Y, de
repente la lluvia. Gris y triste, sabado de cama. Y, sin embargo, ya tocaba, buena
para el campo, las plantas, el verde en las últimas, así que habrá que alegrase
por ello. Demos pues la bienvenida al
otoño y recemos para que traiga agua en
su justa medida… en su justa medida… qué pocas cosas ocurren en su justa medida…
llegarán tormentas, riadas y cosechas al garete, habrá que resignarse, menudos tiempos más
complicados. Dudo si seguir escribiendo
en un día como hoy, la verdad, me siento
como esa madre que sufre porque su hijo cincuentón cogió el coche en un día de
lluvia y hasta que llegué a su destino no respirará tranquila; me siento como
esos empresarios catalanes que comienzan a temer por sus negocios en un
territorio sobre el que planean
incertidumbres más allá de lo deseable para hipotéticos inversores. ¿Qué querrá la mayoría?
Confiemos en la gente, en mayor o menor
medida, circunstancias y mareas; todos influenciables, no obstante, hasta cierto punto. “Si se da un proceso de secesión,
el juicio de la humanidad exige que dicho pueblo declare las causas que lo
impulsan a la separación “EL RESPETO DECENTE” se titula el
excelente artículo del catedrático de derecho constitucional J. Pérez Royo que acabo de leer mientras desayunaba ojeando el País.
Al llegar
a casa he abierto mi blog. Cataratas y elefantes. Más de mil entradas. No
acabo de entender semejante éxito. Indago en las estadísticas y averiguo
que ELEFANTES es la palabra clave
consultada. Dado el contenido de dicha entrada,
imagino la decepción de los entrantes. No obstante, aprovechando el tirón, se me ocurre otro apunte sobre elefantes, eso sí, dejo intacto el inicio, mis
disculpas por adelantado a los amantes de dumbo y compañía.
Tamaño
cerebral y conducta. Los estudios al respecto concluyen que las especies que
manifiestan conductas más complejas poseerán encéfalos relativamente más grandes.
Imagino el cerebro del elefante. Enorme. Y, sin embargo, la conducta de dicho
animal, sino elemental, dista mucho de ser la de Einstein con su cerebro compartivamente enano.
Así pues, los estudiosos del tema no tardaron en encontrar formulas para
calcular el tamaño relativo del cerebro
en función de la talla corporal, el peso, hasta dar con el llamado cociente de
encefalización (CE). Cumpliendo con la lógica comentada, a la especie humana se nos
otorga el mayor de los cerebros. Le sigue el delfín que -aún reconociendo su inteligencia- tiene un CE sorprendentemente elevado. A continuación el mono y el cuervo con un CE más o menos equivalente; curioso. ¿Y los
elefantes? Pues entre el gato y el cuervo, al menos, más cerebro que las ratas… me alegro…
un saludo agradecido, grandullones, os debo dos, o tres, pues ya estoy de mejor humor. ¿ Qué tendrán los elefantes?