domingo, 19 de enero de 2014

La gran belleza


La gran belleza es una película extraña. Decadente y moderna,  superficial y profunda, cómica y trágica, ágil y lenta…  cualquier momento es bueno para   ir un segundo al lavabo y, sin embargo, no encuentras ese momento; como si  te pudieras perder ese algo esencial que esperas suceda y no acaba de suceder.

De sus imágenes me quedo con la esplendida  terraza con vistas al Coliseum de Roma donde el protagonista organiza sofisticadas cenas y fiestas; bailes como trenes hacia ninguna parte, nos cuenta ese hombre trajeado, algo pedante y  cursilón que acaba de cruzar los 65 años;  años  para no  perder el tiempo en lo que no te apetece hacer…  entre la nostalgia y bastantes toques agrios, demasiado decadente para según que estados de ánimo; en todo caso, habla de la vida -aunque a simple vista parezca Marte- y eso no tiene desperdicio.

Un tren hacia ninguna parte. ¿La vida? pues no sé... hacia alguna parte irá... la vida, un tren; a veces vacío, otras abarrotado; compartirlo, bailar; no aleccionar sino escuchar; banalidades que esconden desencantos, ilusiones ya imposibles o tal vez aún posibles, en todo caso, la vida, un tren: un tren decadente  y moderno,  sofisticado y banal, superficial y profundo; la gran belleza.  Si la medicina te enseña algo es a escuchar, no aleccionar sino aconsejar, tratar de encontrar la alternativa terapéutica adecuada; bailar y luchar, casi nadie se rinde, día tras día en la consulta observas que la mayoría de personas llevan una especie de héroe dentro de ellas mismas, un pequeño gran motor de supervivencia  sobre el cual en la película apenas  asoman trazos -  intencionado, supongo-;  la gran belleza; ni grande ni bella,  no me atrevo a recomendarla, aunque  me ha interesado.  Sin haber ojeado las críticas,  a ver que opinan los expertos.