Aunque
me gustaría, no sigo de cerca la batalla
por la presidencia de los EEUU que al parecer está siendo más igualada de
lo esperable. Los telediarios nos
informan diariamente pero con excesiva brevedad. Lástima porque -según me
cuenta una muy querida e informada amiga- el espectáculo es una muestra de la demagogia más pragmática y aplastante.
Interpreto que el ejemplo comentado no es exactamente un hecho fidedigno sino un supuesto
representativo:
el candidato republicano en una sala repleta de de diabéticos “Si tuviera una enfermedad me gustaría ser
diabético“ les suelta tan contento.
De risa. De pena. Realmente la democracia está viviendo unos momentos
explosivos. La caza del voto es tremenda. Y, oh
esperanza, contra las cuerdas,
sonriendo, lejos de esa sonrisa seductora que le alzó a la presidencia y que ojalá recupere, pero, por desgracia,
la osadía y espontaneidad del primerizo se pierde, las dificultades y ataduras del poder desgastan y la confianza en
uno mismo tiene sus límites.
"Se
miente por falta de fantasía, también la verdad se inventa" frase de Antonio Machado extraída de la libreta de reflexiones de mi
padre. La intuyo, me gusta, se me escapa.
Sinceramente, sobre verdades y mentiras los neurólogos navegamos -como la
inmensa mayoría- entre el engaño y la incredulidad, si bien determinados casos clínicos nos invitan a
participar en el debate. La enfermedad de Korsakoff es
una muestra de hasta qué punto nuestro cerebro es una caja de
sorpresas al respecto. Descrita en 1880
por el médico ruso que lleva su nombre, se trata de un daño cerebral
provocado por un déficit de vitamina B1
mayoritariamente secundario a la ingesta crónica de alcohol. El paciente
presenta de modo más o menos súbito una severa pérdida de memoria tanto de lo
ocurrido o aprendido en el pasado (amnesia retrógrada) como desde el comienzo del cuadro
clínico (amnesia anterógrada) además de un tercer e intrigante síntoma: la tendencia a fabular o
contar historias falsas relativamente normales o verosímiles sin ánimo expreso
de mentir. Como si el paciente rellenara sus vacíos de memoria con falsos
recuerdos creados por su cerebro dañado. Una falsificación creativa de la memoria atribuida a la lesión de los
lóbulos frontales cuyas neuronas son las encargadas de organizar los recuerdos
para que la historia salga lógica y con sentido. ¿Historias creadas
por el cerebro dañado para llenar huecos de información perdida? Recuerdos
falsos o verdaderos. La memoria o esa colosal herramienta mucho más subjetiva
de lo que creíamos. En todo caso, no parece el caso de los políticos y sus mentiras o verdades inventadas. Aunque de tanto apaluso se las acaben creyendo, aunque el
champagne no falte en las campañas.
Richard Serra