sábado, 6 de abril de 2019

Sobre la eutanasia



Hablar de la eutanasia es hablar de un tema que debería estar ya convenientemente regulado. Con sus luces y sus sombras no puede ser  que el peso  de un acto médico en si mismo recaiga sobre el familiar o el  amigo solo  frente a un momento tan delicado. Pues resulta que esta  afirmación  que ahora la  siento tan evidente hasta esta mañana no la tenía tan clara.

“ La profesión médica debe llegar a una conclusión, debe mojarse;  cuánta razón, pienso mientras leo una entrevista a un médico que  hace ya catorce años terminó con el sufrimiento de una paciente ante las suplicas de su familiar lo que le supuso la consecuente denuncia  de su hospital, la pérdida de su trabajo, un coste personal brutal que ahora nos cuenta en una representación teatral donde cada noche mediante un monologo se expone ante el público que, seleccionado al azar, terminada la obra, interviene como jurado para votar sobre su inocencia o culpabilidad. Brillante.

Delicadísimo tema.  Me imagino a tantas personas  en tantas residencias en el limbo de la vida que ya no es casi vida pero que no por ello vamos a decidir por ellas  llegando con una inyección terminal por mil motivos que se pueden ir ampliando de modo peligrosísimo. La medicina no está para eso; tampoco está para no ayudar en determinados casos tan evidentes como el de una persona que padece una enfermedad degenerativa motora  que progresivamente le  ha ido mermando hasta ya no ser ni siquiera capaz de coger un vaso  con sus propias manos y acabar  voluntariamente con su vida.

Desde mis primeros años en el ejercicio de una profesión que se dedica a paliar dolor, sufrimiento, mejorar síntomas y calidad de vida, curar enfermedades, la medicina ha ido avanzando en todos estos retos incluyendo la conducción de un final lo más dormido posible para el paciente ya en su final.  Pero aún quedan casos en manos de familiares o amigos que ejercen de médicos cuando no lo son. A la profesión médica le toca de una vez por todas mojarse y ayudar también en esos casos. Por supuesto, incluyendo la objeción de conciencia para el médico.  Celebraré mi muerte, se llama la obra que arrasa en Madrid y pronto llegará a Barcelona. “Le ayudé a morir porque creo, ante todo, en la vida”  deseando ir a escuchar tu monólogo, apreciado colega, doctor Marcos Hourmman.