Ando
preocupada por la pérdida de mi impulso literario. De nacimiento tardío, más o menos a mitad de la treintena, viviendo en Mallorca, mar y vuelos de ida y vuelta, un amor rematadamente asimétrico, pasión y
desesperación, válvula de fuego, tomando
cuerpo, creció muy dentro, encontró su voz, su espacio, hasta cinco libros; novelas y divulgación
científica; horas que vuelan entre palabras, el placer de encontrarlas, la
fuerza de crear, imaginar personajes, una historia. Feliz y equilibrada, entre mis libros y mis pacientes, no sé bien
que ha pasado. En mente, varias razones.
La
enfermedad de mi padre pudo ser el detonante; prioridades donde la realidad se impone. Pero,
el enfermo era él, yo únicamente sufrí por lo que pudiera sufrir él, traté de ayudarle en la toma de decisiones - una tras otra, sin respiro- para su mejor vivir o más
propiamente morir; aciertos y no tan aciertos, el desgaste. Poco debí escribir. Luego se fue, casi tres años sin ese lector
prioritario; estimulo esencial, posiblemente.
Las
redes sociales. Entras y lees, picoteas por ahí, escribes una frase oportuna,
una reflexión, una entrada en tu blog. Suficiente,
posible. Pues menudo impulso literario el mío si al fin ha quedado barrido por
este modo de creatividad en minúsculas. Pero, puede ser, coincide en el tiempo.
La
dificultad extenuante por encontrar editor. La ilusión mientras escribes; me lo
quitarán de las manos. Pues sí, de mano en mano, lo
siento no encaja en mi línea editorial. En mi caso, habrá influido, aunque no lo siento como determinante. Mientras escribo o escribía, el impulso va o iba mucho más allá
de su publicación. Vida interior, mío, pasión, tiempo que fluye como
un soplo de vida; palabras, historias, personajes. Y el editor... por sentado. No me resisto a claudicar en este aspecto, si algo es bueno, encontrará editor: no son
tontos.
La
edad. Ayer estuve en la presentación de
los nuevos diarios del poeta Jaime Gil de Biedma. A los 25 años de su muerte salen a la luz. En vida, a una edad que hoy en día se considera de plena madurez… dejó de publicar. De vocación muy temprana, ya había escrito su pozo, su destino. A partir de ahí, repetirse. Pues tampoco lo veo claro. Por una parte, la edad implica más experiencia, más perspectiva… magníficas herramientas. Por otra, -no hay que engañarse- habitualmente también conlleva menos vitalidad, menos lectores
que te importan y ya no están… No sé, una amiga me cuenta una teoría al parecer francesa… se envejece a
golpes, caídas y remontadas, cuando ya te ves camino abajo… de modo
insospechado, remontas. A ver si es verdad. Buen fin de semana soleado, amigos.
Presentacion Libro
Diarios JAime Gil de Biedma
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