Como
ya comenté, estoy iniciando una novela de no ficción. Entre mi trabajo, congresos, mi compulsivo interés por el idioma inglés y este libro en marcha, poco tiempo me va a quedar
para mi estimado blog, no obstante, seguro que encontraré algún hueco ante cualquier caso relevante e inspirador. Ventajas de no tener cenas familiares, maridos, ni programas de televisión que me apetezcan ver.
Esta mañana no me he quitado el sombrero porque solo llevamos bata, pero me lo habría quitado frente a esta paciente y su magistral recurso para entretenerse y de paso trabajar su memoria. Hoy era su primera visita
pero por lo que he podido apreciar mucho me temo que presente una demencia degenerativa tipo enfermedad de
Alzheimer en un estadio más o menos inicial, aún razonando bien, muy
perdida su memoria reciente e incluso su memoria inmediata como enseguida veréis.
Ronda
los 80 años pero con buen estado general. Vive sola aunque tiene un hijo en el
piso de arriba y una hija que no vive lejos. Viene acompañado por el hijo. Este dato
lo comento pues llevo tiempo observando que la misión de acompañar al médico a los padres cada vez más recae sobre los
varones, cierta lógica. Sin duda, un gran salto social hacia delante, satisfactorio, justo. Eso de que la carga del cuidado de nuestros progenitores
recaiga sobre el género femenino ésta comenzando a estar tan anticuado como el que el hombre
trabaje y la mujer se quede en casa, imparable. Aún falta.
Siguiendo
con el caso de mi paciente. Encantadora y estupenda mujer que no da demasiada
importancia a lo que le pasa, incluso se nota que añade cierto sentido del humor en su vida y en sus
explicaciones. Hablando de sus
actividades cotidianas, viuda, vive sola, se entretiene como puede, juega a
cartas, me comenta. Estupenda actividad para su cerebro, le respondo, así se
relaciona con más gente y de paso trabaja su memoria. Juega sola, me dice sin añadir drama
alguno. Solitarios, mi abuela también hacia solitarios, le comento. No, no,
juega a no sé qué juego de cartas que es para dos personas. Alucino un poco, dejo que
siga explicándose, evitando demostrar abiertamente mi extrañeza pero al mismo
tiempo interesada en cómo demonios es posible que juegue sola a un juego de
dos.
Pues muy
sencillo, me explica. Se coloca en una mesa, ella misma contra ella
misma frente a frente. Cuando le corresponde jugar, mira sus cartas, las cartas que
tiene en ese momento entre sus manos, las analiza, elige la que considera más adecuada para desprenderse de
ella o coger otra o las reglas del juego que sea, y, una vez realizado
la opción oportuna, no se cambia de sitio ( quizás podría cambiarse ) mira las cartas de su contrincante y escoge el movimiento que considera mejor. Dado que no
tiene memoria, no retiene las cartas de su oponente que acaba de ver apenas
hace un segundo, asi pues, ningún problema, como si fueran dos.
No he
podido evitar sonreír, comentarle que me parece una brillante idea, a patentar,
si este juego contra sí mismo fuera rentable. No sé si me atreveré a
aconsejarlo a algún otro paciente, pero me ha parecido genial, una obra maestra de
supervivencia, de vivir con los recursos que nos quedan, eso es vivir, señores,
tomen nota para cuando a muchos de nosotros nos llegue esa etapa. Buenas noches y buenas cartas.