De
nuevo al ruedo. Con mi querido padre en el corazón y dos propósitos: Progreso y reconocimiento. Mucho pedir; de acuerdo. Pero no por ello dejan de ser mis dos deseos
a medio plazo. Después de más de veinte
años escribiendo y escribiendo, enviando manuscritos a editoriales y premios, habiendo
publicado varios libros, cierto reconocimiento más allá de entornos y fronteras; ya toca.
Si además las editoriales comienzan a
rifarse mis libros, qué placer. Pues eso; reconocimiento y progreso. Progreso
en el sentido de mejora, más afectos, más proyectos, viajes, experiencias, descubrimientos,
lunas incluidas. Nada de adaptación al medio; qué para eso somos humanos y no chimpancés.
Y es
que existe cierta confusión al respecto. ¿Evolucionar es progresar? Pues no
necesariamente. Hoy sabemos que la evolución de los organismos vivos se
fundamenta en una improvisación
constante. Y es que la naturaleza no está sometida a un proceso de optimización
permanente. Ensaya y descarta; prueba nuevas
posibilidades. Si la prueba funciona, se mantiene durante un cierto tiempo;
pero cuando las condiciones del entorno cambian; las especies se transforman en
otras o bien se extinguen. ¿Qué conclusión se puede sacar de ello? Pues nada
más y nada menos de que el hombre contemporáneo no es el resultado de ninguna meta preconcebida. La típica imagen de la
escalera es tan esquemática como inexacta. Entender la evolución como
adaptación al medio más que como
progreso sin duda nos ayudará a comprendernos mejor a nosotros mismos y al
mundo que nos rodea. Independientemente de que como personas pretendamos progresar,
progresar y progresar, riesgo de no adaptarnos al medio; de acuerdo, riego de fracaso; cierto, pero,
dueños de nuestras propias vidas, subiendo o bajando escaleras, profundizando y
experimentando, viviendo, por cierto; en marcha mi nueva novela; un adelanto; tres hermanas; se la
rifarán.
Foto entrada en F.
Paco Marcó Suqué
Foto entrada en F.
Paco Marcó Suqué