Me he
quedado sin gas. Sin gas en el sentido práctico y no tan práctico. En lo que respecta a lo práctico; rápida
solución, caliento el agua en la vitrocerámica de la cocina
y utilizo un jarrón de barro -más
pequeño de lo que me gustaría- para ducharme. Un placer que me recuerda a una
estancia en Tanger hace unos cuantos
años donde una gran tinaja de agua fría nos revitalizaba de buena mañana. Cuando dentro
de unos días me arreglen el calentador, incluso creo que echaré de menos este
rudimentario modo de ducharme; un placer especial, quizá por la novedad, el caso es que estoy pensando en comprarme una tinaja grande y
pasar del gas, hasta que llegue el invierno, al menos.
Regresar
a las cavernas. De hecho, ya de niña disfrutaba
descubriendo cuevas por las montañas cántabras; capitaneaba
grupos, recuerdo un momento especialmente brillante; un día me perdí, grupo incluido,
serena, aparenté controlar la situación, al fin, encontré la salida.
Regresar
a las cavernas; velas y un ordenador -a ver cuando inventan baterías de larga duración-; olvidarme de facturas,
seguros, goteras, electrodomésticos
que se estropean. No dilapidar fortunas en
gastos miles prescindibles y, con ese
dinero, por ejemplo, organizar una ONG
para ayudar a personas de edad avanzada con sus estupendas pensiones que ni les cubre lo mínimo de lo mínimo. Pero, pasa el tiempo, se nos va la vida, la energía, el dinero en gas.
Regresar a las cavernas. Allí dónde se gestaron los primeros besos, amores, palabras, dibujos. Revisar el tema de la evolución de la
humanidad para un capítulo de mi libro el
cerebro al descubierto me hizo reflexionar. Las pinturas de las cuevas de
Altamira en Santillana del Mar (Santander) -esas cuevas que de niña visitaba con
mi familia incomparablemente más aburridas que mis cuevas escondidas por las montañas de Comillas-, se estima son de hace unos 14.000 años. Hay grabados en Bilzingsleben, Alemania, con una antigüedad de 450.000 años. Pinturas que nos acercan a los primeros pasos de nuestro
cerebro creativo; la belleza de las formas; capacidad contemplativa. Tema de enorme interés, si bien, lo que realmente me impresiona es que hace tan sólo 14.000 años viviéramos en cavernas. ¡Qué rápido han sucedido los cambios en
nuestro modo de vida! Regresar a las cavernas, regresar a la esencia y resurgir; un cerebro creativo ya en marcha, no le vendría mal, nada mal, pienso, ¿ Qué pensáis vosotros?
buenas noches.
Pinturas cuevas de Altamira