Chimpancés, gorilas, orangutanes, en este
orden de parentesco. Reconozco que mantengo una relación ambivalente con el mundo de los primates ( al que pertenecemos; una y otra vez, la ciencia lo demuestra; lo ultimo; un genoma compartido en el 96% ). Por un lado, me siendo en deuda ya que muy probablemente no seguiría escribiendo novelas
si mi primer libro no hubiera arrancado como arrancó; valiente, espontaneo,
impulsándome hacia mi propio interior. "Corazón negro" una historia de amor en
África cuando nunca había estado en África, los cuernos del marido, la
desesperación, el abrazo del gorila, el hombre protector. Por otro lado, como la inmensa mayoría de mortales, tiendo a ningunearlos; sus facultades, sus riquezas... vivo con otras
preocupaciones e intereses, aunque, en el fondo, sin ruido de fondo, los siento cercanos y, muy de tanto en tanto, resurge el
abrazo.
Fue hace un par de años. Lo vi en un telediario. Aún recuerdo lo que me impresionó. Se trataba de un original concurso de cerebros. Humano versus chimpancé; cada uno frente a su correspondiente ordenador. Preparados, listos, ya. A velocidad de rayo, con graciosa autosuficiencia, el dedo de chimpancé seleccionaba y señalaba los números que iban apareciendo en la pantalla, mientras el del humano se mostraba mucho más dubitativo y lento. Por mucho sesgo que pudiera existir a base de someter al chimpancé a meses de entrenamiento, su rendimiento no dejaba de ser espectacular, su victoria aplastante. Menuda agilidad la suya en relación a velocidad psicomotora, orientación espacial, atención y memoria inmediata, entre otras capacidades puestas a prueba en dicho ejercicio, es decir, buena parte de las llamadas funciones mentales superiores de nuestro cerebro
Ah, el lenguaje… al menos podemos presumir de ser la única especie superviviente del género homo caracterizado por el lenguaje; el lenguaje simbólico o esa fascinante unión de sonidos para formar palabras con significado: nuestro don en exclusiva. ¿O, acaso, si los chimpancés tuvieran (que no lo tienen) el tracto vocal adaptado para producir la compleja escala de sonidos humanos tal vez serían capaces de aprender a hablar? ¿Cómo están las investigaciones al respecto? Pues, después de años de adiestramiento intensivo, las conclusiones no están del todo cerradas si bien se cree que sólo alcanzan a desarrollar un lenguaje agramatical imitativo y mecánico, no creativo. Un lenguaje que en todo caso indica disponen de mecanismos cerebrales potencialmente aptos para asociar objetos con nombres. Estudios basados en la comprensión apuntan algo más alto…
En fin, de primate a primate, existirá unanimidad en la afirmación de que la cultura es la joya de nuestro cerebro: un cerebro que ha progresado mucho más que el resto, especialmente en el desarrollo de las conductas que se aprenden y se transmiten de generación en generación. En esta época de descalabros, habrá que elegir. Apostar por la cultura. Confieso que no soy imparcial en el tema. Incluso he llegado a votar a un partido o a otro en función de su afinidad a un proyecto por el que metería la mano en el fuego, rodaría cabezas, arriesgaría mi casa. Un gran proyecto cultural. Un inmenso hermano. Pero, hermanos al margen, ¿Qué mejor apuesta que la cultura? como especie, como país, apostemos por la cultura y, al menos, el intento habrá valido la pena.