De niña tenía
mis particulares entretenimientos. Ni camiones ni muñecas, recuerdo lo que me
divertía coger saltamontes; acercar mi mano sigilosamente y de un movimiento
rápido agarrarlos antes de que emprendieran su espectacular salto. Lo mismo con
los cangrejos agazapados entre las rocas;
en silencio y sin mover ni un músculo, esperaba a que aparecieran y... zash… los cogía manteniendo firme mis dedos entre
sus pinzas delanteras. Coleccionaba mariposas, metía en potes las arañas
encontradas mientras recogíamos moras. También recuerdo lo que disfrutaba tratando de aprisionar ranas. Ya
adolescente, tuve un perro. Yuma. Y montaba a caballo. Aficiones todas ellas
esfumadas, como la bajada en bicicleta
sin manos por un camino de tierra bastante empinado que me llevaba desde la casa donde nos reuniamos el grupillo del verano hasta el pueblo.
Así es la
vida, las aficiones cambian, “lo que
antes era gozo se vuelve fatiga, eso es
envejecer” escribió Hermann Hesse. Pero
mi intención de hoy no era añorar etapas
vitales ni aficiones entre perdidas y olvidadas, mi intención era hablar de caracoles y, en concreto, de la Aphysia: un caracol marino
sin concha sobre el que Eric Kandel y su
equipo de investigadores realizaron innumerables estudios para
comenzar a entender los mecanismos cerebrales que hacen posible el aprendizaje y la
memoria.
Santiago
Ramón y Cajal fue el primero en sugerirlo: el proceso de aprendizaje podía
estar relacionado con cambios
morfológicos duraderos en las SINAPSIS o ese diminuto espacio de comunicación
entre neuronas. Pero, ¿cómo demostrarlo? Se calcula que una sola neurona puede llegar a recibir más de 10.000
conexiones sinápticas. ¿Cómo encontrar esos cambios? La busqueda de un recuerdo específico, puestos a buscar imposibles.
En
neurociencias, la elección de animales con sistemas neuronales muy elementales ha sido clave. Eric Kandel escogió a la Aplysia. Ahí va una pequeña sintesis de sus experimentos y conclusiones. Se somete a estos caracoles al aprendizaje
entre la asociación de una descarga eléctrica y una señal que indica la
aparición de ese estimulo eléctrico nocivo. Acaban aprendiendo a retirar la cola antes de la
descarga. Mediante las inevitables disecciones, se comparan las neuronas antes y
después del aprendizaje. Descubren cambios significativos en las
SINAPSIS. Y así hasta elaborar la explicación más convincente de cómo se codifican los
recuerdos; el proceso de potenciación a largo plazo. Tranquilos, si se resume
con gracia, hasta se puede llegar a entender, aunque lo dejo para otro día. Hoy solo adelanto que cada vez que dos neuronas se disparan juntas
se fortalece su enlace y con el tiempo quedan permanentemente unidas formándose
una determinada memoria. Una memoria. Dos neuronas unidas para siempre. Un recuerdo. Por cierto, no recuerdo que hacía con mis caracoles
recolectados; ni probarlos, cangrejos si comíamos, vivos, los hervíamos, me temo que así se continuen cocinando.
Imágenes Google
Sin nombre
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