A la
hora de la siesta, esperando al médico, frente a la puerta, una semana para reflexionar. Al
menos, que pudiera dormir un rato. Conociendo
los hábitos hospitalarios, conociendo sus incomodidades; ni el lujo de una
habitación individual con vistas
panorámicas, ni mis desvelos; nada resultó suficiente. Entre
termómetros tensiones arteriales, medicaciones y lavados varios… si uno no está acostumbrado a pinchazos,
ingresos… si uno tiene las fuerzas justas… Un desastre.
La inquietud me invade. A pesar de que los avances médicos han conseguido que cada vez las estancias en el hospital sean más cortas, inevitablemente muchas enfermedades requieren de ingreso ya sea para tratamientos endovenosos, intervenciones etc. La única duda es cuando nos veremos necesitados de volver a ingresar.
Y me pregunto. ¿Qué es lo que desgasta tanto al paciente hospitalizado? De la cama al baño como único ejercicio, las noches en vela, tanto turno de enfermería; caras nuevas de diversos grados de amabilidad y destreza, prisas y exceso de trabajo, una comida que cuando consigues sea la adecuada han pasado varios días, la incertidumbre, la falta de información, las esperas… la suma de todo ello puede resultar la puntilla para la salud.
Y me pregunto. ¿Cómo conseguir evitar, al menos en parte, ese nefasto y gratuito desgaste tanto físico como mental provocado por el propio ingreso y no por la enfermedad? De bote pronto, tantos años entre batas y pasillos de hospital, se me ocurren unas cuantas medidas sencillas, factibles para estos tiempos de recursos al límite de la quiebra, pues, pueden imaginarse mayores comodidades que las encontradas en la habitación 1329, pero no se vislumbran en nuestro privilegiado horizonte sanitario, más bien lo contrario.
Por parte del hospital: Información. Una breve nota de entrada explicando los horarios, justificando los retrasos… Presentación formal de la enfermera responsable de la planta, nombres, equipo, valoración individualizada de movilidad con los correspondientes consejos prácticos. Ajuste real de dietas (¡cuántas veces te traen justo lo que acabas de pedir que no te traigan!) detalles, solo detalles, detalles que se van sumando…
Por parte del paciente: fundamentalmente, paciencia. Sabia palabra compartida: paciente; paciencia. Paciencia y adaptabilidad. Además, un cierto grado de humor nunca sobra, aunque, estando enfermo y conectado a un suero, poco humor sale natural.
En fin, en el complicado mundo de la enfermedad quedan muchos ajustes por hacer, y no precisamente de gasto sino de sentido común e inteligencia, señores directores de hospital. Por cierto, no sería mala idea que ingresaran ustedes una semanita de incognito en sus respectivos centros; a ver si logran salir andando. Buenas noches.