«Nuestro
tiempo es el tiempo de lo que todo se acaba…» así arranca el
ensayo de Marina Garcés titulado Nueva
Ilustración radical. Un pequeño libro de apenas 70 páginas para reflexionar
sobre el tiempo que nos está tocando vivir. ¿Hasta cuándo tendré empleo? ¿Hasta
cuándo viviré con mi pareja? ¿Hasta cuándo
resistirá el planeta? ¿Hasta cuándo creeremos en la democracia? Sin duda, estamos en el tiempo del hasta cuándo.
Unas
simples líneas iniciales me han enfrentado de bruces a la realidad del momento..
En cierta manera, perdidos, un tiempo que suena a rendición, insostenibilidad. Cierro el libro y me pongo a
escribir. Seguro que la autora pretendía engancharme con este arranque y pasar
posteriormente a exponer sus soluciones, sin embargo, demasiado arranque para toda una tarde de
domingo por delante.
Antes
de abrir este libro acababa de hablar por teléfono con un amigo muy querido que
me ha contado sus preocupaciones respecto a la adicción a los videojuegos que
está observando en su hijo de13 años. Según
su visión de padre inteligente, el problema no radica tanto en las horas que
dedica a ello, sino en la absoluta falta de interés que demuestra en el resto
de actividades. Enganchado a los videojuegos, el tiempo que pasa realizando
otras tareas es tiempo en blanco en espera de lo que de verdad le motiva. Preocupante, cierto, le comento que debe ser
muy habitual en los adolescentes de hoy en día,
le escucho sin aportarle soluciones pues imagino que sabe perfectamente
que existen psicólogos especializados en ello. Escuchar y preocuparme por el
cerebro de este adolescente que acude cumplidor a las clases de golf de los
domingos esperando que llegue la tarde para ponerse delante de la pantalla y
disfrutar de su adicción. Pues una adicción a deshabituar es lo que presenta
este adolescente. Adicción imagino compartida con millones de adolescentes de
las sociedades llamadas avanzadas.
Menuda manera de empezar una tarde de domingo. «Con todos los conocimientos de la humanidad a nuestra
disposición, solo podemos frenar o acelerar nuestra caída en el abismo». Otra de
las frasecillas lapidarias de esta filósofa en el arranque del libro comentado.
Insostenibilidad del planeta, insostenibilidad del capitalismo en sí mismo. ¿Hasta
cuándo podremos los seres humanos aguantar las condiciones de vida que nosotros
mismos nos imponemos sin rompernos (individualmente) o extinguirnos (como
especie)? Preguntas que apuntan directamente a nuestra fragilidad, a nuestra finitud. No sigo. Imprescindible, un paseo, música de Bach y aire fresco, menos mal que en Barcelona tenemos
mar y el mar se nos muestra infinito.
Interesantísimas reflexiones, estimada colega. Quiero creer que también la esperanza, lo mismo que tu precioso Mediterráneo, puede ser infinita.
ResponderEliminarMil gracias por tus comentarios.. veo que tienes blog.. entrare¡
ResponderEliminarAceptar que todo se acaba es quizás el tránsito necesario para vivir el presente como eternidad.. lo malo es quedarse en el tránsito, sin poder recuperar el pasado, en el que vivíamos con la osadía que da la inconsciencia de la finitud, ni poder acceder a vivir el momento con presencia plena... en el tránsito vivimos con nostalgia, miedo y destellos de la belleza de ese presente eterno. Así lo vivo yo, querida prima.
ResponderEliminarEso.. en el tránsito...que bien verte por aquí.. kiss prima
ResponderEliminarLa finitud nos acompaña junto con nuestra eternidad. Es curioso y casi contradictorio, es la moneda con la que estamos acuñados.
ResponderEliminarFinitos en lo material y Eternos en esencia.
Casi como el Arte (bellisimo).
Mil gracias por tan interesantes comentarios que enriquecen mis reflexiones. Un abrazo
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