El
inocente, de Visconti. Su expresión, la ventana abierta, nieva, se intuye
lo que va a ocurrir. ¿Es posible algo
así? Esta vez he cambiado de
canal; la escena que más odio, gran película. Actos horribles,
humanos, manchas eternas, ¿cómplices de maldades? Puritanos o perversos, "Todo escritor sabe que la verdad está en la ficción" buena frase del novelista inglés Martin Amis.
Reflexionar sobre la maldad humana es tarea de titanes alejados de la neurología. O no tanto. O tal vez a a través de casos clínicos podamos contribuir a descubrir esos pozos de negrura que todos intuimos en nuestro interior. Lo que podemos afirmar es que no se trata de un concepto de peso especificamente emocional. Ira, miedo, alegría, tristeza: nuestras emociones básicas sobre las que se superponen un sin fin de matices producto de la combinación entre ellas. Qué en cualquier acto de maldad se entremezclen el miedo y la ira; seguro Pero, en todo caso, no sirven de excusa. La maldad está llena de cerebro, razón, sofisticados entramados neuronales muy por encima de las emociones. Ambición, poder, envidia... productos alejados de cualquier acto primitivo, animal. El cerebro social. El más evolucionado. Area prefrontal. Seres humanos; capaces de lo mejor y de lo peor. Planificación. Un cerebro en plena forma. Brotes de agresividad, desinhibición, como manifestación clinica de diversas patologías, pero, la maldad, la maldad con mayúsculas no la he visto nunca en ningún paciente neurológico. Ángeles o demonios. Tampoco la bondad anda suelta por las esquinas, ni la enfermedad cerebral la desencadena. Así pues, buenos o malos, ángeles o demonios ¿ dónde os escondéis?