Perder
el hilo de la conversación: una momentánea interrupción ha bastado para que se
esfume de tu mente lo que estabas
explicando. Olvidos de hechos rutinarios: unos cuantos días conduciendo un
coche de alquiler y cuando te sientas en el tuyo no aciertas a meter la marcha atrás. Despistes llamativos: te
levantas un momento de la mesa del comedor para ir a la cocina y cuando
regresas te sientas en el asiento de otro. Te miran
extrañados. Sonríen. De repente aterrizas; en que estabas pensando, menudo despiste, atención por los suelos,
pero, antes no te pasaba, si el piloto automático comienza a fallar…
¿Se
pueden atribuir a la edad? Pues depende. ¿Y de que depende? Pues depende de la
frecuencia con que se repiten a lo largo del día. Asunto clave. Ahí está el
límite. Despistes puntuales; a todos nos pueden pasar. Despistes reiterados;
deben consultarse al médico especialista. Y no todo es Alzheimer; uno puede tener una depresión que
cursa con problemas severos de atención y memoria; o un problema de tiroides,
falta de vitamina B12… o un tumor cerebral… un tumor… de nuevo lo siento, no pretendo
alarmar, pero, ante un déficit de memoria reiterado -en especial si perjudica el
rendimiento diario- debe realizarse una resonancia cerebral; aunque en la inmensa
mayoría de los casos con la simple anamnesis
y exploración neurológica ya
quede prácticamente descartado el tumor.
Y es que, exceptuando los lóbulos frontal y temporal derecho, las lesiones en el resto del cerebro siempre dan signos de
focalidad neurológica; una clara afasia o trastorno del lenguaje, un déficit
motor o sensitivo en el hemicuerpo contralateral… y la pérdida de memoria puede
ser preocupante pero no es un signo de focalidad puesto que se trata de una función mental superior en la que participa buena parte del cerebro.
Resumiendo;
a partir de cierta edad, aunque de modo muy variable según las personas, se
pierde memoria. Un declive estructural que se manifiesta a nivel funcional. De nuevo, lo siento, por lo visto hoy no estoy para concesiones optimistas. Así que mejor dejo el tema para otro día. Envejecimiento
normal y envejecimiento patológico; una fina línea de separación no siempre
sencilla de delimitar. Tratando de
ablandar la entrada, adelanto una afirmación: a pesar del incuestionable
descenso en determinadas capacidades físicas y mentales, si las enfermedades
nos respetan, nuestro cerebro va a
resistir bastante bien el paso del tiempo. Bastante bien. No sigo. Buena
siesta, amigos.
Andreas Gursky