Conversando por
teléfono, sale el tema de la crueldad; claramente diferenciado del concepto de
maldad, enfatiza mi querido amigo poniendo como ejemplo al artista. Un artista,
por definición, es cruel, puesto que antepone su obra a todo lo demás. La maldad
es otro asunto. Intuyo o entiendo, su afirmación, si bien, se me ocurren varios
peros a plantear... reconociendo la importancia de la obra en la vida de un
artista, la palabra cruel me parece un tanto extremista, quizá la palabra
egoísta sea más apropiada... Hacer sufrir por sufrir, desde mi punto de vista,
eso es ser cruel, ósea, malo, malísimo, pero, en fin, entiendo su razonamiento
y, sobretodo, no me gusta perderme en opiniones o hilos excesivos que me roben
el tiempo de charla y disfrute de mi amigo.
Encontrar la palabra
adecuada. Hablamos con tanta naturalidad que apenas nos damos cuenta del
milagro que supone. Sutilezas e interesantes discusiones semánticas al
margen, si las desgracias cerebrales nos respetan, reconocemos y encontramos la
palabra que necesitamos prácticamente en el acto. Se estima que un adulto
educado comprende unas 60.000 palabras. 60.000 palabras. ¿De
dónde salen? ¿Existe una especie de diccionario mental? ¿Dónde se localiza?
¿Cómo se organiza? La maquinaria del lenguaje: adentrarse en su interior y
comprender como funciona. Avance tras avance, las neurociencias no dejan de
asombrarnos… áreas implicadas, interrelación con otras funciones cerebrales…
aunque cuesta creer que un día alcancemos a responder alguna de las
preguntas esenciales. El don de la palabra, porque la palabra es un don,
amigos, por cierto, un don no divino, otro día trataré de explicarlo, suena el teléfono.
Cuadro de Nacho Angulo
398x400