La
protagonista de mi nueva novela es médico. También lo fue en “Corazón negro” la primera
que escribí hace más de veinte años; una doctora en África. Desde entonces, para abstraerme de mi profesión, he escrito
sobre barqueros, encargadas de hotel, editores…
sin pretender huir de la medicina, la medicina me facilita en exceso la
escritura y el ejercicio o esfuerzo creativo por una parte se ve favorecido,
pero, por otra, la literatura en si misma
pierde peso dado el flujo de conocimientos médicos como recurso narrativo. Un
equilibro difícil de compaginar. Abstracción
y aprovechamiento de lo que realmente conozco. Espero conseguirlo; la
experiencia de los años me ayudará; espero.
Escribiendo mi nueva novela,
la doctora Rossetti, una de las tres hermanas de la historia, se encuentra en el hospital tratando de
resolver un caso clínico en plena tensión y dudas sobre una decisión de gran
importancia personal ajena a la medicina. Y el caso que me ha venido a la mente ha sido uno que viví de cerca hace unos
años; real, cuanto más real, mejor se expresa un caso clínico, eso lo he
comprobado una y otra vez desde que comencé escribir
divulgación científica hace ya bastantes años.
La
mujer de unos setenta años había ingresado de urgencias con una debilidad extrema. En apariencia grave, con las
constantes vitales dentro de la normalidad. A las preguntas referidas para la
correspondiente historia clínica, la paciente respondía llorando. Imposible aclararse.
Al parecer, llevaba así varias semanas, día a día más débil, llorando, el
médico que la había visitado al inicio del cuadro, basándose en una analítica y
en sus quejas de dolores musculares generalizados, la había diagnosticado de
fiebre reumática y la había pautado corticoides. No solo no había mejorado,
sino que progresivamente se encontraba más débil. Un caso complicado de
diagnóstico. De hecho, en medicina, llegar al diagnóstico correcto no suele ser
sencillo. Un primer paso esencial que en este caso había complicado el caso. “Ni
fiebre, ni reuma, señora, el tratamiento con corticoides no ha hecho más que
enmascarar la clínica y dificultar la valoración de los análisis” La exploración resultó clave. Un soplo cardiaco
orientó el caso. La ecografía cardiaca y el resto de pruebas confirmaron el
diagnóstico de endocarditis bacteriana. Una infección del corazón por una
bacteria que debido a las semanas pasadas desde el inicio de los primeros síntomas
había destruido casi por completo la válvula aortica y ahora debía ser intervenida de
urgencia además de comenzar de inmediato con el correspondiente tratamiento antibiótico por vía endovenosa.
Explico
este caso como ejemplo de lo que se debe evitar: tratar un caso clínico antes
de llegar a un diagnóstico de certeza. Si hay sospecha clinica de que iniciar el tratamiento es urgente, pues se ingresa al paciente para realizar el estudio diagnostico oportuno lo más rápido posible, en otros casos, las pruebas pueden realizarse de modo ambulatorio. Y ojo con
el llanto que habitualmente solemos atribuir a una depresión. "Un paciente con un
cuadro grave rara vez llora", recuerdo que comenté justo en relación a este caso - equivocandome justo en relación a este caso- La paciente se
intervino con éxito reemplazándose la válvula cardiaca destruida por una prótesis; el tratamiento antibiótico durante
unas semanas resolvió la infección. Una
infección que comenzó el día en que la paciente se extrajo una muela sin tratamiento
profiláctico antibiótico. Otro error. Pero, he rescatado el caso para mi novela, no por los errores comentados, sino por los llantos, mi frase
equivocada; o no tan equivocada; los pacientes con un cuadro grave rara vez
lloran; cierto; rara vez, rara vez, pero no siempre. Buen caso para aprender lo que se debe y lo
que no se debe hacer. Médicos y pacientes incluidos. Por cierto, esta entrada se la dedico con todo mi cariño a mi queridísima famila D. Valientes y supervivientes, entre otras grandes cualidades.
Foto: Gart-mardenubes.blospot.com
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