Echándole de menos, casi cinco meses, cinco extraños meses durante los cuales me ha reconfortado el convencimiento de que mi presencia a lo largo de todo el proceso de su enfermedad le sirvió de apoyo tanto práctico como anímico. En otras palabras, su calidad de vida, su etapa final fue mejor gracias a tener un médico en casa.
Múltiples
son los problemas que van surgiendo a lo largo de determinados procesos médicos; elección de especialistas, pruebas, ingresos, intervenciones quirurgicas, tratamientos, complicaciones, toma de decisiones. Y es que la medicina no es blanco o negro, el camino está lleno de desvíos,
curvas y rectas que pueden conducirse con mayor o menor habilidad. El médico de familia es una pieza
esencial en el proceso de seguimiento y coordinación, si bien, recae sobre el propio paciente demasiado peso como para estar llamándole
todo el día. Meses de conformarse o no con dolores, molestias, beneficios y efectos secundarios de distintos tratamientos... vivir el día a día con la tranquilidad de saber que mañana tal vez se
encontrará mejor o quizá no, pero si no, pues se buscará la mejor solución dentro de
las distintas alternativas en función de lo que él, como paciente, escoja vivir.
Unos decididos a luchar cueste lo que cueste, otros más serenos, resignándose a lo más aconsejable desde el punto de vista médico,
otros tirando la toalla; cada cual con su personalidad, sus deseos y miedos, su
criterio dentro de las dificultades de entender la medicina en sí misma, la
enfermedad, lo que le ocurre y lo que le puede ocurrir ante tal o cual tratamiento. Imposible no equivocarse en alguna de las múltiples decisiones. Más que
errores, decisiones que quizás hubiera sido mejor no tomar cuando ya se han tomado. Asumirlas y
seguir conduciendo con la tranquilidad de saber que al lado te acompaña alguien
que te conoce y que -dado sus conocimientos médicos- el camino inevitable será
el mejor de los posibles. Así vivimos
esos meses. Así se vive la enfermedad. Todo muy complicado. La mayor de las
aventuras vitales.
Se
suele afirmar que para tomar decisiones médicas es preferible una cierta
distancia con el paciente. Cierto. Pero, especialmente para el médico. Encontrar el equilibrio; apoyarse en
especialistas, médico de familia; así
lo hicimos. Por supuesto, básicos e indispensables -mi gratitud eterna a todos ellos- pero el camino, el día a día, los sustos y problemas, sin un médico en
casa… me imagino al familiar escritor, peluquero, abogado o ingeniero… todos reconvertidos en médicos al final
del camino. Los que hallan pasado por este trance saben de lo que hablo, a los que ni se lo imaginan; va por vosotros, amigos, prepararos para la carrera. Marcho unos días a la Provenza, me esperan viñedos, lavandas y quesos
franceses, hasta la vuelta.
Noches estrelladas de la Provenza
Van Gogh