Increíble.
Repulsivo. Y venga retrasmitirlo. Quién habrá podido tragárselo. La sonrisa
angelical de dos maravillosos niños. La elección de un modelo de
juzgado popular en una sociedad en
absoluto acostumbrada y formada para estos menesteres. El caso Betrón:
indigerible. Cuantos días ya. Periódico sí y periódico también. Lo escribo para vomitarlo. Pensando en la posibilidad de un padre inociente juzgado y culpado de un hecho así, pensando en el preciso instante en que un
padre mata y luego quema los cuerpos de sus hijos, marcho a la playa, mis libros, sudokus. Antes, me obligo a reflexionar sobre lo incomprensible.
El
ser humano y sus maldades, locuras, la cordura de los cobardes, el odio cómo
motor. Qué motor. Por motor se mata al vecino, a la pareja, pero, a un hijo, un hijo pequeño, no me entra en la mente o cabeza o alcance de
maldad. Más allá de la locura, más allá de la maldad, algo tan complejo que dudo la psiquiatría
encuentre un rincón donde encuadrarlo. Una justificación dentro de los límites de la razón, todo tiene una
justificación, pensamos, así actúa nuestro cerebro.” A sangre fría” de Truman Capote; magnífico libro, asumible como hecho real, espantosa crudeza, horrible, pero encajado dentro de la mente humana miserable, oscura, torturada. Primero
me impactó la película, luego el libro, por último un
reportaje-película titulado "Historia de un crimen" sobre el escritor sumergido en la investigación del brutal
asesinato fantásticamente interpretado por Toby Jones. Más comercial y sentimentaloide, el libro y la película “El niño
del pijama de rayas” también me interesó; bien resuelto; buen ejemplo de cómo los humanos somos capaces de compaginar tramas de
maldad extrema con una vida familiar afectiva y rutinas caseras más o menos normales; compartimentos superpuestos tan reales como de película. Pero el caso Betrón condensa en dos niños lo
que no entiendo o me resisto a entender. Desayunando, un día más, en primera página, marcho a la playa, tenía que escribirlo, la constancia irrebocable del abismo, mejor pasar página y bucear mares y
bondades.
Foto entrada F. Enrique Dauner