miércoles, 24 de octubre de 2012

Woody Allen en mi consulta


Woody  Allen entrando en mi consulta. Imagino mi   sonrisa contenida  entre la sorpresa y  la emoción mientras le invito a sentarse. Imagino su expresión de agobio, susto, convencido de tener  un tumor en la cabeza;  sus mareos no van a venir del pie, me explica sin aparente interés por mi opinión,  el caso es que  dentro  de la  resonancia magnética no ha aguantado ni un minuto, el aparato más abierto del mercado... con una máscara oprimiéndote el cráneo… qué  listos.  Tras sus gafas de toda la vida, me mira fijamente, cruza las piernas, ladea la silla, apoya los brazos sobre el respaldo, curiosa manera de sentarse. Habla y habla. Le  escucho y le observo encantada. Según comenta, los propios radiólogos le han aconsejado que consulte a un neurólogo dado que la posibilidad de anestesiarle  debe venir avalada por un especialista. Quizá con un scanner cerebral sea suficiente, pero la alergia al contraste yodado no puede descartarse de antemano.    

Manhattan, creo que fue en Manhattan;  el mismo temor, recuerdo sus saltos de entusiasmo al salir de la prueba. A buen seguro, no habrá olvidado la escena, sus funciones superiores parecen intactas,  el lenguaje fluido,  ágil de movimientos,  un calco de  sus  cuadros hipocondriacos que retrata con tanta precisión y gracia en sus películas. Le pido me describa el tipo de mareo que presenta y confirmo mis sospechas. No me cuenta ningún síntoma indicativo de un tumor cerebral, tampoco se acompaña de datos que sugieran un problema circulatorio, de hecho sus mareos son de los que etiquetamos como inespecíficos; ni vértigos, ni bajadas de tensión arterial; mareos  de probable origen psicosomático. En estos casos siempre explico  lo mismo  al paciente: no es que usted se los esté inventando. Si se marea, pues se marea. Lo que ocurre es que no existe ninguna enfermedad ni causa orgánica objetivable, así  que lo más práctico es valorar el componente de stress, los factores psicológicos subyacentes y, en función de ello,  iniciar una medicación, o bien  acudir a un psiquiatra para que valore el caso. Ni caso. Como la mayoría de  pacientes, Woody Allen lo que desea es  una prueba para descartar lo que tú como especialista  ya has descartado después de la anamnesis y una exploración con un simple martillo y un oftalmoscopio como únicas herramientas. Por cierto, a su edad, mantiene un equilibrio envidiable, ni un acróbata. Podría tratar de convencerle; explicarle que  las pruebas de imagen realizadas hoy  pueden  salir completamente  normales, pero no descartan  que mañana  surja  el supuesto tumor...  no se va a pasar la vida dentro del aparato de resonancia. Lo que no estoy dispuesta a solicitar  es una anestesia general para realizarse una prueba que no necesita, así que opto por  hacerle la petición para un scanner cerebral sin contraste y en caso de que saliera algún hallazgo no concluyente,  ya valorariamos que hacer; quizás un ansiolítico media hora antes de meterse en el aparato de resonancia pudiera ser suficiente para controlar su claustrofobia,  quizás, no lo creo.

 Durante toda la visita he tratado de distanciarme del personaje y escuchar al  paciente. Confieso que no lo he conseguido del todo, incluso me han venido a la mente escenas de “A Roma con amor” su última película.  Grata sorpresa verle actuar; sus gestos, sus frases y "neuras", otro divertimento delicioso, ágil,  enlazado con  su habitual  ingenio y naturalidad,  historias de relaciones, vida, sucesos entre cotidianos y rocambolescos, Woody, señores, el gran Woody Allen en mi consulta, no se preocupen ustedes, en buenas manos.