Lo prometido es deuda así que hoy me toca
reflexionar sobre la pasión. Menudo reto. Con las armas de los conocimientos
actuales sobre el cerebro; a ver que sale. Acotarla a nivel científico. Localizarla
entre nuestras neuronas. "He cumplido todas las leyes humanas y divinas, y tú
no has cumplido ni una, y todos te han querido más a ti, incluso mi mujer" Tres hermanos. Una
mujer. "A veces sueño que soy la
madre de tus hijos" le confiesa antes de no soportar más tanto amor. Melena al viento, galopando tras una manada de
caballos salvajes, Tristan, -Brat Pitt- un hijo prodigo de película.
La pasión frente a la razón. Mientras unas personas son más racionales otras son más pasionales. Comencemos por aquí.
Más que definirla, sentirla, vivirla. LA PASIÓN; la que de verdad importa; deseo
sincero, pasión por la música, los
animales, la cultura; pasión por lo que sea, pero pasión.
Tres cerebros en uno. Ese es nuestro
cerebro. Sobre el cerebro del reptil o tronco cerebral, se
superpone el cerebro emocional con el
sistema límbico o rueda del miedo como eje central; el cerebro más visceral o animal. Y por encima de éste encontramos el cerebro
racional, siendo las áreas prefrontales las humanas por excelencia. ¿Dónde situamos la pasión?
Ira, miedo, alegría, tristeza: nuestras
emociones básicas. ¿Es la pasión una
emoción? No exactamente. Interpreto la pasión
más como una actitud vital. Una energía interna despertada por algo o
por alguien; una energía más que una emoción. ¿Una energía cercana al amor?
Puede. En todo caso, tampoco el amor es una emoción exactamente. Son funciones cerebrales más complejas; ambas nacidas para explotar; ambas más allá de
las emociones. Por encima y por debajo; todo el cerebro a su servicio. Un cerebro liberado, salvaje; quizás, en todo
caso; racional o pasional; humano en mayúsculas. Por cierto, la última escena
de la película es brillante. A pesar del los pesares; hermanos.
Leyendas de pasión