sábado, 16 de junio de 2018

Una noche extraña


Ayer fue una noche extraña.  Mientras disfrutaba de la presentación de mi nuevo libro rodeada de familia y amigos;  un libro en donde realizo un repaso de la vida de mi padre y su recorrido a través de mi propio pasado y recuerdos; de la infancia a mi primer hospital; de mi primera novela, al libro  sobre el cerebro;  mientras la sensación de satisfacción  del momento me iluminaba la mirada firmando ejemplares, LA REDACCIÓN DEL PADRE, una persona muy querida se pasaba toda la noche en una sala de urgencias de uno de nuestros hospitales de más prestigio de la red sanitaria pública aguardando a que le asignasen una cama a su hijo.

El jardín, la piscina, el vino, esplendido;  impecable noche bajos las estrellas, mientras en los boxes de urgencias desbordados de pacientes esa persona tan querida se enfrentaba a una noche de infierno. El mejor hospital; los mejores médicos, especialistas de todas las especialidades, enfermeras de una gran competencia, ante tanta excelencia, la realidad: unas urgencias insuficientes y sin los mínimos recursos necesarios para que el  paciente que acude enfermo no pase la peor de sus noches en espera de cama.

La sanidad universal es un gran logro de nuestra sociedad. El reto: alcanzar el aún lejano umbral de mínimos en lo que respecta a lo que podriamos etiquetar de incomodidad soportable. Conociendo el panorama, ante la creciente  demanda,  se vislumbra paciencia como único recurso personal para superar esa espera.

Y me pregunto. ¿Tanto recurso, por lo visto imposible de asumir, se precisa para alcanzar ese umbral?  Mis dudas al respecto. Confieso la sensación de que la incomodidad es parte de la estrategia disuasoria. La verdad por delante. Si no hay recursos, deberán buscarse otras alternativas de gestión y nuevas políticas  sanitarias, pero, arreglar unas urgencias con las mínimas condiciones para que el enfermo no enferme más, debería plantearse como una urgente obligación de los estamentos responsables.

Y  mi noche estrellada resultó un éxito. El fruto de más de dos años en 250 páginas de vida y pensamiento, la lucha de mi padre contra su enfermedad, mis desvelos como hija médico, la redacción del padre, ese modelo de redacción que me enseñó mi padre a mis diez años para superar un suspenso en lengua. Un diez en septiembre. Por cierto, tras unos meses sin entradas en mi blog, prometo un periodo de más entradas y más y más  verdad, salud y enfermedad. Buenas noches a todos.