Ahora que pienso, me doy cuenta que el otro día minimicé en exceso el papel de la química en
el enamoramiento. Al resaltar que se trata de la consecuencia y no
la causa, dejé de lado su incuestionable importancia. Y, su importancia es tal que, sin el desencadenamiento de esa cascada de
sustancias químicas, el amor, el amor por excelencia, el amor romántico, pasional; una de dos; o no sería, o sería algo muy distinto, imagino, mucho menos palpitante, mucho menos peligro, mucho más soso; así que hoy toca hablar de química.
Enamorarse es un estado mental. Repentino, o no, es un estado en el que se altera la percepción, la conducta de la persona enamorada. ¿Cómo? Pues porque en el cerebro de dicha persona se van
a producir una serie de cambios químicos, en gran medida, determinantes de lo que va a ocurrir. La
ciencia del amor, investigadores como Helen Fisher autora del libro ¿Por qué amamos? nos los explican con
precisión. Eduard Punset, grandísimo divulgador científico, también nos lo
traduce con sabiduría de experto comunicador. En resumen, los síntomas que experimenta la persona enamorada se deben
fundamentalmente a tres sustancias químicas: DOPAMINA, NOREPINEFRINA, SEROTONINA. La dopamina y la noepinefrina -estimulantes muy potentes- aumentan sus niveles,
mientras, la serotonina, disminuye. En este cóctel químico se explica el amor y sus consecuencias tanto físicas como mentales.
Plantearse explicaciones científicas a como estas sustancias químicas actúan sobre la conducta es, sin duda, un ejercicio apasionante. Ahí van unas cuantas. La persona amada se convierte en el centro de todo (la dopamina y norepinefrina ayudan a focalizar la atención) Miramos al amado como algo único y nuevo ( la dopamina favorece el aprendizaje de estímulos novedosos) Buscamos la manera de tener cosas en común (la dopamina se asocia con la motivación y las conductas para alcanzar un objetivo concreto) Recordamos el más mínimo detalle del tiempo pasado juntos (la norepinefrina aumenta la capacidad para recordar estímulos nuevos) No podemos pensar en otra cosa (la serotonina, al disminuir, provoca un pensamiento obsesivo)….
No cabe duda que la ciencia ha comenzado a dibujar la escenografía cerebral de Romeo y Jullieta; un glorioso baile de sustancias quimicas en estado tan puro como alocado. Y ¿qué áreas cerebrales participan? Explorando el cerebro de una persona enamorada dentro de un aparato de resonancia funcional se comprueba que además de activarse varias zonas de la corteza cerebral, más adentro, en su interior, se encienden dos áreas fundamentales; el área ventral tegmental y el núcleo caudado. Estructuras a disposición de la pasión. Amor y odio. Porque resulta que el amor y el odio se parecen en muchos aspectos como resaltan los científicos estudiosos del tema. Hasta otro día, amigos, que me llaman por una urgencia y no precisamente de amor.
Foto: entrada en Facebook: Jordi Esteva