Llego de dar un paseo matutino por el Raval y he entrado en el CCCB para ver la recién estrenada exposición sobre Espriu. De nuevo el lenguaje y su excepcional
trascendencia, no obstante, en esta ocasión, no voy adentrarme entre sus lineas. Sencillamente, hoy tengo un día espeso. Aturdimiento, un no sé qué dentro de mi cabeza que podría llamarse pereza mental, acompañado de una muy leve sensación de flotación, como me comentan muchos pacientes que acuden a mi consulta. Sensación o malestar que con frecuencia llevan semanas o
meses notando. Algún día, o momentos, no la notan, sin embargo, dicha sensación -que cuesta deficir por imprecisa- vuelve a
aparecer, día tras
día, no les impide seguir su ritmo de vida, pero casi; preocupados.
De
médico en médico, otorrinos, cardiólogos, traumatólogos... el paciente suele tardar en acudir al neurologo. Nada más
sentarse y referir este tipo de mareo tan característico como subjetivo e inespecífico, sé perfectamente que su
exploración neurológica será normal. No obstante, la exploración neurológica es
sagrada; así que paso a realizarla. Eso si, dirigida al problema en cuestión, cómo en cualquier oficio, la experiencia evita perderse por las ramas. Comienzo pidiéndole que se mantenga de pie con las piernas juntas
y los ojos cerrados; prueba llamada de Romberg. Durante unos segundos, observo si se mantiene firme o se tambalea.
Por sorpresa, en la espalda, un pequeño empujón para ver si aguanta la posición. Luego le indico que
camine lo más natural posible de lado a lado de la consulta, y posteriormente con un pie delante del otro. Sentado en
la camilla, con un pequeño y característico martillo de neurólogo, le exploro los
reflejos. A continuación le pido estire los brazos al frente y los mantenga en dicha posición con los ojos cerrados. Paso a valorar la coordinación motora. Los brazos en cruz, bien extendidos, con la punta del dedo indice debe tocarse la punta de la nariz. Confirmado mis sospechas iniciales; ante un mareo tan inespecifico, la exploración neurologica suele ser normal. Cómo único hallazgo, en ocasiones, un mínimo tambaleo en la prueba de Romberg; demasiado mínimo como para
darle valor patológico.
Ahora toca lo más dificil. El paciente busca una explicación a su mareo y ningún especialista se la ha dado, como si se lavaran las manos, y él continua con su mareo, como no va a tener nada. Algo debe de tener. Explicarle que tampoco presenta a nivel neurológico una causa que jutifique el cuadro sin que salga más desesperado de lo que ha entrado, no es tarea de principiante. Nada que haga sospechar en un proceso intracraneal, ni tumores ni nada significativo. Mejor, mucho mejor, claro, mejor que un tumor cerebral cualquier cosa, pero.. ¿Entonces ? Sin necesidad de palabras, eso
está pensando el paciente.
Pues,
entonces, como ocurre con muchos síntomas que uno tiene y los médicos
no encontramos causa alguna, entonces el origen del mareo
probablemente no sea otro que el stress, la ansiedad que sale al exterior de muy
diversas maneras. Mareo de probable origen psicosomático, apunto en la historia
clínica. De evidenciarse contractura de la musculatura paracervical, se pauta una medicación suave al acostarse que le ayudará a dormir y relajar la musculatura.
Si no mejora, ya encontraremos la solución, intentando animarle; técnicas de
relajación, un psicólogo o psiquiatra especializado en síntomas psicosomáticos… le aconsejo vuelva a visitarse en unas
semanas, mientras
me despido y noto que se marcha algo más tranquilo que cuando entró, no del
todo convencido. Ahora que pienso… la próxima vez, me pondré de ejemplo… hoy me siento algo aturdida, cierta sensación
de pesadez cefálica… “El ultimo concierto” he quedado para ver
esta película que me han recomendado, a ver si me despaja la mente. Ya os contaré.