Su expresión al entrar en mi consulta no engañaba. Sobrinas de un matrimonio mayor sin hijos, acudían sin la paciente para mostrarme las pruebas solicitadas en la primera visita realizada hacía apenas un par de semanas, pero ya me podían adelantar que el tratamiento que había pautado a su tía había resultado más que satisfactorio. Èxito o milagro. Aunque con prudencia, ya podía caminar.
Mujer de más de 85 años, desde hacía
meses se mostraba incapaz de dar dos pasos y a pesar de diversas
consultas médicas realizadas nadie les había informado de posibles causas ni
tratamientos. La edad, la edad y sus múltiples problemas de salud que terminan
por limitarnos hasta el punto de no poder caminar sin una causa sino muchas; la
espalda, las rodillas, debilidad general, inestabilidad… Apreciación que debe tratarse
de concretarse al máximo para conseguir algún éxito de vez en cuando. Éxito de
la medicina y éxito de la observación clínica.
En este caso, la evidencia del
principal problema que impedía caminar a la paciente quedaba enmascarado por la
sobreprotección de sus acompañantes –marido y sobrinas- que, en cuanto la mujer
trataba de incorporarse de la silla, se lanzaban a ayudarla e impedían
visualizar lo que realmente le ocurría.
Así pues. Mi primer acierto. Pedir a los acompañantes que se sentaran y pasar
a explorarla sin su ayuda. Sin
levantarla de la silla, valorar la fuerza de sus extremidades, la rigidez,
reflejos. Nada. Ni déficit motor ni otros datos neurológicos que explicaran su
imposibilidad para caminar.
Tocaba verla levantarse, caminar. Fijé las ruedas de la silla y la ayudé a incorporarse. Un miedo evidente, pero
confiada ante mi atención y ayuda,
apenas necesité ayudarla. Una vez en pie, la evidencia de su problema.
Temblor ortostático. De pie,
imposible dar ni un paso pues le aparecía un temblor de todo el cuerpo
invalidante. Atribuido a un supuesto
miedo a caminar, ni la paciente ni los familiares, habían nombrado la palabra
temblor durante la anamnesis o recogida de datos de su historia clínica que se
realiza previa a la exploración física.
Un temblor de mayor o menor intensidad,
invalidante o no, pero que, por lo general, se trata de un temblor benigno al
no acompañarse de otros síntomas de la enfermedad de Parkinson, enfermedad que
suele manifestarse con una gran variedad de problemas motores, pero, que,
cuando cursa con temblor, éste es de reposo y no de actitud.
Un temblor que suele responder al
tratamiento con propanolol en el sentido de disminuir su intensidad aunque no
lo elimina ni cura el proceso tras un tiempo de tratamiento. En el caso de mi paciente, un temblor que
había respondido a dosis bajas de dicha medicación de modo algo más evidente y
satisfactorio para la calidad de vida de lo que habitualmente suele responder.
Un éxito de la experiencia en la
práctica clínica del paciente neurológico que a pesar de los enormes avances en
pruebas diagnosticas que facilitan el ejercicio de la medicina, continua
sustentándose en la anamnesis y la exploración física rutinaria sin más armas
que una camilla, un pequeño martillo y la observación y rigor en dicha historia clínica inicial. Quien no sabe lo que busca, no sabe lo que encuentra.
Estudiantes y no tan estudiantes; un tan sencillo como aleccionador caso para
todos.