lunes, 19 de septiembre de 2016

Juego de supervivencia magistral

Como ya comenté, estoy iniciando una novela de no ficción. Entre mi trabajo, congresos, mi compulsivo interés por el idioma inglés y este libro en marcha, poco tiempo me va a quedar  para mi estimado blog, no obstante, seguro que encontraré algún hueco ante cualquier caso relevante e inspirador. Ventajas de no tener cenas familiares, maridos, ni programas de televisión que me apetezcan ver. 

Esta mañana no me he quitado  el sombrero porque solo llevamos bata, pero  me lo habría quitado frente a esta paciente y su magistral recurso para entretenerse y de paso trabajar su memoria. Hoy era su primera visita pero por lo que he podido apreciar mucho me temo que presente una demencia degenerativa tipo enfermedad de Alzheimer en un estadio más o menos inicial, aún razonando bien, muy perdida su memoria reciente e incluso su memoria inmediata como enseguida veréis.

Ronda los 80 años pero con buen estado general. Vive sola aunque tiene un hijo en el piso de arriba y una hija que no vive lejos. Viene acompañado por el hijo. Este dato lo comento pues llevo tiempo observando que   la misión de acompañar al médico a los padres cada vez más recae sobre los varones, cierta lógica. Sin duda, un gran salto social  hacia delante, satisfactorio, justo. Eso de que la carga del cuidado de nuestros progenitores recaiga sobre el género femenino ésta comenzando a estar tan  anticuado como el que el hombre trabaje y la mujer se quede en casa, imparable. Aún falta.

Siguiendo con el caso de mi paciente. Encantadora y estupenda mujer que no da demasiada importancia a lo que le pasa, incluso se nota que añade cierto sentido del humor en su vida y en sus explicaciones. Hablando de sus actividades cotidianas, viuda, vive sola, se entretiene como puede, juega a cartas, me comenta. Estupenda actividad para su cerebro, le respondo, así se relaciona con más gente y de paso trabaja su memoria. Juega sola, me dice sin añadir drama alguno. Solitarios, mi abuela también hacia solitarios, le comento. No, no, juega a no sé qué juego de cartas que es para dos personas. Alucino un poco, dejo que siga explicándose, evitando demostrar abiertamente mi extrañeza pero al mismo tiempo interesada en cómo demonios es posible que juegue sola a un juego de dos.

Pues muy sencillo, me explica. Se coloca en una mesa,  ella misma contra ella misma frente a frente. Cuando le corresponde  jugar,  mira sus cartas, las cartas que tiene en ese momento entre sus manos, las analiza, elige la que considera más adecuada para desprenderse de ella o coger otra o las reglas del juego  que sea, y, una vez realizado la opción oportuna, no se cambia de sitio ( quizás podría cambiarse )  mira las cartas de su contrincante y escoge el movimiento que considera mejor. Dado que no tiene memoria, no retiene las cartas de su oponente que acaba de ver apenas hace un segundo, asi pues,  ningún problema, como si fueran dos. 


No he podido evitar sonreír, comentarle que me parece una brillante idea, a patentar, si este juego contra sí mismo fuera rentable. No sé si me atreveré a aconsejarlo a algún otro paciente, pero me ha parecido genial, una obra maestra de supervivencia, de vivir con los recursos que nos quedan, eso es vivir, señores, tomen nota para cuando a muchos de nosotros nos llegue esa etapa.  Buenas noches y buenas cartas. 


                                    




sábado, 10 de septiembre de 2016

La memoria remota

Agradable verano. Muy productivo. El inicio de mi nuevo libro. Las diez primeras páginas de una novela de no ficción. No tardas ni una línea en darte cuenta que este modelo de literatura sigue su propio ritmo. Un ritmo que semeja al buceo. Monólogo interior. Te sumerges y sales a flote, descansas, vuelves a sumergirte. Pasado y pensamiento que requieren tocar fondo sin ahogarse. Contenta con mis primeras páginas, claro el formato, mi voz y hacia donde.

De vuelta a mi consulta, esta primera semana ha sido menos agotadora de lo que temía. Desayunando sin prisas, fin de semana, me viene a la memoria un paciente  con una consulta poco habitual  y en clara relación con mi proceso de libro ya en marcha.

Desde siempre le había extrañado apenas recordar nada de su pasado remoto, pero, desde que vive en pareja, su pareja es una máquina de lo contrario, su infancia, mil anécdotas sobre la universidad, sus viajes… no es normal lo mio, insiste preocupado. Realizó tres carreras y sobre las materias que estudió, ni los nombres. Si le preguntan sobre sus amigos de la infancia, apenas nada. Por lo demás, rinde bien, a sus 47 años está pensando en retirarse y disfrutar del golf y otras aficiones, tan buen gestor de sus ingresos que  sigue realizando a la perfección.

Le adelanto que lo que realmente preocupa a nivel neurológico son los fallos de la memoria reciente, la capacidad de aprendizaje, los problemas de atención que pueda tener en su día a día. En cambio, el pasado remoto no suele ser un problema patológico de relevancia. Compruebo con un rápido test de memoria que su maquinaria de ésta y otras funciones cognitivas está en perfectas condiciones. Paso a hacerle unas cuantas preguntas generales del pasado. datos de conocimiento general, ningún problema.
Me quedo pensativa. La ciencia ha puesto de relieve que  los recuerdos del pasado los reconstruimos cada vez que los recordamos, un sistema neuronal organizado para olvidar, retener lo esencial, por mi parte, lo que recuerdo de mi carrera son días aislados, unos cuantos amigos que he seguido viendo o más o menos en contacto, eso y una película de vida que podría reconstruir en base a emociones que llevo dentro, un conjunto, algún detalle que quedó grabado por su impacto y poco más. A base de bucear, sacaré trozos de mi historia y los encajaré con lugares,  antepasados, sus logros y legado, ya en marcha.
A punto de sugerirle  que intente lo mismo; sentarse frente el ordenador y abstraerse en su pasado. Sumerguirse y disfrutar del resurgir a la superficie, de su presente y las historias de su novia que sin duda tiene  más trabajada su memoria remota, más dotada, más capacidad para reconstruirla, menos bloqueado su pasado que, por otra parte, en el caso del paciente, no refiete ningún trauma especial que explique su problema.

Para su tranquilidad, le pido una RNM craneal y le aconsejo un seguimiento periódico  a ver como retiene a partir de ahora, su rendimiento, su capacidad de aprender cosas nuevas, fijarse y concentrarse. Pensando en mi libro y el gratificante esfuerzo que está resultando reconstruir mi pasado remoto, palabra a palabra, abstraerme en la esencia de lo que fue y no fue. Ya de  vuelta al ruedo de lo cotidiano, feliz aterrizaje,  queridos amigos.  

Comillas
A. L y L