucho mejor, claro, mejor que  un tumor cerebral  cualquier cosa, pero.. ¿Entonces ? Sin necesidad de palabras, eso está pensando el paciente.

Pues, entonces, como ocurre con muchos síntomas que uno tiene y los médicos no encontramos causa alguna,  entonces el origen del mareo probablemente no sea otro que el stress, la ansiedad que sale al exterior de muy diversas maneras. Mareo de probable origen psicosomático, apunto en la historia clínica. De evidenciarse contractura de la musculatura paracervical, se   pauta  una medicación suave al acostarse que  le ayudará  a dormir y relajar la musculatura. Si no mejora,  ya encontraremos la solución,  intentando animarle; técnicas de relajación, un  psicólogo o psiquiatra especializado en síntomas psicosomáticos…  le aconsejo vuelva a visitarse en unas semanas, mientras me despido y noto que se marcha algo más tranquilo que cuando entró, no del todo convencido. Ahora que pienso… la próxima vez, me pondré de ejemplo…  hoy me siento algo aturdida, cierta sensación de pesadez  cefálica… “El ultimo concierto” he quedado para ver esta película que me han recomendado, a ver si me despaja la mente.  Ya os contaré.

 
 
Cielo del Báltico: Gloria Gauger