Tras días de comidas y
cenas pre-navidad; la sensación de que giramos en exceso en torno a manjares
deliciosos pero no tan deliciosos para nuestra salud o equilibro de peso
corporal.
Hay inventos para todos
los gustos. Suprimir la cena en el día
que te has excedido a la hora de la comida; eficaz para algunos; desaconsejado
por expertos que apuntan a cinco comidas sagradas distribuidas a lo largo del
día. Otra alternativa es relajarse y
disfrutar sabiendo que pasado el atracón llegarán semanas de régimen estricto. Una especie de tiovivo de subidas y bajadas al que me he
aficionado en los últimos años. Al menos
no voy incrementando mi peso y volumen año tras año, algo es algo;
intuyo que nada saludable para el organismo aunque mucho menos saludable es ese sobrepeso
creciente con el paso de los años.
Cambiar hábitos.
Envidiables personas que son capaces de compensar sus excesos puntuales a
través del ejercicio, fuerza de voluntad. Propósito para el año nuevo de multitud
creciente de personas de las llamadas sociedades modernas que sería más exacto llamarlas
de consumo. Y pienso en tanto exceso que
disfrutamos y que a su vez crea puestos de trabajo; un bucle de locos que
cuando se enlentece o desacelera crea la ruina de tantos.
Sin
duda, la sociedad debe repensarse. Pero repensarla con visión a largo plazo. Cuarenta años de
democracia, por lo que estamos viendo, es
un soplo que puede llevarse el viento hacia los extremos. El centro, ese
centro de la curva de Gauss donde prevalece
la sensatez de la mayoría y sitúa como anecdóticas las locuras; una realidad estadística
que está dejando de ser obvia para
acercarse a la categoría de sueño; la democracia no es un sueño, pero es un camino
que debe remarse, cuidarse. Aterrizar y dase cuenta de algo tan obvio; eso
hemos aprendido muchos en estos tiempos que nos están tocando vivir. Entre derivas viscerales de unos e interesadas de otros. El año que vivimos peligrosamente. Así resumiría este año para todos aquellos que asistimos tan pasivos como horrorizados a la deriva independentista en
nuestro pedazo de tierra que no es nuestra sino de nadie y que no tardará en empobrecerse de modo definitivo o al menos durante décadas como no venga alguien de altas miras
que sustituya a tantas mentes obcecadas
en lo que no es suyo y a lo suyo. Menudo año más agobiante, desanimante. Cómo
en el caso del sobrepeso, frente a tanta falta de equilibrio: un balneario prolongado.