Este fin de semana he disfrutado releyendo a Raymond Carver. De qué hablamos cuando
hablamos de amor. Y de nuevo me he quedado embelesada. Tanto en tan poco,
unos relatos sencillamente sensacionales. Alcohol, divorcios, moteles,
soledades... su voz, su espacio, el valor de lo auténtico. Envidiable Carver.
Por mi parte, lejos, muy lejos, avanzo, tenaz, eso sí,
intuyendo mi voz, ignorando en exceso mi espacio, un puzzle, mi puzzle. ¿Quiénes
somos?
Nos
reconocemos a nosotros mismos porque nos recordamos. Nuestro cerebro reacciona
en función de nuestras creencias, valores, personalidad… una coherencia que no
deja de ser asombrosa, puesto que, en principio, ello supone que, de alguna
manera, en todo momento sabe quiénes somos, claros y oscuros incluidos.
Recordarnos a nosotros mismos. Y, para recordarnos, las neurociencias han
averiguado que un tipo de memoria resulta determinante: la llamada memoria de
trabajo, asímismo herramienta indispensable para la actividad cotidiana - ahora hago esto, luego haré lo otro- ; una memoria que registra la actividad presente mientras recupera
información de memoria a largo plazo, una memoria que nos permite mantener
una línea de continuidad en nuestros actos. Recordarnos; algo tan elemental como
complejo.
Pues bien, en ocasiones, ese algo salta por los aires y, de repente, somos otro. Una hemorragia cerebral, por ejemplo. Y es que resulta que la personalidad de nuestros dos hemisferios cerebrales conectados entre sí está claramente diferenciada. Uno soñador, más emocional, intuitivo: el derecho. Otro analítico, lógico, racional: el izquierdo. Cuando uno de los dos se lesiona, el otro queda liberado. Y los clínicos comprobamos un hecho de enorme interés además de curioso: por lo general, las personas que sufren lesiones en el hemisferio izquierdo reaccionan con dramatismo, en cambio, si la lesión se produce en el hemisferio derecho la persona se muestra indiferente a su problema. Ello se cree es debido a que los procesadores neuronales responsables de las preocupaciones probablemente se localizan en el hemisferio derecho. Menudo enredo de cables para ser lo que quizás ni siquiera queremos ser. En fin, me acaba de venir a la mente una esplendida descripción leída recientemente en el Babelia sobre el personaje de la metamorfosis de Kafka; el bicho humano mejor contado... pero, como resalta el artículo, eso da para todo un siglo, así que prefiero el espejismo de despedirme entre los inquietantes e inciertos brazos de Orson Welles.