Hace un par de días, paseando por el Louvre, recordé unas reflexiones de George Steiner que se encuentran en su libro Errata; uno
de mis libros más admirados, osea que probablemente lo habré ultizado antes como referencia en alguna entrada anterior. A través de un lenguaje fluido e intenso, directo y profundo, erudito y al mismo tiempo de una sencillez admirable, te introduces en su pensamiento y te induce a
reflexionar sobre tus propias opiniones; un sabio, uno de los grandes.
Sigamos con mi paseo. La inmensidad del Louvre
está francamente bien resuelta bajo esa genial piramide de luz y modernidad; tres grandes zonas; tres féminas
como referencia mediática: la Gioconda, la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia.
Dos horas de margen - escasísimo margen-, suficiente para las pretensiones de mi paseo. Sin prisas, relajada, mirando sin apenas detenerme…
“Crecí
poseído por la intuición de lo particular, cada hoja difería de las demás en
cada árbol… el detalle podía no tener fin… ¿Cómo pueden los sentidos, cómo puede el cerebro imponer orden y
coherencia en el enjambre de la existencia?...” se pregunta Steiner… y yo con mi paseo a la inversa; esculturas,
antigüedades, objetos, pinturas… al vuelo y, sin embargo, en cierta manera, integrada; cultura, belleza, historia, humanidad... algo en lo que también
profundiza Steiner en su libro Errata:
estudiantes de la universidad de Oxford a la suya pero empapándose de sus paredes, su
cultura; así me sentí en mi paseo tempranero por el Louvre; un
paseo como de campo, entre arboles y flores; esculturas, pinturas, infinidad de detalles pasados por alto pero con la sensación de que mi cerebro salía enriquecido de la
visita. La luz de un día soleado en Paris, a buen seguro potenció el optimismo
de mis neuronas. Contemplación y reflexión interior… pregunta tras pregunta, se
pregunta Steiner… ¿Qué es un clásico? ¿Por qué pervive a lo largo del tiempo, en
distintas lenguas y en sociedades cambiantes? El clásico nos interroga cada vez
que lo abordamos. El modo en que nos atrapa, las exigencias que nos
plantea y las preguntas que nos formula
son a un tiempo las más sutiles y las más urgentes. Pues eso, amigos,
Paris, un maravilloso clásico. Por
cierto, a la Victoria de Samotracia no la encontré por ninguna de las tres entradas, a la Gioconda la vi de lejos taponada por brazos, móviles y camaras fotografiarla tras su
cristal protector y sobre la Venus de Milo... pues que decir... diosa griega del amor y la belleza; no me sedujo.