viernes, 13 de junio de 2014

El primer gazpacho de la temporada


De inmediato, me he sentido  identificada. Tal vez en unos días, acaso nunca; tan frecuente, tan probable. Temprano por la mañana, entrando en mi hospital, ella saliendo; papel en mano, la mirada  perdida en el presunto  informe. Discreta, camina erguida, lágrimas en los ojos. Más o menos de mi edad.  Momento crítico.

Abres un informe: Tumor. Cancer.  Antes de asumirlo y  ponerse en marcha para combatirlo; un vuelco, un vacio de tiempo y miedo. Esperando el ascensor, el encuentro con un colega amigo distrae mi mente.  Ya en la consulta…   algo cambia,  como si la bata te protegiera de esa empatía, esa sensación de hermandad, ahora le toca al otro, mañana a ti. La suerte y  la  facultad de toma de decisiones  que nos traslada de un lugar a otro,  me ha conducido a un despacho lleno de luz; dos grades ventanales, un jardín, arboles. Satisfecha, relajada,  los pacientes entran y no se curan por mi nuevo despacho, no obstante, la tranquilidad que desprende es gratificante; un microclima donde los  problemas de salud se exponen abiertos, íntimos, esperanza que se respira rodeada de vegetación.

La variedad en la consulta del neurólogo es la norma. Una cefalea crónica que ha mejorado con el tratamiento para deshabituarse de los analgésicos que tomaba día sí y día también.  Un trastorno de la marcha parkinsoniano que se mantiene estable e incluso la exploración muestra que ha mejorado algo con respecto a la anterior visita, a pesar de que el paciente se muestra desanimado, apenas camina… ejercicio, ejercicio, le explico que es vital para él y su proceso neurológico:   andar, nadar,  una fisioterapia especializada le puede ayudar a mejorar su calidad de vida.  Algun cuadro de mareo  inespecífico no suele faltar;  el paciente se sienta trasmitiendo hartazgo, desasosiego, una bolsa llena de pruebas sin hallazgos significativos.  Si  no ha apreciado mejoría con la medicación pautada,  toca cambiarla. Probemos un antidepresivo. Si, si, ya sé que no está deprimido, pero,  siendo sincera, no sé qué hacer con su mareo. Por probar  no perdemos nada. Descartado una causa  cerebral, cervicales o de oído, quizás la tensión o stress que acumula  - quién no acumula stress en estos tiempos tan complicados- esté jugando un papel más relevante de lo que el paciente trasmite o es capaz de trasmitir.  Esta mediodía, la agenda llena, alguna urgencia,  he llegado algo tarde a comer.  Mientras me sirvo una taza de gazpacho – el primer gazpacho de la temporada-  me acuerdo de la mujer  informe en mano,  sus lágrimas discretas,  quizá  también estará tomando su primer gazpacho de la temporada.
 
 Foto. Carlos Smithzs