jueves, 24 de abril de 2014

Demencia o despiste


Ostras, ostras, la segunda vez en quince días.  En esta ocasión, entrañable sorpresa incluida. Soy Diego, te has dejado las llaves en el contacto. No te preocupes, soy un buen chico. Y su teléfono móvil incluido en la nota.  Mi moto nueva a salvo de mis despistes y ladrones gracias a este estupendo ciudadano -además de buen chico-. Antes de darme por demenciada, reflexiono en busca de una explicación razonable.

Encuentro  dos buenas excusas. La primera. Novedades en la acción.  Paras la moto, apagas el motor, pones el caballete. Y, en esta moto, bajo el sillín, se puede dejar el casco. Para ello, es preciso abrirlo apretando un botón que solo funciona si el motor está encendido, así que la llave se mantiene forzosamente en el contacto más tiempo que en mis anteriores motos. La segunda es  de caracter social. Aparcando la moto, en las dos ocasiones, el encuentro repentino con una persona conocida, alteró  el dado alegremente por supuesto buen rendimiento de mis entramados neuronales encargados de no dejarme la llave de la moto en el contacto y marcharme tan pancha.

Me encantaría dedicar esta entrada a los Diegos del mundo;  amabilidades y bondades; me encantaría, no obstante, sobre amabilidades y bondades solo puedo referirme al buen rollo que me despiertan los Diegos de turno y, en cambio, algo sé sobre la memoria después de años de estudio, pacientes, dos libros divulgativos sobre el tema. Un avance. Como experta en memoria y conocedora de mi misma, mucho me temo que volveré a dejarme la llave puesta en el contacto, sin embargo, al menos, durante unas semanas, mis neuronas habrán tomado nota de tanta historia, espero.

Sobre la memoria podría decir tantas cosas que no sé por dónde empezar.  Comenzaré por un error de peso. A menudo se tiende a generalizar. Para entenderla es preciso lo contrario; desmenuzarla; tener muy presente que no existe una sola memoria sino que se trata de una función mental compleja compuesta por distintos estadios o fases – registro, retención, evocación-  y también existen distintos tipos de memoria: la memoria inmediata, la reciente la de largo plazo, la memoria de trabajo. Memoria visual, verbal… Memoria semántica. Memoria episódica. Un sinfín de matices, olvidos, detalles en interrelación constante con otras funciones mentales superiores: percepción, lenguaje, atención… ATENCIÓN Y MOTIVACIÓN  como pilares básicos de la memoria.  Al menos, durante unas semanas, prestaré atención a mis llaves, mi moto, mi casco… Y, después de estas semanas de entrenamiento, confío en que  el piloto automático de mi  memoria inconsciente -que funcionaba a la perfección con mis anteriores motos-  entre sus pasos  incluya  el meterme la llave en el bolsillo una vez colocado  el casco bajo el sillín.  Ya os contaré.

Foto; Mauricio Vergara
Entrada F. A. Nuñez



domingo, 13 de abril de 2014

Traslados y salud mental


Ya está. Después de unos meses tirando trastos, propaganda, papeles y más papeles Ya está. Mi vida profesional, historias clínicas incluidas, reubicada. Contenta. Mi casa, que más que una casa se había convertido en  un trastero de libros y revistas de relevante contenido científico como para tirarlas a la basura sin sentir cierta nostalgia y muchas dudas; esto si, esto no; demasiada  acumulación de  espacio, peso y polvo en la era internet. En fin, justo ahora que comienza el buen tiempo y apetece calle y cenas fuera,  mi casa vuelve a estar  lista para recibir.

Los traslados son un auténtico coñazo -sin perdón- no obstante, una vez resueltos, pasas página, te limpian, ordenan, impulsan hacia ese anhelado u obligado cambio, en todo caso, regenerativo. Respecto a ello, me viene a la memoria una anécdota simpática que se entiende mejor si uno conoce a la protagonista. En pleno traslado de vivienda. Muy enfadada con su novio. Un novio futuro, inexistente en ese momento. Molesta con él pues, cuando apareciera, ya sería tarde, tarde dado su ausencia durante el traslado. Original, genial, amiga. Sigamos con los traslados.

¿Deberíamos trasladarnos más? o  ¿Deberíamos trasladarnos menos? ¿Qué es bueno para la salud mental? Ni idea. Reflexiono sobre el tema a nivel personal. La monotonía es cómoda y, si uno evita acomodarse en exceso, deja espacio y tiempo para la reflexión. Así pues, al menos es dudoso que nuestro cerebro necesite tanto traslado teniendo en cuenta que el verdadero cambio está en  nuestro interior, y ese cambio no precisa  por norma de traslados, sino  de otras cosas, qué cosas, a saber.  Además, a partir de cierta edad... cambiar, cambiar, poco se cambia y el traslado supone un agobio excesivo para mentes que procesan más lento, se caen con facilidad, sin ayuda levantarse es misión casi imposible. Trasladarse o no. En todo caso, contenta con mi traslado, a tiempo... ¿cuando es tiempo y cuando ya no es tiempo? pues, depende, amigos, que por desgracia ya sabemos que la edad vuela, pero si uno se ve con fuerzas y ganas para un traslado... pues animo y mucha suerte,  ojo con la espalda. 

Foto: X. MIserachs
El Born 1964
Barcellona