He viajado a Viena con el
libro de Stefan Zweig (1881-1942) “El
mundo de ayer, memorias de un europeo” más que una autobiografía, el
destino de toda una generación que le tocó vivir dos guerras mundiales,
puntualiza en el prologo el autor. Cómo vienés, judío, escritor, humanista y pacifista…
toda una referencia que me apetecía releer aprovechado las dos horas y media
de vuelo a una ciudad a la que me hacía especial ilusión visitar recordando un
viaje familiar hace un montón de años. Y de nuevo mi padre en una nube. Ya me
lo adelantó una prima mía en el funeral. A partir de ahora lo tendrás mucho más presente. Razón y corazón, nostalgia de fondo, un punzonazo en cada esquina, cariño eterno. Entusiasta de este esplendido escritor, devorador de sus libros
publicados en la editorial Acantilado… sigamos con Viena.
Señorial, uniforme quizás en exceso, bella y serena, pasear por el centro de esta ciudad te traslada de inmediato a la Viena de principios
del siglo XX que tan magníficamente describe Zweig; vida interior, amor por la cultura, conservadora pero, a su manera, respetuosa y receptiva, crítica
y exigente comenzando con ella misma. “El arte siempre alcanza la cima allá
donde se convierte en motivo vital para todo un pueblo” La ciudad de Strauss,
Haydn, Beethoven, Mozart… de Freud... de Stefan Zweig entre otros grandes poetas
y escritores nacidos o acogidos en esta ciudad de cafés y tertulias, teatros,
librerías, museos… cuesta imaginarla inmersa en el foco de
las dos grandes guerras mundiales que devastaron Europa, bestial jaula de atrocidades, cuesta tanto que, simplemente,
paseas, te sientas en sus cafés, como a
comienzos del siglo XX, la misma sensación de bienestar y
seguridad, mirando a las guerras y hambrunas de épocas
anteriores como si se tratara de un tiempo superado en que la humanidad era
menor de edad y no lo bastante ilustrada… sucedido lo sucedido... evidente comentario: abiertos o incluso cerrando los ojos, no olvidemos la historia. Por cierto, el paraguas en la maleta hasta aterrizar en
Barcelona, lo siento por los austriacos del vuelo, me alegro por nuestra ciudad y el poco
verde que tenemos.
Foto: Isabel Güell
Opera viena
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