El jardín de los senderos que se
bifurcan; el gran Borges, inmenso, erudito, aún recuerdo como me impactó la lectura de
este extraordinario relato. Un camino u
otro, los caminos que no escoges, qué hubiera sido de tu vida si en vez de
casarte con el amigo del hombre de tu
vida te hubieras casado con esa persona por la que hubieras saltado barreras,
escapado al mismisimo infierno. Leyendo Libertad de Jonathan Franzen he vuelto a resucitar un tema que tanto me ha
inquietado desde mis primeras
lecturas, aventuras, decisiones.
Libertad mantiene la tensión y el ritmo de
las grandes novelas, fascinante, en
especial, por el contenido psicológico de sus personajes; actuales, vivos,
contradictorios. A mí, en concreto, ya desde
su inicio me trasladó a ese tiempo en que sin experiencia te ves en la encrucijada de elegir, a ese jardín de los senderos que se
bifurcan, a esas dudas sin respuesta sobre lo que pudo haber sido y no fue.
La
toma de decisiones. Qué tema más apasionante. La mente enfrentada a caminos alternativos. Cuando hace un par de
años asistí a la conferencia
magistral del prestigioso neurocientífico Michael Gazzaniga, desconocía los avances de la
ciencia al respecto.
Con elegancia y gran capacidad de comunicación, las conclusiones expuestas por el eminente invitado me parecieron de enorme interés.
Realmente las neurociencias están llegado a un punto donde toda pregunta parece factible de ser contestada. A través de las novedosas técnicas de neuroimagen se puede ver el cerebro en acción: pensando, memorizando, hablando... tomando decisiones. Las áreas estimuladas por uno u otro ejercicio mental, se encienden. Te metes en el aparato; piensas tal o cual cosa y determinadas areas se iluminan. Pues bien; resulta que nuestro cerebro enfrentado a distintas opciones sigue los siguientes pasos. En primer lugar las analiza, luego escoge la que considera oportuna y sólo después nos enteramos, ósea, antes de que seamos conscientes de la decisión tomada, nuestro cerebro ya ha decidido por nosotros. Una conclusión tan obvia como extraña y polémica pues pone en tela de juicio un concepto especialmente arraigado en nuestras neuronas como es el de la libertad. ¿Libres? ¿Libres? ¿Somos realmente libres si es nuestro cerebro el que toma las decisiones por nosotros? Tú o tu cerebro. ¿Acaso no somos nuestro cerebro? Cuestiones existenciales al margen, parece lógico que sea nuestro cerebro el que decida cual o qué camino tomar por mucho que salten chispas y quemen nuestro ego más elemental.
Las
sorpresas no han hecho más que empezar. El
cerebro ético, el cerebro social, ¿Qué nos hace humanos? Entre los principales
libros divulgativos de este colosal investigador con el que tuve la suerte de
compartir una encantadora cena.