No soy experta en talentos. Más bien, lo contrario; detecto al vuelo el deterioro cognitivo del adulto. De hecho, cada vez que entra en mi consulta una persona mayor, algo dentro de mí se alegra. Serán las arrugas, el pasado acumulado, el trato; el caso es que mis neuronas sintonizan especialmente bien con las suyas, se comunican con mucho más acierto y comprensión que ante ejecutivos estresados o adolescentes mudos, en guerra o mimados por sus padres, con su cerebro social en plena fase de desarrollo (conviene recordarlo). Ver a Messi con seis años y un balón en los pies, además de una delicia, invita a reflexionar.
¿Es innato el talento o se puede desarrollar? Los expertos en el tema afirman que todos los cerebros humanos son creativos en sí mismos. Cerebros creativos a disposición del talento. El talento de un genio surge a raudales con solo abonar mínimamente el terreno. Pero, por desgracia, no es lo habitual; suerte, esfuerzo, motivación, pasión, tenacidad… entre otras condiciones necesarias para que se desarrolle el talento en la inmensa mayoría de los mortales.
Ser médico no se aprende en las aulas. Ser escritor, tampoco. Caminando, hice mío el camino, encontré dos campos donde sembrar. Es decir, mis limitados talentos me los he ido currando (para que me entiendan los adolescentes con habilidades por descubrir) Entre línea y línea, no dejo de darle vueltas al video de Messi. Su evidente don natural para el futbol no ha sido lo que me ha llamado la atención; lo que me ha dejado perpleja ha sido verle correr con el balón como si fuera hoy… y tenía seis años. Cómo si de alguna manera hubiera nacido con ese glorioso recorrido por el campo grabado en su código genético. Los trazos del pincel de Picasso acaso también en el suyo. No se me ocurre otra explicación.