El
viernes fui a recoger mi analítica. No temblando, pero casi. Pánico del médico
frente a su propia salud. Ingresar,
operarse, vías y sueros, noches sin dormir, el dolor y la enfermedad que un día
u otro llegará.
Un
poco elevado el colesterol y francamente bajo el nivel de vitamina D. Por lo
demás, perfecto todo. Un alivio que ya preveía, pero el miedo es más emoción
que razón. Lo cierto es que me encuentro más cansada de lo habitual, la edad no
perdona, pero viendo a Mercedes Milá piernas arriba y abajo en el Chester del
presentador Risto Mejide, a años luz, a
pesar de que me lleva unos cuantos. Es
evidente que ella no está todo el día sentada frente a un paciente o el
ordenador, seguro que hace ejercicio, cuida su dieta, el peso, lástima que su
exceso de vitalidad le conduzca a un cierto descontrol en cuanto a lo que dice
y como lo dice. Inteligente y aguda, entusiasmada con su dieta o enzima
milagrosa. Y llegó el químico.
La batalla servida. A menudo me
encuentro entre conversaciones de amigos, más amigas que amigos, hablando de la
virtud de esta planta, esa varita mágica que los médicos tras tanto estudiar no
hemos sido capaces de descubrir y, en vez de utilizar extracto de ese milagro
para curar el cáncer, nos dedicamos a dar quimioterapia al paciente, por lo
visto, por pura afición. He aprendido a no entrar en discusión, me contengo, en
el caso de alguna amiga muy amiga, trato de darle la vuelta a la conversación y
aleccionarlas respecto a que en el campo del cuidarse y alimentarse correctamente,
tienen su marco de acción. Por el contrario, en el de la enfermedad, al menos
respeten nuestra lucha por tratar de investigar y encontrar tratamientos
adecuados para curar o paliar su evolución. Implacables enfermedades como el
cáncer, una lucha que ojalá curara una enzima milagrosa o esta o esta otra
planta. Desesperante.
El
químico en cuestión, simplificó su explicación. Acusó a su contrincante de
utilizar la televisión para difundir falsedades. Y Mercedes Milá se lanzó al
ruedo. Le atacó como una flecha directa a su barriga. Nada tenía que ver con el
tema de la enzima excepto que, efectivamente, al químico le sobraban kilos muy
localizados en el abdomen y, su
contrincante, gracias a una dieta, ejercicio físico o tanta energía
desbordante, se mantiene en una forma aparentemente envidiable.
Señores.
Mi propia experiencia. Cualquiera dieta saludable llevada por un nutricionista
competente previa supervisión por un médico u endocrino, cualquiera, suele
reducir peso, mejor si se realiza lentamente, mes a
mes hasta conseguir el peso ideal. Controlar el sobrepeso, colesterol, la
tensión arterial, el azúcar, no fumar, evitar el alcohol, medidas básicas para
prevenir enfermedades vasculares. Y, por cierto, mirarse la vitamina D en
sangre; vital para fijar el calcio en los huesos y evitar o frenar la
osteoporosis tan frecuente sobretodo en mujeres. Ni enzimas milagrosas, ni
otros milagros. Andar, comer sano y no fumar, por cierto, más de una amiga de
las que me hablan de varitas curativas, fuma. El tabaco es un más que reconocido y estudiado veneno con más de
4000 sustancias añadidas, 400 tóxicas, 40 canceríferas. A ver si de una vez lo
retiran del mercado. No se entiende. Contenta con mi análisis, contenta de que
el martes empieza la primavera, ganas de sol y mar hasta que la enfermedad me
lo impida. Mientras tanto, toca cuidarse.
foto entrada facebook
A. N. Autor?
A. N. Autor?