jueves, 21 de febrero de 2013

Leyendas de pasión


Lo prometido es deuda así que hoy me toca reflexionar sobre la pasión. Menudo reto. Con las armas de los conocimientos actuales sobre el cerebro; a ver que sale. Acotarla a nivel científico. Localizarla entre nuestras neuronas.  "He  cumplido todas las  leyes humanas y divinas, y tú no has cumplido ni una, y todos te han querido más a ti,  incluso mi mujer" Tres hermanos. Una mujer.  "A veces sueño que soy la madre de tus hijos" le confiesa antes de no soportar más tanto amor.  Melena al viento, galopando tras una manada de caballos salvajes, Tristan,  -Brat Pitt-  un hijo prodigo de película.  

La pasión frente a la razón.  Mientras unas personas son más racionales  otras son más pasionales. Comencemos por aquí. Más que definirla, sentirla, vivirla. LA PASIÓN; la que de verdad importa; deseo sincero, pasión   por la música, los animales, la cultura; pasión por lo que sea, pero pasión.

Tres cerebros en uno. Ese es nuestro cerebro.  Sobre el  cerebro del reptil o tronco cerebral, se superpone el cerebro emocional  con el sistema límbico o rueda del miedo como eje central; el cerebro  más visceral o animal. Y por encima de éste encontramos el cerebro racional, siendo  las áreas  prefrontales  las  humanas por excelencia. ¿Dónde situamos la pasión?

Ira, miedo, alegría, tristeza: nuestras emociones básicas.  ¿Es la pasión una emoción? No exactamente. Interpreto la pasión  más como una actitud vital. Una energía interna despertada por algo o por alguien; una energía más que una emoción. ¿Una energía cercana al amor? Puede. En todo caso, tampoco el amor es una emoción exactamente. Son funciones cerebrales más complejas;  ambas nacidas para explotar; ambas más allá de las emociones. Por encima y por debajo; todo el cerebro  a su servicio.  Un cerebro liberado, salvaje; quizás, en todo caso; racional o pasional; humano en mayúsculas. Por cierto, la última escena de la película es brillante. A pesar del los pesares; hermanos.

 
Brad  Pitt
Leyendas de pasión


                                              

sábado, 16 de febrero de 2013

Caer en los mismos errores


Llevo  toda la tarde de este sábado medio lluvioso escuchando  a Chavela Vargas;  “El último trago”,  una y otra vez.   De tanto en tanto  me ocurre, supongo que a todos. Casi incontrolable, un círculo, me engancho, en esta ocasión   a su voz, su fuerza, la melodía,  la letra. “Nada me han enseñado los años… siempre caigo en los mismos errores…”

Caer en los mismos errores. Este mes justo hace un año que comencé con mi blog; tantos temas pendientes, espero no repetirme, no me refiero a  los temas que en sí mismos son  prácticamente infinitos en matices, sino a los propios matices, a los casos,  estudios o experimentos expuestos. Escuchando esta canción,  me ha venido a la mente un estudio realizado en primates que en su momento   me llamó la atención hasta el punto de utilizarlo como lectura de reflexión por parte  del  médico experto en memoria protagonista de mi última novela  “la pierna olvidada”  No recuerdo haberlo comentado en el blog, creo que no, aunque no metería la mano en el fuego.     

La capacidad de aprendizaje. Aprender a aprender. Los avances tecnológicos como la resonancia magnética funcional que nos permiten ver el cerebro en acción –pensando, llorando, sumando,  aprendiendo...- están abriendo puertas a un campo especialmente complejo a la hora de extraer conclusiones. Aprender de los errores; eso creemos, en todo caso, más de los errores que de los aciertos.  Pues bien, en dicho estudio  los resultados van en sentido contrario.  En síntesis, se explora la respuesta de determinadas neuronas a una acción bien o mal ejecutada. Los investigadores observan que estas  células diana se ajustan ante una conducta exitosa, mientras que apenas aprecian cambios con los fallos. Interesantísimo estudio. Eso sí, realizado en monos; buen modelo, aunque  no exacto, buena obviedad.  Pensativa,  vuelvo a mi  canción, “nada me han enseñado los años… siempre caigo en los mismos errores…” entre el corazón y el alma, la gran Chavela Vargas, buen sabado  noche, salgo a cenar.  

 

 Chavela Vargas



 
 
 
 
                                                          

domingo, 10 de febrero de 2013

El ser como límite


Hoy nos ha dejado Eugenio Trias. Enorme filósofo,  gran amigo de mi hermano, una amistad  forjada en el conocimiento, se aportaban luz, impulso intelectual; filosofía y música; música y filosofía. Una amistad envidiable; se querían extraordinariamente. Otro día intentaré profundizar sobre ese sencillo y no tan sencillo  lazo  llamado amistad, hoy sólo pienso en Eugenio; su bigote, su media sonrisa entrañable, tímida, un privilegio haberle conocido, apreciado a través de mi hermano, a través de su hermana. Vuelvo a ver el reportaje-entrevista emitido en televisión hace algo más de  un año en el programa Pienso, luego existo en donde se resume su línea de pensamiento, sus inquietudes, sus pasiones intelectuales; lo aconsejo vivamente.

