Una
cierta ceguera afectiva. De tanto en tanto, qué gusto. La humanidad no solo se escaquea y miente. Preocupados, han traído de urgencias
a su padre por un llamativo episodio de desorientación. Tras despertarse de la
siesta, no ha reconocido a alguien de toda la vida. Un rato, ni media hora. No es la primera vez. Episodios aislados. En tres meses, sólo tres, tras la siesta; normal, normal. Asiento con la cabeza -reflejo de complicidad- mientras voy tomando nota y valorando el caso clínico como
buenamente puedo. En los casos de deterioro cognitivo, los lapsus puntuales, aunque sean muy aparatosos y desconcertantes, por lo general, son mucho menos
preocupantes que los fallos repetidos y cotidianos, les explico adentrándome en su
círculo visual o mental o de afecto, sin
faltar a la verdad.
No es
una primera visita. Ya vino a mi consulta acompañado por su hijo hace dos años. Ya entonces, objetivé evidentes problemas de memoria reciente más allá de lo atribuible al normal proceso de envejecimiento. Pero, por lo demás, sin fallos significativos
en el resto de sus funciones superiores, consta en su historial. Su scanner cerebral únicamente mostró una
moderada atrofia acorde con su edad. Quedamos en revisiones periódicas. Desde entonces, alguna consulta muy esporádicas y siempre sin el padre.
Así
que esta es la segunda vez que veo al paciente. Me acuerdo de él. De su cara o
expresión; un caballero, mirada serena, sonríe con placidez, trasmite bondad. Reviso su listado de medicación y compruebo que sigue la aconsejada por mi parte; un tratamiento farmacológico que favorece el enlentecimiento de los cuadros clínicos de deterioro cognitivo progresivo de origen degenerativo. Mientras
voy extrayendo información clínica, le observo. En paz o en una nube de
cuidados y respeto. Un hijo a cada lado. Repite algún comentario curioso, repeticiones que ponen en evidencia que su capacidad de memoria reciente sino perdida del todo, navega o flota… algo retiene, algo es algo, además, conserva el lenguaje, entiende y se expresa con una más que aceptable fluidez: estupendo. Paso a realizar un breve test sobre sus funciones superiores. Orientación en tiempo: sin problemas; para esto está su hija. Claro, claro, entre
todos sacaremos adelante el pequeño examen cognitivo que trato de abreviar aunque el
paciente no se muestra agobiado con las preguntas. Copie este cubo y ya
estaremos. Así no, así, así, te falta esta línea, así, así… no puedo evitar sonreír.
Deterioro
cognitivo leve. A veces queda estacionado. Otras progresa hacia un cuadro de demencia.
Ni se me ocurre nombrar semejante palabra. Cada caso, un mundo de explicaciones; vasos medio vacíos o medio llenos; a demanda. En este caso: lo
importante ya está en marcha. El estudio de las posibles causas del deterioro ya se realizó en la primera consulta. El
tratamiento indicado ya se pautó en su momento. Cuidados; imposible más
cuidado, mimado, acompañado; personal y cinco hijos; turnos organizados desde que
falleció la madre, la mujer que se ocupaba de todo y de todos. Le subo la dosis de medicación y le indico que debe tratar de trabajar más la
memoria como único asunto a mejorar. Lecturas, juegos de cartas; lo que le guste, aprender
cosas nuevas… y, en caso de que los episodios de desorientación se
repitan con más asiduidad, ya iremos viendo que se puede hacer; alguna medicación para evitarlos; ya iremos viendo; de momento, vamos bien; bien cuidado, mejor imposible; envidia de
hijos, de padre, de entorno adecuado para que los deterioros se solapen,
suavicen, y, eso que falta la madre, la esposa, si no faltara, se solaparía aún más, pero no se puede hacer más ni mejor. Así pues, en resumen, normal, normal, más o menos, menos que más, pero, en fin, más o menos,
de hecho casi el 50% de la población de más de 80 años padece una demencia
degenerativa tipo enfermedad de Alzheimer y muchos ni consultan, conducen, viven solos, encienden el gas… no explota el mundo de puro milagro, así que, en
este caso, vamos bien, mejor que bien, lo mejor posible.
Foto entrada F.por A. N.