Al borde de cumplir 80 años, el neurólogo Oliver Sacks, en un artículo publicado hace unos días en el País; natural, sin pretensiones; un
sabio. "Casi no me lo creo, muchas
veces tengo la sensación de que la vida está a punto de empezar, para en seguida
darme cuenta de que casi ha terminado. Siempre fui el más joven: el más joven de los hermanos, de los primos, de la clase...
sensación que he mantenido. A los ochenta años, con un puñado de
problemas médicos y quirúrgicos, aunque ninguno de ellos vaya a incapacitarme,
me siento contento de estar vivo. No pienso en la vejez como una época
cada vez más penosa que tenemos que soportar, sino como un periodo de ocio y
libertad”.
Grande, Oliver Sacks. De todos sus magníficos libros divulgativos
sobre el campo de la neurología, “Veo una voz” me impresionó muy especialmente. Brillante,
verdad, pasión, ciencia e interés genuino hasta extremos de trasladarse a vivir
a una comunidad de sordos durante una larga temporada para saber; entender,
escribir sobre el lenguaje de los sordos desde el corazón y la razón; una
lectura amena y clara para ayudarnos a entender que a través de sus manos y sus
gestos los sordos utilizan símbolos a la
altura del lenguaje oral; tanto o más creativo; todo un mundo por descubrir. Grande, Oliver Sacks “El hombre que confundió a su mujer con un
sobrero” le abrió el camino;
su saber y capacidad literaria, además de sus ochenta años de experiencia, lo
mantienen como un clásico de referencia.
El lenguaje de los sordos. Cenando con un
grupo organizado por un vecino y amigo norteamericano que celebraba una
exposición de pintura, me tocó sentarme frente a dos hombres sordomudos que mientras sonreían integrados se
comunicaban entre ellos con una habilidad pasmosa. El resto del grupo -unas
veinte personas- mayoritariamente de habla inglesa; entre su poca facilidad para idiomas que no
sean el suyo, entre mi poca facilidad para idiomas que no sean el mío; una
agradable velada con más sonrisas que contenido me ayudó a reflexionar. Quizá en el lenguaje de los sordos esté
la clave del lenguaje común entre todos los mortales. Desde niños, el inglés
como idioma de referencia, de acuerdo, pero, la expresividad de las manos de mis dos
vecinos de mesa mientras mantenían una conversación fluida con los gestos como
símbolos en sustitución de sus pensamientos, ocurrencias, ideas, me iluminó la mente. De
norte a sur, todo el planeta con su enriquecedora diversidad de idiomas, desde niños aprendiendo el leguaje de los sordos; fantástica
herramienta de comunicación universal, si señor, Veo una voz, precioso titulo, apreciado colega.
Foto: Masao Yamamoto
Entrada F. Alejandro Sales