Curiosas coincidencias. El argumento de mi
nueva novela lo ideé hace años. Tres hermanas; una herencia de fondo. Mientras
la escribo, se superpone mi día a día ciertamente relacionado. Así que se me
acaba de ocurrir dedicarle una entrada al tema, aunque, por supuesto, no a las
horas entre papeles, abogados, notarios... sino a la
herencia mendeliana. Al milagro de la vida. No al coñazo de la vida.
La herencia mendeliana; tema de la etapa escolar cuando los genes y las herencias
nos importaban más que un guisante, un pimiento; tema de enorme actualidad dado
los increíbles avances en el campo de la
genética de las últimas décadas. Y es que si queremos adentrarnos en el
apasionante mundo de lo que somos y no somos, repescar del baúl de los recuerdos
medio olvidados la historia y conclusiones de este monje austríaco llamado Gregor Mendel
en el jardín de su monasterio cultivando y cruzando guisantes, no solo es
conveniente sino obligado.
Primera genialidad. La elección del guisante.
Planta resistente, crece con rapidez y existen diversas variedades con caracteres
bien diferenciados; vaina, flor, tallo, semilla, guisante. En el interior de la
misma flor se encuentran los dos órganos sexuales: masculino y femenino. Por
norma general se autofecundan. Para sus experimentos, Mendel abría la flor
retiraba los estambres productores del polen donde se encuentran los órganos
masculinos y con ellos fecundaba otra planta.
Segunda genialidad. De las múltiples
variedades de esta planta, Mendel seleccionó únicamente dos: el color y la forma del guisante. Amarillo o verde; rugoso o
liso. Limitar sus experimentos a la observación de estos dos caracteres le
facilitó considerablemente el camino hacia sus conclusiones finales: LAS LEYES
DE MENDEL.
Lección de vida. Limitación y determinación. De 1858 a 1866, doce años deduciendo y confirmando hallazgos, de sol a sol, cruzando caracteres: verde rugoso, amarillo liso, verde liso, amarillo rugoso. Otro día hablaremos de sus conclusiones esenciales como punta de lanza para los avances que se han ido sucediendo desde que -dieciséis años después de su muerte- se reconocieran y aceptaran sus trabajos publicados. Hoy me quedo con su lección de vida. Limitación y determinación. Y al respecto me viene a la mente la frase que acaba de introducir David G. en F. " Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí" (Soren Kierkegaard). Fina, muy fina, la comparto. Y, mientras la buscamos, por el camino, cuantos más conocimientos aportemos a nuestro cerebro, más capacitados estaremos para entender y vivir lo que sin duda se puede resumir como " el milagro de la vida" cotidiano y genético; vida y herencias; mundanas y mendelianas. Asombro, complejidad, paciencia... curiosas coincidencias.
Lección de vida. Limitación y determinación. De 1858 a 1866, doce años deduciendo y confirmando hallazgos, de sol a sol, cruzando caracteres: verde rugoso, amarillo liso, verde liso, amarillo rugoso. Otro día hablaremos de sus conclusiones esenciales como punta de lanza para los avances que se han ido sucediendo desde que -dieciséis años después de su muerte- se reconocieran y aceptaran sus trabajos publicados. Hoy me quedo con su lección de vida. Limitación y determinación. Y al respecto me viene a la mente la frase que acaba de introducir David G. en F. " Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí" (Soren Kierkegaard). Fina, muy fina, la comparto. Y, mientras la buscamos, por el camino, cuantos más conocimientos aportemos a nuestro cerebro, más capacitados estaremos para entender y vivir lo que sin duda se puede resumir como " el milagro de la vida" cotidiano y genético; vida y herencias; mundanas y mendelianas. Asombro, complejidad, paciencia... curiosas coincidencias.