Referendum
pactado. Reflexión y pacto. Probablemente la única solución a este conflicto abierto en canal o
estallado de tanto estirarlo. Y no para
contentar. Y no porque sea una defensora
de ese concepto llamado derecho a decidir cuando en democracia estamos votando
año si y año también a los partidos que defienden las ideas que más se
aproximan a las nuestras. Lo llevo pensando y diciendo desde hace años. Pero, ahora, llegado a este punto, ahora, guste más o guste menos, indispensable necesidad para todos.
Para
todos. Pero, en especial, para los que estamos firmemente convencidos de que
Catalunya es una sociedad de destino
compartido con el resto de España y su separación no comportará más que problema
tras problema durante no se cuanto tiempo y todo ello sin que exista razón más allá de un sentimiento de identidad
propia nacional que durante estos años de democracia no sólo se ha respetado
sino que afirmaría sin titubeos se ha
mimado escrupulosamente. Y, referéndum pactado, en especial, también, para el
conjunto de españoles que estos días y desde hace tiempo está
respirando una especie de desprecio absolutamente inmerecido, respecto al cual, estoy
convencida, no es compartido por la gran mayoría de catalanes. Pero, para poder
demostrarlo, necesitamos votar,
votar y votar y así dar voz a los que reclaman una voz que no la encuentran como yo la encuentro
cada vez que voto en unas elecciones ya sean generales o autonómicas.
Menudos
días estamos viviendo. Intentar tomar una cierta distancia y aprender del
momento; mi consigna. Que cada uno encuentre sus mecanismos. Por mi
parte, mi consulta me tranquiliza enormemente. Entran y salen pacientes de
todas las ideas y edades con la ilusión de que mis consejos médicos les mejore
su calidad de vida, les resuelva esa cefalea
diaria, ese caminar inestable, una memoria que ya no es la que era y que
a ver si resulta que están iniciando la enfermedad de Alzheimer. Todos o
prácticamente todos, alucinados con el momento que estamos viviendo, muy críticos, disconformes y preocupados con esta deriva a donde nos están conduciendo entre unos
y otros.
Y me
acuerdo de Pascual Maragall; su empatía, su capacidad de liderazgo en beneficio
de todos. Y me acuerdo de mi padre y su honestidad en todos los ámbitos de su
vida y de un modo extremadamente escrupuloso en el ejercicio de la política.
Y esta mañana de sábado la he pasado entretenida en el MACBA
en busca de algún poema de Brossa. Y esta tarde acabo de leer una
entrevista al escritor Javier Cercas que arranca con esta reflexión “Lo
que sucede en Catalunya no es
cuestión de lengua sino de poder” continua con una frase de Goethe “Todos somos esclavos de la ley, para que podamos
ser libres” y finaliza como un suspiro de aire ¿Y si rematamos esta
entrevista con algún estímulo favorable? Estamos vivos ¿Le parece poco? Ah… y
ahora, viendo Truman, buena película sobre la vida… y la muerte.