 ¿Qué es el ser?  Las cosas, cada cosa,  tiene su naturaleza, su sustancia y sus propiedades, pero... el hecho mismo de ser...  ¿Eso qué es?  ¿En qué consiste ser? Esa es  la gran cuestión a la que se ha enfrentado durante siglos la filosofía  occidental. Pues bien - se explica  con claridad  en dicho  reportaje-  para Eugenio Trias ese ser tan buscado en realidad es una franja, es un límite en el sentido de que es una condición que une y separa al mismo tiempo. Une y separa lo conocido o lo perceptible con los grandes misterios que intuimos pero que no alcanzamos a conocer. “El hecho de ser es un límite que une y separa lo conocido de lo desconocido” sostiene  Eugenio Trias  indagando por ese hilo conductor durante buena parte de su tiempo, escribiendo  sobre éste y otros temas; maravilloso legado donde las palabras suenan como una sinfonía de razón y belleza,  sombras llenas de luz, pensamiento.  Colosal, Eugenio, de corazón, la ciencia avanza en el conocimiento de lo que somos y no somos, pero tus palabras perdurarán eternas  “la muerte es un enigma sin solución” así  te despides en el programa,  “un gran viaje como una apuesta posible”  buena apuesta, hasta siempre Eugenio, buen viaje.
 
Eugenio Trias y Xavier Güell
Presentación del libro 
" El canto de las sirenas"

 
 
    /http://www.rtve.es/alacarta/videos/pienso-luego-existo/pienso-luego-existo-eugenio-trias/1236912/


 
 

jueves, 7 de febrero de 2013

Mujeres al borde de un ataque de nervios


Lo confieso. Pensaba que la encontraría enseguida. Cariñosa, comprensiva,  serena, volcada en el cuidado de su marido enfermo, sumisa, sin incordiar, protestar, llorar. Trintignant en versión woman. Pues bien, ni rastro. Más de dos semanas esperando verla aparecer por mi  consulta y el modelo repetido ha sido  muy  distinto, eso sí, también de película. “No se esfuerza, si no se esfuerza como va a mejorar, deprimido, todo el día sentado viendo la televisión,  ni las gracias; me paso el día pendiente de él y ni las gracias”
 
No nos confundamos. Vivimos en una sociedad donde el peso  del cuidado  familiar -padres, madres, abuelos, hijos -enfermos o no enfermos- continua recayendo mayoritariamente sobre la mujer. Excepciones al margen, los hombres, o no se enteran, o aparentan   no enterarse. Una mezcla de las dos cosas, quizas.  Amplitud de miras limitada, se podría resumir, hacia dentro, hacia ellos, pequeños detalles más o menos esenciales que al género masculino   les pasan desapercibidos. Mientras que  las mujeres  percibimos un entorno de problemas y matices mucho más amplio, más allá de nuestras  propias narices. Cuestión de historia, supongo. Capacidad de multitarea heredada de generación en generación.  En todo caso,  los cerebros  de ambos bandos  necesitarán  décadas para  adaptarse a las nuevas reglas de juego basadas en la igualdad de oportunidades,  la libertad, roles por los aires,  creatividad y crecimiento individual  a compatibilizar  con una convivencia familiar idílica…  

 Así estamos. Pensando, pensando, me parece lógico lo observado en  mi consulta. Una vida en femenino; protagonista de sus gracias y desgracias, volcada a su manera, dando caña, incondicional, por supuesto, pero una incondicionalidad muy suya; inconformista y enérgica, a punto de revelarse, válvula de escape; la queja sin intención alguna de abandonar el barco, a las ordenes de su capitán  sin alas. Mujeres de película. Así estamos.

  
Mujeres al borde de un ataque de nervios   




                                              

 


                                                     



                                                                                                                                      



                                        

viernes, 1 de febrero de 2013

Música y vida


Buen paseo  por la carretera de les aigües. Estos días templados de invierno, cielo despejado, luz nítida  y refrescante; frecuentes en Barcelona; una delicia. En esta ocasión, con tiempo y   compañía, montaña arriba, en baja forma para ascensos excesivos, pero, en fin, contenta del esfuerzo una vez  vuelta abajo. Ya en plano, un rato de conversación, otro de música y a casa.

Después de una ducha -pelo incluido-,  me tumbo en la cama y enciendo el portatil. Planeo una tarde de domingo tranquila, escribiendo, escuchando música. Mi loft, de techos altos y espacios amplios, como un refugio que inspira, trasmite paz, reflexión; silencio o música, según los momentos, mi estado de ánimo. Es curioso, no suelo escribir sobre música, sin embargo, a la típica pregunta de qué te llevarías a una isla desierta si sólo pudieras llevarte una cosa,  sin duda  escogería  las sonatas de piano de Beethoven: infinitas  en matices y contenido; una verdadera creación para la eternidad.

La música y la vida. “Sin los seres vivos, el sonido sería silencio, y la música, viento” escribo en mi libro el  cerebro al descubierto cuando trato de explicar que  sin un aparato receptor adecuado que convierta las ondas sonoras en actividad neural y un cerebro que procese la información recibida, el árbol  al caer no produciría ruido  sino partículas de aire en movimiento. Partículas o moléculas de aire que se desplazan al caer el árbol  y vibran unas con otras lo que provoca un cambio de presión del aire que se representa en forma de onda sonora. Cada onda sonora con sus tres propiedades: amplitud (volumen), frecuencia (tono)  y complejidad; el enigma de los diferentes sonidos hace tiempo descifrado.   

Pues bien,  nuestro cerebro dispone de una obra maestra  de ingeniería capaz de detectar variaciones de presión del aire muy pequeñas. Un órgano receptor en el oído capaz de analizar las distintas propiedades de la onda sonora y convertirlas en actividad neural que viaja a través del nervio auditivo hasta la corteza cerebral especializada. El lóbulo temporal derecho para la música y el temporal izquierdo para el  lenguaje. Ambas complementarias y en conexión entre ellas y con otras áreas cerebrales  para hacer del sonido una experiencia vital ilimitada. Buenas tardes a todos, por cierto, la interpretación  que no me canso de escuchar desde hace ya muchos años es la del pianista ruso Emil Gilels. Por cierto, !cómo me recuerda este niño  a mi hermano mayor!    

Foto entrada en F.
Jaques Lowethe