De un
año intenso ante la enfermedad cercana, a otro intenso en cuanto a razones completamente
inesperadas; papeleos, asesores, pagos por aquí, pagos por allí… y
todo ello en plena vorágine de
esta endiablada crisis tan desastrosamente gobernada desde las
altas esferas por no llamarlas cloacas. De la soñada y merecida paz tras la tormenta de lo que de verdad
importa, de momento, visto lo visto,
toca resignación y esperar a que este entretiempo no se eternice.
Es curioso el poco conocimiento que
tenemos de las cosas cuando no las hemos vivido previamente. Ya te puede contar
un amigo que tardó un año en arreglar tales papeles… ojo con los asesores que con
mucho más frecuencia de la deseada
suelen anteponer sus propios
intereses… ojo con… ya te pueden contar
misa; lo entiendes, lo sabes; como si no lo supieras. Hasta que lo vives en tus
propias carnes; nada; ni te enteras.
El conocimiento como don. No hay
enseñanza sino reminiscencia, nos muestra Platón con envolvente y prodigiosa
capacidad de razonamiento en sus Diálogos entre Sócrates y Menón. Recuerdo el impacto que me causó su lectura. Me
encontraba profundizando sobre el tema
de la memoria para resumirlo en un capítulo de mi libro El cerebro al descubierto. De repente; lo vi claro; el conocimiento
como don; los avances en neurociencias
apuntaban y continuan apuntando, una y otra vez, en esa dirección.
De la misma manera que el lenguaje debe de estar predeterminado en nuestras
neuronas, puesto que un niño sin necesidad de aprendizaje explicito -con solo
escucharlo- es capaz de adquirirlo con asombrosa facilidad; un
verdadero milagro de la naturaleza o de nuestro cerebro. De la misma manera, plantearse
que nuestro cerebro encierra mucho más conocimiento del que somos capaces de
imaginar, se acerca más a una realidad demostrable que a un sueño indemostrable. Tiempo al tiempo. Y, mientras tanto, en contraposición, no es menos cierto un dicho popular
que viene al caso en relación a mi inesperado año de sorpresa en sorpresa; “la
experiencia es un peine que te regalan cuando te estás quedando calvo “Y,
mientras tanto, en absoluto pretendo quejarme; acabo de reservar mesa en Igueldo. Ayer
estuve comiendo frente al mar por la Barceloneta y antes de ayer en La Balsa en
medio de vegetación y luz. Qué paséis un buen sábado noche, donde os apetezca,
queridos lectores.
Foto: Feliz Fernandez de Castro
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