De inmediato, me he sentido identificada. Tal vez en unos días, acaso nunca; tan frecuente,
tan probable. Temprano por la mañana, entrando
en mi hospital, ella saliendo; papel en mano, la mirada perdida en el presunto
informe. Discreta, camina erguida, lágrimas en los ojos. Más o menos de mi edad. Momento crítico.
Abres
un informe: Tumor. Cancer. Antes de asumirlo y ponerse en marcha para combatirlo; un vuelco, un vacio de tiempo y miedo. Esperando el ascensor, el encuentro con un colega amigo distrae mi mente. Ya
en la consulta… algo cambia, como si la bata te protegiera de esa empatía,
esa sensación de hermandad, ahora le toca al otro, mañana a ti. La suerte y la facultad de toma de
decisiones que nos traslada de un lugar a otro, me ha conducido a un despacho lleno de luz; dos grades
ventanales, un jardín, arboles. Satisfecha, relajada, los pacientes entran y no
se curan por mi nuevo despacho, no obstante, la tranquilidad que desprende es gratificante; un microclima donde los problemas de salud se exponen abiertos,
íntimos, esperanza que se respira rodeada de vegetación.
La
variedad en la consulta del neurólogo es la norma. Una cefalea crónica
que ha mejorado con el tratamiento para deshabituarse de los analgésicos que
tomaba día sí y día también. Un
trastorno de la marcha parkinsoniano que se mantiene estable e incluso la
exploración muestra que ha mejorado algo con respecto a la anterior visita, a pesar de que el paciente se muestra
desanimado, apenas camina… ejercicio, ejercicio, le explico que es vital para
él y su proceso neurológico: andar,
nadar, una fisioterapia especializada le puede ayudar a mejorar su calidad de vida. Algun cuadro de mareo inespecífico no suele faltar; el paciente se sienta trasmitiendo hartazgo, desasosiego, una bolsa llena de pruebas sin hallazgos significativos. Si no ha apreciado mejoría con la medicación pautada, toca cambiarla. Probemos un
antidepresivo. Si, si, ya sé que no está deprimido, pero, siendo sincera, no
sé qué hacer con su mareo. Por probar no perdemos
nada. Descartado una causa cerebral, cervicales o de oído, quizás
la tensión o stress que acumula -
quién no acumula stress en estos tiempos tan complicados- esté jugando un papel
más relevante de lo que el paciente trasmite o es capaz de trasmitir. Esta mediodía, la agenda llena, alguna urgencia, he llegado algo tarde a comer. Mientras me sirvo una taza de
gazpacho – el primer gazpacho de la temporada-
me acuerdo de la mujer informe en mano, sus lágrimas discretas, quizá también estará tomando su primer gazpacho de
la temporada.
Foto. Carlos Smithzs