Invisible; de nuevo el placer de leer a Paul Auster. Siempre elegante, fluido, sin sorpresas te sorprende. Desde las primeras páginas, natural, te atrapa en el espiral del protagonista, te adentra en sus principales temas de reflexión: la identidad, el azar, ese azar extraño, sospechoso, demasiada casualidad, coincidencias que determinan nuestras vidas, el destino a la vuelta de la esquina, inquietud que personalmente comparto, me intriga de modo especial. Por ejemplo, una pareja cualquiera ¿Cómo se conocieron? ese momento de cruce, una fiesta a la que uno de los dos estuvo a punto de no asistir y una llamada le animó finalmente a ir… destino, casualidad, azar… qué gran juego para un escritor. Y me pregunto ¿Vivirá Paul Auster pendiente de sus obsesiones o las limitará a sus libros? Con mis conocimientos sobre la mente y su funcionamiento, me lanzo a responder.
Al escribir: te descubres, avanzas, profundizas. Cuando piensas: reflexionas, analizas. Mientras vives: en ocasiones, te emocionas... te enfadas, ríes, lloras... pero la mayor parte del tiempo nuestra mente se encuentra en un estado de conciencia peculiar: despierta, aunque sin pensamientos concretos ni emociones; un estado que el prestigioso neurocientífico Antonio R. Damasio define como sentimiento de fondo: una especie de consciencia sutil, relajada, mientras metemos la ropa en la lavadora, vamos a la compra o entramos en un café... así me gusta imaginarme a Paul Auster; inmortal cuando escribe; como cualquiera de nosotros cuando vive: enfadado o alegre, con ese sentimiento de fondo libre de obsesiones paseando por Brooklyn.
Foto entrada F. Alicia Nuñez