El último
concierto; esplendida; actores, guión… y Beethoven.
En una entrada de este blog comenté mi pasión o más propiamente sintonía
infinita hacia sus sonatas de piano; desde hace muchos años, mientras
escribo, baño, leo… me acompañan, envuelven, llenan de algo
así como una serena profundidad. Pues bien, el
último concierto me ha aportado otro compañero de viaje; otro flechazo de
por vida; el cuarteto para cuerda Opus 131 de B. Escuchas música y no basta, de
repente, la descubres, te empapa, eso me ha ocurrido, deseando
llegar a casa para seguir escuchandola.
La escena en que la que el violonchelista del
cuarteto acude a una neuróloga preocupado por su incipiente torpeza con los
movimientos finos de su mano y, ésta,
solo verle entrar arrastrando un poco la pierna y con el brazo algo pegando al
cuerpo sin el balanceo habitual, ya
intuye, ya sabe, explora con habilidad lo que debe explorar para confirmar su
impresión diagnóstica: enfermedad de Parkinson, me ha trasladado a mi consulta.
Día tras día, visita tras visita, el médico, como quien se pasea por su casa, diagnostica enfermedades sobre las que disponemos de tratamientos para aminorar los síntomas y enlentecer su curso evolutivo, pero poco más. La esperanza de un presente más o menos aceptable; clavo no ardiente al que hay que aferrase. Si de momento puede tocar el violonchelo, pues fantástico, muy probablemente, en unos cuantos meses, lo tocará con más dificultad, imposible en concierto... pero, por lo demás, usted siga su vida, tome esta medicación y procure moverse, andar... ah.. y no deje de tocar el violonchelo, aunque lo toque peor, magnifico ejercicio para su agilidad manual. Ánimo y vuelva dentro de tres meses. Más o menos, así. Luego entra otro paciente; con suerte, un paciente que se encuentra mucho mejor desde que toma la medicación que le indicaste por sus frecuentes migrañas. Y te alegras. Te olvidas del otro paciente hasta que al cabo de tres meses vuelve más o menos con las mismas quejas; quizás un poco mejor desde que inició la medicación; sigue tocando el violonchelo aunque sus dedos no responden al nivel exigible; el ultimo concierto; te invita.
Día tras día, visita tras visita, el médico, como quien se pasea por su casa, diagnostica enfermedades sobre las que disponemos de tratamientos para aminorar los síntomas y enlentecer su curso evolutivo, pero poco más. La esperanza de un presente más o menos aceptable; clavo no ardiente al que hay que aferrase. Si de momento puede tocar el violonchelo, pues fantástico, muy probablemente, en unos cuantos meses, lo tocará con más dificultad, imposible en concierto... pero, por lo demás, usted siga su vida, tome esta medicación y procure moverse, andar... ah.. y no deje de tocar el violonchelo, aunque lo toque peor, magnifico ejercicio para su agilidad manual. Ánimo y vuelva dentro de tres meses. Más o menos, así. Luego entra otro paciente; con suerte, un paciente que se encuentra mucho mejor desde que toma la medicación que le indicaste por sus frecuentes migrañas. Y te alegras. Te olvidas del otro paciente hasta que al cabo de tres meses vuelve más o menos con las mismas quejas; quizás un poco mejor desde que inició la medicación; sigue tocando el violonchelo aunque sus dedos no responden al nivel exigible; el ultimo concierto; te invita.
Mientras escribo esta entrada, alguna pausa,
pausas donde respiro y cierro los ojos y escucho la música de fondo; cuarteto
para cuerda opus 131. Suena un movimiento
lento, como en casa, pasión y sin apenas luz, esperanza. El último concierto, ya me contareis.
Foto: Xavier Miserachs
El Born 1964