Llevo toda la tarde de este sábado medio lluvioso escuchando a Chavela Vargas; “El último trago”, una y otra vez. De tanto en tanto me ocurre, supongo que a todos. Casi
incontrolable, un círculo, me engancho, en esta ocasión a su voz, su fuerza, la
melodía, la letra. “Nada me han enseñado
los años… siempre caigo en los mismos errores…”
Caer
en los mismos errores. Este mes justo hace un año que comencé
con mi blog; tantos temas pendientes, espero no repetirme, no me refiero a los temas que en sí mismos son prácticamente infinitos en matices, sino a
los propios matices, a los casos,
estudios o experimentos expuestos. Escuchando esta canción, me ha venido a la
mente un estudio realizado en primates que en su momento me llamó la atención hasta el punto de utilizarlo como lectura de reflexión por parte del médico experto en memoria protagonista de mi última novela “la pierna olvidada” No recuerdo haberlo comentado en el blog, creo que no, aunque no metería la mano en el fuego.
La
capacidad de aprendizaje. Aprender a aprender. Los avances tecnológicos como
la resonancia magnética funcional que nos permiten ver el cerebro en acción –pensando, llorando, sumando, aprendiendo...- están
abriendo puertas a un campo especialmente complejo a la hora de extraer
conclusiones. Aprender de los errores; eso creemos, en todo caso, más de los
errores que de los aciertos. Pues bien,
en dicho estudio los resultados van en sentido contrario. En síntesis, se explora la respuesta de determinadas neuronas a una acción bien o mal ejecutada. Los investigadores observan que estas células
diana se ajustan ante una conducta exitosa, mientras que apenas aprecian
cambios con los fallos. Interesantísimo estudio. Eso sí, realizado en monos; buen modelo, aunque no exacto, buena obviedad. Pensativa, vuelvo a mi canción, “nada me han
enseñado los años… siempre caigo en los mismos errores…” entre el corazón y el
alma, la gran Chavela Vargas, buen sabado noche, salgo a cenar.