Hablar de la eutanasia es hablar de un tema que debería estar ya convenientemente regulado. Con sus luces y sus sombras no puede ser que el peso
de un acto médico en si mismo recaiga sobre el familiar o el amigo solo
frente a un momento tan delicado. Pues resulta que esta afirmación que ahora la
siento tan evidente hasta esta mañana no la tenía tan clara.
“ La profesión médica debe llegar a una conclusión, debe
mojarse; cuánta razón, pienso mientras
leo una entrevista a un médico que hace
ya catorce años terminó con el sufrimiento de una paciente ante las suplicas de
su familiar lo que le supuso la consecuente denuncia de su hospital, la pérdida de su trabajo, un
coste personal brutal que ahora nos cuenta en una representación teatral donde
cada noche mediante un monologo se expone ante el público que, seleccionado al
azar, terminada la obra, interviene como jurado para votar sobre su inocencia o
culpabilidad. Brillante.
Delicadísimo tema. Me
imagino a tantas personas en tantas
residencias en el limbo de la vida que ya no es casi vida pero que no por ello
vamos a decidir por ellas llegando con
una inyección terminal por mil motivos que se pueden ir ampliando de modo
peligrosísimo. La medicina no está para eso; tampoco está para no ayudar en
determinados casos tan evidentes como el de una persona que padece una
enfermedad degenerativa motora que
progresivamente le ha ido mermando hasta
ya no ser ni siquiera capaz de coger un vaso
con sus propias manos y acabar voluntariamente con su vida.
Desde mis primeros años en el ejercicio de una profesión que
se dedica a paliar dolor, sufrimiento, mejorar síntomas y calidad de vida,
curar enfermedades, la medicina ha ido avanzando en todos estos retos
incluyendo la conducción de un final lo más dormido posible para el paciente ya
en su final. Pero aún quedan casos en
manos de familiares o amigos que ejercen de médicos cuando no lo son. A la
profesión médica le toca de una vez por todas mojarse y ayudar también en esos
casos. Por supuesto, incluyendo la objeción de conciencia para el médico. Celebraré
mi muerte, se llama la obra que arrasa en Madrid y pronto llegará a
Barcelona. “Le ayudé a morir porque creo, ante todo, en la vida” deseando ir a escuchar tu monólogo, apreciado colega, doctor Marcos
Hourmman.